La Unión Europea acumula retrasos de 44 años en aprobación de transgénicos
Según el último informe publicado por la Asociación Europea de Bioindustrias (EuropaBio), la Unión Europea acumula actualmente retrasos de hasta 44 años en aprobación de cultivos transgénicos. Los políticos europeos evitan tomar decisiones en esta área pese a que los productos de cultivos modificados genéticamente ya hayan sido declarados seguros por los órganos científicos competentes.
Según el último informe publicado por la Asociación Europea de Bioindustrias (EuropaBio), la Unión Europea acumula actualmente retrasos de hasta 44 años en aprobación de cultivos transgénicos. Los políticos europeos evitan tomar decisiones en esta área pese a que los productos de cultivos modificados genéticamente ya hayan sido declarados seguros por los órganos científicos competentes.
La normativa europea establece que los productos de cultivos genéticamente modificados deben ser aprobados una vez que son declarados seguros científicamente. El proceso de autorización europeo comienza con la evaluación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) quien realiza un exhaustivo análisis científico de seguridad.
Si la EFSA encuentra que la seguridad de estos productos es equivalente a la de sus homónimos convencionales, el expediente pasa a la Comisión Europea (CE) quien ha de tomar una decisión. La CE tiene tres meses para votar dicho expediente y decidir si se aprueba o no. En el caso de que no se de mayoría cualificada en dicha votación, el expediente pasa al Comité de Apelación quien tiene un máximo de dos meses para realizar la votación.
Pese a estas claras exigencias legales la CE tiene productos que llevan más de cinco años sin ser votados pese a que la EFSA ya los haya declarado seguros para el consumo humano y animal. El retraso acumulado se sitúa en 44 años. Se puede acceder al documento completo en http://www.europabio.org/agricultural/positions/44-years-delays-eu-approval-gm-products.
Actualmente, la Unión Europea no puede producir todo lo que necesita por lo que se ve obligada a importar productos por un valor de mil millones de euros anuales. La soja y el maíz son los productos más importados cuyo destino básico es la alimentación animal.
La estricta legislación europea hace que se generen grandes problemas comerciales en las fronteras ya que muchos cargamentos contienen trazas de transgénicos no aprobados a nivel comunitario. Esto obliga a que los cargamentos sean rechazados, que la oferta sea menor, y que los precios de los alimentos en la Unión Europea suban.
A esto se le suma la crítica situación que viven los agricultores europeos que ven cómo la Unión Europea está comprando fuera de sus fronteras producción transgénica obtenida con el cultivo de semillas modificadas genéticamente que ellos tienen prohibida su siembra en sus tierras.
La normativa europea establece que los productos de cultivos genéticamente modificados deben ser aprobados una vez que son declarados seguros científicamente. El proceso de autorización europeo comienza con la evaluación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) quien realiza un exhaustivo análisis científico de seguridad.
Si la EFSA encuentra que la seguridad de estos productos es equivalente a la de sus homónimos convencionales, el expediente pasa a la Comisión Europea (CE) quien ha de tomar una decisión. La CE tiene tres meses para votar dicho expediente y decidir si se aprueba o no. En el caso de que no se de mayoría cualificada en dicha votación, el expediente pasa al Comité de Apelación quien tiene un máximo de dos meses para realizar la votación.
Pese a estas claras exigencias legales la CE tiene productos que llevan más de cinco años sin ser votados pese a que la EFSA ya los haya declarado seguros para el consumo humano y animal. El retraso acumulado se sitúa en 44 años. Se puede acceder al documento completo en http://www.europabio.org/agricultural/positions/44-years-delays-eu-approval-gm-products.
Actualmente, la Unión Europea no puede producir todo lo que necesita por lo que se ve obligada a importar productos por un valor de mil millones de euros anuales. La soja y el maíz son los productos más importados cuyo destino básico es la alimentación animal.
La estricta legislación europea hace que se generen grandes problemas comerciales en las fronteras ya que muchos cargamentos contienen trazas de transgénicos no aprobados a nivel comunitario. Esto obliga a que los cargamentos sean rechazados, que la oferta sea menor, y que los precios de los alimentos en la Unión Europea suban.
A esto se le suma la crítica situación que viven los agricultores europeos que ven cómo la Unión Europea está comprando fuera de sus fronteras producción transgénica obtenida con el cultivo de semillas modificadas genéticamente que ellos tienen prohibida su siembra en sus tierras.