Elaboración barata de biocombustibles a partir de biomasa incomestible y sin ocupar campos agrícolas
Una cooperación danesa-iraquí desarrolló una nueva técnica que evita el uso de costosas enzimas en la producción de biotanol a partir de tejido de plantas muertas. Esta novedosa tecnología es más barata y podría acabar bajando los precios de estos biocombustibles.
Una cooperación danesa-iraquí desarrolló una nueva técnica que evita el uso de costosas enzimas en la producción de biotanol a partir de tejido de plantas muertas. Esta novedosa tecnología es más barata y podría acabar bajando los precios de estos biocombustibles.
Producir biocombustible a partir de tejido de plantas muertas es respetuoso con el medio ambiente, pero también caro porque los procesos empleados en la actualidad necesitan de enzimas caras, y porque las grandes compañías dominan el mercado. Ahora, una cooperación danesa-iraquí ha dado como fruto una nueva técnica que evita las costosas enzimas. La producción de biocombustibles a partir de tejido de plantas muertas se convierte así en más barata, y posiblemente atraerá a muchos más productores y promoverá la competición entre ellos, lo que finalmente podría acabar bajando los precios.
Las necesidades de combustible del mundo persistirán, incluso cuando los yacimientos de combustibles fósiles se agoten. El bioetanol hecho con restos de plantas después de que otras partes hayan sido utilizadas como comida u otros productos agrícolas, y por tanto denominado de “segunda generación”, es visto como un candidato a sustituto con gran potencial. Además, con este bioetanol se evita la situación actual de tener que dedicar tierras de cultivo a producir combustibles en vez de alimentos, y de emplear como materia prima de dichos combustibles materias vegetales comestibles, como por ejemplo mazorcas de maíz (choclos o elotes) y cañas de azúcar. No es raro que exista un notable recelo popular hacia la elaboración de biocombustibles si ello exige recortar en agricultura alimenticia.
Por tanto, el camino correcto, aunque lleno de obstáculos, es poder producir bioetanol a partir de restos de plantas que no puedan ser usados como comida.
El objetivo más claro es producir bioetanol a partir de la celulosa, ya que es abundante y está presente en todas partes en la naturaleza.
Sin embargo, la celulosa es muy difícil de descomponer, de ahí que no pueda ser empleada directamente como fuente alimenticia. Ese mismo obstáculo dificulta enormemente descomponerla para elaborar biocombustibles. Aunque no es imposible: Hay en el mercado varias enzimas patentadas que pueden hacer el trabajo y descomponer la celulosa en materia prima utilizable para elaborar bioetanol mediante procesos más asequibles.
Las enzimas patentadas son caras de comprar, tal como enfatiza Per Morgen, profesor en el Instituto de Física, Química y Farmacia, dependiente de la Universidad del Sur de Dinamarca.
El equipo de Morgen, que incluye a científicos de la Universidad de Bagdad y la Universidad de Al-Muthanna, ambas en Irak, puede que cambie de manera decisiva la situación al respecto, ya que ha conseguido desarrollar una técnica completamente libre de enzimas que no está patentada y es barata. La técnica puede ser usada por cualquiera.
La nueva técnica se basa en un ácido en vez de en una enzima. El ácido es el RHSO3H, y se elabora a partir de cáscaras de arroz. La producción mundial de arroz genera cantidades enormes de cáscaras de arroz y de cenizas a partir de la quema de éstas, de manera que el material es barato y fácil de adquirir.
Las cenizas de las cáscaras de arroz quemadas tienen un alto contenido de silicato, y éste es un compuesto importante en la producción del nuevo ácido. Las partículas de silicato junto con ácido clorosulfónico dan como resultado el ácido RHSO3H, un catalizador capaz de reemplazar a las enzimas en la tarea de descomponer la celulosa.
El RHSO3H puede ser reutilizado muchas veces.
La receta no puede ser patentada y el bioetanol se produce a partir de materia vegetal que de otro modo se desecharía, por lo que no se compite contra la producción agrícola de alimentos. Además, la celulosa es el material biológico más común en el mundo, de modo que hay montones de esta materia prima.
Producir biocombustible a partir de tejido de plantas muertas es respetuoso con el medio ambiente, pero también caro porque los procesos empleados en la actualidad necesitan de enzimas caras, y porque las grandes compañías dominan el mercado. Ahora, una cooperación danesa-iraquí ha dado como fruto una nueva técnica que evita las costosas enzimas. La producción de biocombustibles a partir de tejido de plantas muertas se convierte así en más barata, y posiblemente atraerá a muchos más productores y promoverá la competición entre ellos, lo que finalmente podría acabar bajando los precios.
Las necesidades de combustible del mundo persistirán, incluso cuando los yacimientos de combustibles fósiles se agoten. El bioetanol hecho con restos de plantas después de que otras partes hayan sido utilizadas como comida u otros productos agrícolas, y por tanto denominado de “segunda generación”, es visto como un candidato a sustituto con gran potencial. Además, con este bioetanol se evita la situación actual de tener que dedicar tierras de cultivo a producir combustibles en vez de alimentos, y de emplear como materia prima de dichos combustibles materias vegetales comestibles, como por ejemplo mazorcas de maíz (choclos o elotes) y cañas de azúcar. No es raro que exista un notable recelo popular hacia la elaboración de biocombustibles si ello exige recortar en agricultura alimenticia.
Por tanto, el camino correcto, aunque lleno de obstáculos, es poder producir bioetanol a partir de restos de plantas que no puedan ser usados como comida.
El objetivo más claro es producir bioetanol a partir de la celulosa, ya que es abundante y está presente en todas partes en la naturaleza.
Sin embargo, la celulosa es muy difícil de descomponer, de ahí que no pueda ser empleada directamente como fuente alimenticia. Ese mismo obstáculo dificulta enormemente descomponerla para elaborar biocombustibles. Aunque no es imposible: Hay en el mercado varias enzimas patentadas que pueden hacer el trabajo y descomponer la celulosa en materia prima utilizable para elaborar bioetanol mediante procesos más asequibles.
Las enzimas patentadas son caras de comprar, tal como enfatiza Per Morgen, profesor en el Instituto de Física, Química y Farmacia, dependiente de la Universidad del Sur de Dinamarca.
El equipo de Morgen, que incluye a científicos de la Universidad de Bagdad y la Universidad de Al-Muthanna, ambas en Irak, puede que cambie de manera decisiva la situación al respecto, ya que ha conseguido desarrollar una técnica completamente libre de enzimas que no está patentada y es barata. La técnica puede ser usada por cualquiera.
La nueva técnica se basa en un ácido en vez de en una enzima. El ácido es el RHSO3H, y se elabora a partir de cáscaras de arroz. La producción mundial de arroz genera cantidades enormes de cáscaras de arroz y de cenizas a partir de la quema de éstas, de manera que el material es barato y fácil de adquirir.
Las cenizas de las cáscaras de arroz quemadas tienen un alto contenido de silicato, y éste es un compuesto importante en la producción del nuevo ácido. Las partículas de silicato junto con ácido clorosulfónico dan como resultado el ácido RHSO3H, un catalizador capaz de reemplazar a las enzimas en la tarea de descomponer la celulosa.
El RHSO3H puede ser reutilizado muchas veces.
La receta no puede ser patentada y el bioetanol se produce a partir de materia vegetal que de otro modo se desecharía, por lo que no se compite contra la producción agrícola de alimentos. Además, la celulosa es el material biológico más común en el mundo, de modo que hay montones de esta materia prima.