Cuando la mala ciencia hace buenos titulares: el maíz Bt y sus prohibiciones
La revista Nature Biotechnology publica en el número de mayo el artículo “When bad science makes good headlines: Bt maize and regulatory bans” (Romeis J, McLean M A and Shelton AM) en el que se rechazan los estudios con un diseño erróneo cuyos resultados, no revisados por la comunidad científica, son difundidos con gran cobertura mediática pese a que no han sido validados.
La revista Nature Biotechnology publica en el número de mayo el artículo “When bad science makes good headlines: Bt maize and regulatory bans” (Romeis J, McLean M A and Shelton AM) en el que se rechazan los estudios con un diseño erróneo cuyos resultados, no revisados por la comunidad científica, son difundidos con gran cobertura mediática pese a que no han sido validados.
Los expertos critican que los medios de comunicación difundan los resultados de estudios que no han sido validados previamente por la comunidad científica ya que están influyendo en las políticas públicas y en la percepción de la sociedad de los avances como la biotecnología agraria. El artículo analiza cómo se ha difundido entre los ciudadanos que el maíz Bt es peligroso cuando la realidad científica ha demostrado reiteradamente todo lo contrario.
Numerosos estudios de toxicidad de laboratorio, experimentos de campo, así como años de observaciones de campo, han demostrado científicamente que la proteína Cry1Ab expresada en el maíz Bt no causa ningún efecto adverso sobre artrópodos fuera del orden Lepidoptera. Todos estos estudios científicos han sido verificados por revisiones y meta-análisis cerciorando su veracidad.
A pesar de ello, existen estudios no verificados que atribuyen efectos adversos a la proteína Cry1Ab, estudios que han ocupado numerosas páginas en los medios de comunicación creando alarma en la sociedad y condicionado a los políticos a la hora de legislar. Los autores critican que se diseñen estudios con unos resultados buscados y propiciados para difundirlos en los medios de comunicación antes de que la comunidad científica pueda rechazarlo tras ser revisado.
El último caso de esta “mala ciencia” ha sido el estudio dirigido por el francés Gilles-Eric Seralini publicado el 19 de septiembre de 2012 en la revista Food and Chemical Toxicology en el que se apuntaban riesgos de salud por el consumo de maíz modificado genéticamente. La comunidad científica criticó sus resultados y la metodología del estudio, afirmando que sus conclusiones no eran verdaderas.
Los expertos critican que los medios de comunicación difundan los resultados de estudios que no han sido validados previamente por la comunidad científica ya que están influyendo en las políticas públicas y en la percepción de la sociedad de los avances como la biotecnología agraria. El artículo analiza cómo se ha difundido entre los ciudadanos que el maíz Bt es peligroso cuando la realidad científica ha demostrado reiteradamente todo lo contrario.
Numerosos estudios de toxicidad de laboratorio, experimentos de campo, así como años de observaciones de campo, han demostrado científicamente que la proteína Cry1Ab expresada en el maíz Bt no causa ningún efecto adverso sobre artrópodos fuera del orden Lepidoptera. Todos estos estudios científicos han sido verificados por revisiones y meta-análisis cerciorando su veracidad.
A pesar de ello, existen estudios no verificados que atribuyen efectos adversos a la proteína Cry1Ab, estudios que han ocupado numerosas páginas en los medios de comunicación creando alarma en la sociedad y condicionado a los políticos a la hora de legislar. Los autores critican que se diseñen estudios con unos resultados buscados y propiciados para difundirlos en los medios de comunicación antes de que la comunidad científica pueda rechazarlo tras ser revisado.
El último caso de esta “mala ciencia” ha sido el estudio dirigido por el francés Gilles-Eric Seralini publicado el 19 de septiembre de 2012 en la revista Food and Chemical Toxicology en el que se apuntaban riesgos de salud por el consumo de maíz modificado genéticamente. La comunidad científica criticó sus resultados y la metodología del estudio, afirmando que sus conclusiones no eran verdaderas.