Encuentran organismos vivos a 1.600 metros bajo el fondo marino

Los científicos los llaman «extremófilos». Son organismos que, en efecto, se han adaptado a vivir en condiciones realmente extremas, muy diferentes de las que soportan la inmensa mayoría de los seres que comparten con nosotros el Planeta. Bajo centenares de metros de hielo en los polos, en las fosas abisales de los océanos, en los cráteres de volcanes activos o incluso en el interior de sólidas rocas, la vida encuentra la manera de perpetuarse.


Los científicos los llaman «extremófilos». Son organismos que, en efecto, se han

adaptado a vivir en condiciones realmente extremas, muy diferentes de las que

soportan la inmensa mayoría de los seres que comparten con nosotros el Planeta.

Bajo centenares de metros de hielo en los polos, en las fosas abisales de los

océanos, en los cráteres de volcanes activos o incluso en el interior de sólidas rocas,

la vida encuentra la manera de perpetuarse. A menudo sin luz, sin aire, sin agua,

sin alimentos. O soportando igual tremendas presiones que temperaturas gélidas o

tórridas, o ambientes ácidos o hipersalinos que matarían en cuestión de minutos a

cualquier otro ser viviente. Los extremófilos son el mejor ejemplo de que la vida, con

mayúsculas, es capaz de prosperar en los lugares más inesperados. Incluso, por qué

no, fuera de nuestro propio mundo. Ahora, un grupo de científicos franceses,

encabezados por Erwan Roussel, de la Universidad de Bretagne Occidentale,

acaba de dar una vuelta más de tuerca a la cuestión al descubrir organismos vivos

y reproduciéndose activamente a 1.626 metros de profundidad bajo el fondo del

Atlántico Norte. Es decir, con más de un kilómetro y medio de roca por encima

y varios cientos de metros más de agua. Es el hallazgo de vida a más profundidad

jamás realizado hasta ahora. El anterior récord estaba en sedimentos extraídos de

fondos marinos a «sólo» 842 metros de profundidad. En un artículo que publica

«Science», los investigadores explican que realizaron el hallazgo analizando

muestras de perforaciones efectuadas durante prospecciones petrolíferas.

A esa profundidad, a una temperatura entre 60 y 100 grados centígrados, todo un

ecosistema de células procariotas (que no tienen núcleo bien definido) prospera

sin oxígeno y sin haber visto jamás la luz del sol. La antigüedad del sedimento,

entre 46 y 111 millones de años, da idea del tiempo que esta clase de organismos

lleva viviendo en esas condiciones. Los investigadores están convencidos de que

esta clase de ecosistemas submarinos a grandes profundidades pueden dar

cuenta de hasta dos tercios de la biomasa total de procariotas que existe en el

mundo. El entorno en el que viven estos organismos muestra altas concentraciones

de metano e hidrocarburos. Tras analizar el ADN celular, los científicos encontraron

secuencias similares a las que poseen otros organismos que viven a altas

temperaturas (llamados por ello termófilos) y concluyeron, además, que esos

procariotas eran Archaea, las bacterias que se cree dieron origen a la vida en la

Tierra hace casi cuatro mil millones de años. Los investigadores consideran ahora

buscar a profundidades aún mayores.