"Confiar en nosotras, confiar en nuestras capacidades". María Eugenia Segretin

Entrevistamos a la Dra. María Eugenia Segretin, investigadora en el INGEBI-CONICET y docente en Agrobiotecnología en la Universidad de Buenos Aires.

Te invitamos a conocerla en esta entrevista donde nos cuenta cómo surgió su vocación por las ciencias biológicas, de qué se trata su proyecto de investigación actual en papa y nos brinda su visión sobre los desafíos de ser una científica en un contexto aún difícil para las mujeres. 

De chica le gustaba “investigar” en la casa de sus abuelos entre las plantas y las flores del jardín del patio. Dice que allí comenzó su pasión por la biología. Hoy, María Eugenia Segretin es investigadora en el INGEBI-CONICET y docente en Agrobiotecnología en la Universidad de Buenos Aires. Su trabajo actual tiene un objetivo muy importante: encontrar estrategias de control de enfermedades que afectan cultivos.


¿Podrías identificar un momento de la niñez o juventud en el que se despertó tu vocación científica?

Me interesa la biología desde chica, recuerdo ir al jardín de mis abuelos para buscar ejemplos de plantas dicotiledóneas. O fascinarme con la primera información que me llegaba sobre la genética e intentar explicarle a mi familia por qué el color de ojos es tal o cual. Sin embargo, fue una charla de orientación vocacional en Ciudad Universitaria la que me hizo tomar la decisión. La charla la dio el Dr. Alberto Kornblihtt. Recuerdo que volví a mi casa, y que muy contenta le dije a mi mamá: “Quiero estudiar Biología”.


Y a partir de ese momento, ¿cómo resumirías tu trayectoria en la facultad?

Comencé estudiando la Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UBA, y durante los últimos años de la carrera inicié la experiencia en trabajo experimental. Realicé una tesis de licenciatura en inmunoendocrinología humana, en el IByME-CONICET, bajo la dirección de las Dras. Roxana Schillaci y Alicia Roldán. Y cuando parecía que iba a dedicarme a investigar en salud humana, cursé una materia que me hizo cambiar de planes.


¿Cuál materia?

Agrobiotecnología, la cursé en el último año de la carrera. En esa materia, por primera vez, me mostraron un panorama nuevo en el cual yo podía combinar aquellos saberes básicos que había adquirido durante la licenciatura junto con herramientas que me parecían súper interesantes, como la ingeniería genética, la biología molecular, el ADN, el mundo celular… A esto se sumaba la posibilidad de una aplicación concreta para resolver problemáticas locales. Fue la combinación de esos tres factores lo que me hizo un click. Era el escenario perfecto de lo que yo quería hacer en mi futuro como científica.


¿Y cómo siguió tu carrera como científica después de recibirte?

Comencé mi proyecto de tesis doctoral en el INGEBI-CONICET con el Dr. Fernando Bravo Almonacid, trabajando en transformación genética del genoma de los cloroplastos en cultivos de tabaco y papa, y en generar resistencia a virus vegetales.


¿Tuviste alguna experiencia profesional en el exterior?

Sí, en el momento del Post Doctorado viajé a Inglaterra a realizar una experiencia en el laboratorio del profesor Sophien Kamoun, en The Sainsbury Laboratory. Y allí me fasciné con el mundo de la interacción entre las plantas y sus patógenos, en particular uno que se llama Phytophthora infestans, famoso a nivel mundial por ser el causante de la gran hambruna que le costó a Irlanda (allá por 1845) la pérdida de más de 3 millones de habitantes entre muertes y emigraciones. Volví al INGEBI-CONICET y comencé a desarrollar líneas de investigación ya enfocadas en entender cómo es la situación regional para este patógeno, caracterizando aislamientos locales a nivel de su genoma y transcriptoma. La convicción es que conocer mejor al “enemigo” nos ayudará a desarrollar mejores estrategias para combatirlo.


¿Podrías ampliar cuál es tu línea de investigación y cuáles son tus objetivos o posibles aplicaciones?

