Los cultivos tolerantes a herbicidas pueden mejorar la calidad del agua
Un estudio del Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA) sugiere que el cultivo de las variedades tolerantes a herbicidas y el uso de los herbicidas de contacto pueden reducir la pérdida de los herbicidas y su concentración en la pérdida por lavado.
Un estudio del Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA) sugiere que el cultivo de las variedades tolerantes a herbicidas y el uso de los herbicidas de contacto pueden reducir la pérdida de los herbicidas y su concentración en la pérdida por lavado.
Los herbicidas residuales comúnmente usados en la producción de maíz y soja convencionales son frecuentemente detectados en los ríos, arroyos y reservas de agua en concentraciones que exceden el estándar para agua potable en las áreas donde estos cultivos se siembran extensivamente. Cuando estos cuerpos de agua se usan como fuentes de agua potable, dicha contaminación puede llevar a un incremento en los costos del tratamiento del agua o a la necesidad de buscar nuevas fuentes alternativas de suministro. Además, estos herbicidas pueden tener efectos en los ecosistemas acuáticos en concentraciones inferiores al estándar de agua potable. Cuando se dispuso comercialmente de la soja y del maíz transgénicos tolerantes a herbicidas a medidos de la década de 1990, se pudieron reemplazar algunos de los herbicidas residuales problemáticos por los herbicidas de contacto, de corta vida media y de mayor retención en follaje que pueden resultar más benignos para el medioambiente. Para el año 2004, el 90% de la soja cultivada en los EE.UU. era genéticamente modificada para tolerar el herbicida de contacto glifosato, actualmente el herbicida más utilizado a nivel mundial.
En un estudio de cuatro años, los investigadores del USDA-ARS’s North Appalachian Experimental Watershed, cerca de Coshocton, Ohio, compararon las pérdidas relativas de ambos tipos de herbicidas hacia siete pequeñas reservas de agua, cuando se los aplica en su concentración habitual en lotes sembrados con maíz Liberty-Linked ® (tolerante a glufosinato) o soja Roundup Ready ®. En su informe, publicado en el número de marzo-abril del Journal of Environmental Quality, los científicos especializados en suelos Martin Shipitalo y Lloyd Owens, y el ingeniero agrónomo Rob Malone, informaron que las pérdidas de los herbicidas de contacto en el lavado superficial fueron mucho menores a las de los herbicidas residuales, en forma porcentual de la cantidad de herbicida aplicado. En promedio de todos los años de cultivo de soja, la pérdida de glifosato resultó ser de un séptimo en comparación con la de metribuzina y la mitad de la de alaclor, herbicidas residuales a los que el glifosato suplanta. Similarmente, la pérdida promedio del herbicida de contacto glufosinato resultó ser un cuarto en comparación con la de atrazina, el herbicida residual más utilizado al cual el glufosinato puede reemplazar.
Lo que es más importante, acorde al líder del proyecto Martin Shipitalo, es que “las concentraciones de los herbicidas de contacto en la pérdida por lavado nunca excedieron los estándares establecidos y propuestos para el agua potable, mientras que los herbicidas residuales frecuentemente exceden dichos estándares, particularmente en los primeros eventos de pérdida luego de la aplicación”. La concentración de atrazina en la pérdida por lavado resultó 240 veces superior a su estándar para agua potable, mientras que la de alaclor fue 700 veces superior a us estándar. Contrariamente, la concentración máxima de glifosato registrada fue casi cuatro veces inferior a su estándar. Actualmente, el glufosinato no cuenta con un estándar establecido, pero se lo detectó sólo a baja concentración y por debajo del límite de detección luego de 80 días de la aplicación.
Teniendo en cuenta el incremento en la producción de estos cultivos debido a las demandas incrementadas para alimento y para biocombustibles, estos resultados sugieren a los productores y a la comunidad regulatoria que las pérdidas de herbicidas y su concentración en los sistemas acuáticos a donde deriva, se pueden reducir con el uso de variedades genéticamente modificadas tolerantes a herbicidas, lo cual permite el reemplazo de los herbicidas residuales por los de contacto comparados en el trabajo publicado.
Los herbicidas residuales comúnmente usados en la producción de maíz y soja convencionales son frecuentemente detectados en los ríos, arroyos y reservas de agua en concentraciones que exceden el estándar para agua potable en las áreas donde estos cultivos se siembran extensivamente. Cuando estos cuerpos de agua se usan como fuentes de agua potable, dicha contaminación puede llevar a un incremento en los costos del tratamiento del agua o a la necesidad de buscar nuevas fuentes alternativas de suministro. Además, estos herbicidas pueden tener efectos en los ecosistemas acuáticos en concentraciones inferiores al estándar de agua potable. Cuando se dispuso comercialmente de la soja y del maíz transgénicos tolerantes a herbicidas a medidos de la década de 1990, se pudieron reemplazar algunos de los herbicidas residuales problemáticos por los herbicidas de contacto, de corta vida media y de mayor retención en follaje que pueden resultar más benignos para el medioambiente. Para el año 2004, el 90% de la soja cultivada en los EE.UU. era genéticamente modificada para tolerar el herbicida de contacto glifosato, actualmente el herbicida más utilizado a nivel mundial.
En un estudio de cuatro años, los investigadores del USDA-ARS’s North Appalachian Experimental Watershed, cerca de Coshocton, Ohio, compararon las pérdidas relativas de ambos tipos de herbicidas hacia siete pequeñas reservas de agua, cuando se los aplica en su concentración habitual en lotes sembrados con maíz Liberty-Linked ® (tolerante a glufosinato) o soja Roundup Ready ®. En su informe, publicado en el número de marzo-abril del Journal of Environmental Quality, los científicos especializados en suelos Martin Shipitalo y Lloyd Owens, y el ingeniero agrónomo Rob Malone, informaron que las pérdidas de los herbicidas de contacto en el lavado superficial fueron mucho menores a las de los herbicidas residuales, en forma porcentual de la cantidad de herbicida aplicado. En promedio de todos los años de cultivo de soja, la pérdida de glifosato resultó ser de un séptimo en comparación con la de metribuzina y la mitad de la de alaclor, herbicidas residuales a los que el glifosato suplanta. Similarmente, la pérdida promedio del herbicida de contacto glufosinato resultó ser un cuarto en comparación con la de atrazina, el herbicida residual más utilizado al cual el glufosinato puede reemplazar.
Lo que es más importante, acorde al líder del proyecto Martin Shipitalo, es que “las concentraciones de los herbicidas de contacto en la pérdida por lavado nunca excedieron los estándares establecidos y propuestos para el agua potable, mientras que los herbicidas residuales frecuentemente exceden dichos estándares, particularmente en los primeros eventos de pérdida luego de la aplicación”. La concentración de atrazina en la pérdida por lavado resultó 240 veces superior a su estándar para agua potable, mientras que la de alaclor fue 700 veces superior a us estándar. Contrariamente, la concentración máxima de glifosato registrada fue casi cuatro veces inferior a su estándar. Actualmente, el glufosinato no cuenta con un estándar establecido, pero se lo detectó sólo a baja concentración y por debajo del límite de detección luego de 80 días de la aplicación.
Teniendo en cuenta el incremento en la producción de estos cultivos debido a las demandas incrementadas para alimento y para biocombustibles, estos resultados sugieren a los productores y a la comunidad regulatoria que las pérdidas de herbicidas y su concentración en los sistemas acuáticos a donde deriva, se pueden reducir con el uso de variedades genéticamente modificadas tolerantes a herbicidas, lo cual permite el reemplazo de los herbicidas residuales por los de contacto comparados en el trabajo publicado.