Una década de transgénicos en Brasil: avances y perspectivas
En breve se cosechará la campaña 2013/14, que marca los 10 años de adopción de semillas genéticamente modificadas (GM) en el país. A lo largo de esta década, la adopción no paró de crecer.
En breve se cosechará la campaña 2013/14, que marca los 10 años de adopción de semillas genéticamente modificadas (GM) en el país. A lo largo de esta década, la adopción no paró de crecer.
Inicialmente con sólo una variedad disponible, hoy Brasil cuenta con 37 tecnologías que le ofrecen al agricultor, además de otras opciones en soja, eventos transgénicos de algodón, maíz y poroto. Y si al principio los organismos genéticamente modificados (OGM) despertaron alguna duda, actualmente diversos estudios científicos respaldan la evaluación de la comunidad académica internacional de que estos alimentos son, como mínimo, tan seguros como sus versiones convencionales.
Es importante resaltar que los estudios de bioseguridad de los transgénicos precedieron, en muchos años, al inicio de su adopción en Brasil y en cualquier lugar del mundo. Aún más, antes de que los primeros eventos GM fueran desarrollados en los laboratorios en la década de los 80, ya se conocía ampliamente la seguridad de las proteínas codificadas por los genes introducidos.
La tecnología de control de insectos por medio del uso de toxinas de la bacteria del suelo Bacillus thuringiensis (Bt) es un ejemplo histórico. Esta bacteria ya era conocida desde mediados del siglo pasado y utilizada como método alternativo al uso de insecticidas. A través de la biotecnología, el gen que expresa esta proteína fue introducido en las plantas, haciéndolas resistentes a los insectos. Además de un control más eficiente, la modificación genética resultó en ventajas para el ambiente, debido a la reducción del número de aplicaciones de insecticidas y, consecuentemente, en la reducción del uso de agua y del combustible.
La otra característica incorporada en las variedades disponibles actualmente en Brasil es la tolerancia a herbicidas, fundamental para garantizar la estabilidad de la producción agrícola, especialmente en las zonas de clima tropical. Los cultivos tolerantes facilitaron el manejo de los cultivos, redujeron las pérdidas por malezas y, con esto, incrementaron el ingreso de los agricultores. Todo esto ocurrió junto con el uso de prácticas conservacionistas, como la siembra directa. Por lo tanto, podemos decir que además de los beneficios socioeconómicos, los transgénicos tolerantes a herbicidas también trajeron beneficios ambientales, como la reducción de la pérdida del suelo y la materia orgánica.
Si en los últimos 10 años la agricultura se consolidó como un segmento destacado de la economía brasileña, parte de este mérito se debe al espíritu emprendedor del productor agropecuario y a la osadía de la actividad científica nacional, ambos comprometidos con el aumento de la productividad y la preservación del medio ambiente. En este escenario, ninguna otra tecnología tuvo una adopción tan rápida y un beneficio tan evidente como los transgénicos. Comenzaron a cultivarse ya hace una década y hoy representan cerca del 92% de toda la soja cultivada en el país, del 81% del maíz y del 47% del algodón.
Vale resaltar que la contribución de los OGM para el buen desempeño de la agricultura brasileña no sería posible si el país no contara con un marco regulatorio consolidado. Desde 2005, la ley de Bioseguridad (11.105/05) establece de forma clara que le compete a la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) el análisis de los OGMs. El trabajo constante y estricto de la comisión elevó a Brasil a la categoría de modelo en la evaluación de bioseguridad y posibilitó la aprobación del único producto GM del mundo enteramente desarrollado por una institución pública: el poroto de Embrapa, resistente al virus del mosaico dorado.
De esta forma, en la próxima década de transgénicos en Brasil, podemos esperar la investigación y el desarrollo de nuevos cultivos (caña de azúcar, cítricos, eucalipto) y características (tolerancia a otros herbicidas, a estreses hídricos y suelos salinos). Si continúa invirtiendo en innovación, adopción y diversificación, el país podrá ejercer el papel estratégico de proveedor global de productos agrícolas de manera sustentable.