Mis proyectos de investigación se enfocan en entender cómo es la interacción entre las plantas y los microorganismos patógenos a los que se enfrentan, en particular un grupo de microorganismos que son aquellos que llamamos filamentosos (hongos y oomicetes). Actualmente nos enfocamos en la dupla papa-Phytophthora infestans.


¿Por qué es importante este proyecto?

Porque si entendemos cómo es esa interacción, y cuáles son las características de este patógeno en las distintas zonas productivas de nuestro país, podemos trasladar el conocimiento al diseño de estrategias de control efectivas de esta enfermedad (y eventualmente otras) que afecta cultivos de interés agronómico. Ese es el gran objetivo que perseguimos en el grupo de trabajo.                  


¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?

Que no es rutinario, es una profesión en la que se tiene la libertad de volar con las ideas e intentar llevarlas adelante. Es un desafío constante que implica dedicación absoluta para estar al día en las distintas temáticas. También me encanta la posibilidad que me dio de relacionarme con gente de todas partes del mundo, de poder viajar, conocer otros ámbitos laborales y culturales, otras formas de trabajar. Ese intercambio siempre me pareció súper enriquecedor tanto en la vida profesional como personal. Además, la profesión me abrió las puertas a la docencia, que es una actividad que encuentro muy gratificante y que me encanta realizar. 


Más que una profesión parece que encontraste tu vocación. ¿Es así?

Sí, tal cual. Siempre me sentí muy afortunada de haber encontrado en esta carrera mi vocación. Por eso más que vivirlo como un trabajo, lo vivo con placer, como algo que disfruto, a pesar de las limitaciones con las que a veces nos encontramos. Siempre refuerzo, aún en los momentos que mayor dificultad, que trabajo en algo que amo y eso me hace sentir agradecida. 


¿Qué consejo le podrías dar a las mujeres que recién empiezan en esta carrera?

Siempre que se pueda, participar de congresos u otras actividades de encuentro con científicos y científicas del país y del exterior. Buscar colaboraciones: las buenas colaboraciones potencian el trabajo de todas las personas involucradas, sobre todo si hay formaciones diversas en el proyecto. Otro punto que me parece central es adquirir herramientas para una buena comunicación de la ciencia. Y, por último, confiar en nosotras y en nuestras capacidades, el ambiente aún está cargado de micromachismos que pueden afectar la visión que tenemos de nosotras mismas. Parece ser algo que afortunadamente está cambiando.


Retomando un poco esto último que comentás, ¿creés que cambió el rol de la mujer en tu área?

Todavía creo que no. Lo vemos reflejado en los ámbitos académicos de docencia e investigación. Allí, si bien las mujeres constituimos la base en cuanto a porcentaje en cantidad de quienes eligen este tipo de carrera o profesión, sucede que a medida que se asciende en la línea jerárquica de las distintas posiciones, ese porcentaje disminuye. Así, los cargos más altos están ocupados principalmente por hombres. Alrededor de esa situación hay bastante esfuerzo para cambiarlo, tanto a nivel local como internacional. La mujer sigue estando asociada a las tareas de cuidado y eso hace que se genere una desigualdad al momento de la evaluación de los antecedentes y del acceso a oportunidades. Creo que con el tiempo eso cambiará y vamos a llegar a tener un rol equitativo dentro del ámbito académico y científico. Pero todavía falta.


¿Tenés algún deseo para el futuro vinculado a tu trabajo como científica?

Tengo dos. Por un lado, continuar formando gente durante los próximos años y ver que esas personas puedan incorporar herramientas sólidas y así desarrollar carreras o profesiones en los ámbitos que elijan. Por otro lado, me gustaría ver la transferencia a desarrollos concretos de las líneas de investigación en las que me estoy enfocando, que el desarrollo de productos impacte positivamente en resolver los problemas de nuestro país en materia de pérdidas provocadas por enfermedades en plantas o por las consecuencias que tendrá el cambio climático en los cultivos.