Por Marcelo Gravina – traducción ArgenBio
En breve se cosechará la campaña 2013/14, que marca los 10 años de adopción de semillas genéticamente modificadas (GM) en el país. A lo largo de esta década, la adopción no paró de crecer.
Inicialmente con sólo una variedad disponible, hoy Brasil cuenta con 37 tecnologías que le ofrecen al agricultor, además de otras opciones en soja, eventos transgénicos de algodón, maíz y poroto. Y si al principio los organismos genéticamente modificados (OGM) despertaron alguna duda, actualmente diversos estudios científicos respaldan la evaluación de la comunidad académica internacional de que estos alimentos son, como mínimo, tan seguros como sus versiones convencionales.
Es importante resaltar que los estudios de bioseguridad de los transgénicos precedieron, en muchos años, al inicio de su adopción en Brasil y en cualquier lugar del mundo. Aún más, antes de que los primeros eventos GM fueran desarrollados en los laboratorios en la década de los 80, ya se conocía ampliamente la seguridad de las proteínas codificadas por los genes introducidos.
La tecnología de control de insectos por medio del uso de toxinas de la bacteria del suelo Bacillus thuringiensis (Bt) es un ejemplo histórico. Esta bacteria ya era conocida desde mediados del siglo pasado y utilizada como método alternativo al uso de insecticidas. A través de la biotecnología, el gen que expresa esta proteína fue introducido en las plantas, haciéndolas resistentes a los insectos. Además de un control más eficiente, la modificación genética resultó en ventajas para el ambiente, debido a la reducción del número de aplicaciones de insecticidas y, consecuentemente, en la reducción del uso de agua y del combustible.
La otra característica incorporada en las variedades disponibles actualmente en Brasil es la tolerancia a herbicidas, fundamental para garantizar la estabilidad de la producción agrícola, especialmente en las zonas de clima tropical. Los cultivos tolerantes facilitaron el manejo de los cultivos, redujeron las pérdidas por malezas y, con esto, incrementaron el ingreso de los agricultores. Todo esto ocurrió junto con el uso de prácticas conservacionistas, como la siembra directa. Por lo tanto, podemos decir que además de los beneficios socioeconómicos, los transgénicos tolerantes a herbicidas también trajeron beneficios ambientales, como la reducción de la pérdida del suelo y la materia orgánica.
Si en los últimos 10 años la agricultura se consolidó como un segmento destacado de la economía brasileña, parte de este mérito se debe al espíritu emprendedor del productor agropecuario y a la osadía de la actividad científica nacional, ambos comprometidos con el aumento de la productividad y la preservación del medio ambiente. En este escenario, ninguna otra tecnología tuvo una adopción tan rápida y un beneficio tan evidente como los transgénicos. Comenzaron a cultivarse ya hace una década y hoy representan cerca del 92% de toda la soja cultivada en el país, del 81% del maíz y del 47% del algodón.
Vale resaltar que la contribución de los OGM para el buen desempeño de la agricultura brasileña no sería posible si el país no contara con un marco regulatorio consolidado. Desde 2005, la ley de Bioseguridad (11.105/05) establece de forma clara que le compete a la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) el análisis de los OGMs. El trabajo constante y estricto de la comisión elevó a Brasil a la categoría de modelo en la evaluación de bioseguridad y posibilitó la aprobación del único producto GM del mundo enteramente desarrollado por una institución pública: el poroto de Embrapa, resistente al virus del mosaico dorado.
De esta forma, en la próxima década de transgénicos en Brasil, podemos esperar la investigación y el desarrollo de nuevos cultivos (caña de azúcar, cítricos, eucalipto) y características (tolerancia a otros herbicidas, a estreses hídricos y suelos salinos). Si continúa invirtiendo en innovación, adopción y diversificación, el país podrá ejercer el papel estratégico de proveedor global de productos agrícolas de manera sustentable.
Por Marcelo Gravina – traducción ArgenBio