Los hongos se unen al club del código de barras genético
Un grupo de investigadores ha identificado el código de barras genético aplicable a los hongos. Esta región del ADN que sirve como referencia para distinguir especies, aseguran, podría conducir al tratamiento de enfermedades causadas por infecciones fúngicas y mohos.
El código de barras genético ya ha sido implementado para animales, y hace tres años se identificó un posible código para las plantas con flores.
Pero estos mismos segmentos genéticos no son aplicables a los hongos. Durante dos años investigadores han estado trabajando con nuevos candidatos y presentarán sus resultados en la Cuarta Conferencia Internacional sobre el Código de Barras de la Vida, que se celebra en Australia esta semana (28 de noviembre a 3 de diciembre).
Los hongos son fuente de alimento y antibióticos, pero también de muchas enfermedades, como la aspergilosis invasiva, originada por un hongo del género Aspergillus, y una importante causa de mortalidad en los países en vías de desarrollo. Los expertos creen que la taxonomía basada en el ADN conducirá a un mejor entendimiento de su diversidad y ayudará a mejorar los tratamientos.
De acuerdo con Jesse Ausubel, director del programa de medio ambiente humano de la Universidad Rockefeller, Estados Unidos, y presidente del proyecto internacional Código de Barras para la Vida, contar con el código de barras genético de los hongos también ayudará a generar información más precisa sobre los organismos presentes en el agua cuando se evalúa su calidad.
La región genética del código de barras de los hongos es una de las muchas aplicaciones novedosas de esta tecnología que se discutirán en la conferencia.
La técnica también puede ser utilizada para cartografiar la biodiversidad y para identificar especies de mosca tse-tse, mosquitos y garrapatas. Algunos países están generando bibliotecas de códigos de barras genético para identificar estas especies y crear mapas de las áreas que corren el riesgo de ser afectadas por la enfermedad del sueño, malaria y leishmaniasis.
Otros están levantando bibliotecas para especies de plantas con posible valor medicinal, con el objetivo de identificar rápidamente el fraude dentro de la industria herbaria.
Otro uso novedoso de la técnica es la identificación de plagas agrícolas, como bacterias y moscas de la fruta, en los puntos fronterizos. “Las plagas constituyen un gran problema y son difíciles de identificar”, señaló Ausubel. “Sólo algunos expertos son capaces de diferenciarlas, pero a veces no tienen ni siquiera el insecto completo, sino solo un bicho aplastado; pero incluso de allí se puede obtener ADN”.
En los últimos años, algunos países en vías de desarrollo se han mostrado renuentes a adoptar la tecnología del código de barras genético, alegando que el envío de muestras a otros países podría favorecer la biopiratería.
Según Ausubel, estos países están empezando a superar sus miedos y la participación de naciones de África y América del Sur en el movimiento del código de barras ha sido “excelente”.
En el último año, agregó, ha habido un aumento de capacidad en Kenia y China, mientras que investigadores de Bolivia han participado por primera vez en una expedición para recolectar especímenes para generar bibliotecas.
Ausubel reconoce que los aproximadamente US$5.000 que se necesitan para montar un laboratorio básico para trabajar con códigos de barras genéticos todavía es “mucho dinero para un investigador en Botsuana, pero ya hay laboratorios e institutos en los países en vías de desarrollo que pueden pagarlo”.
“A grandes rasgos, esta es una forma de ciencia asequible”, concluyó. “No se necesita un millón de dólares para participar en el juego”.
Pero estos mismos segmentos genéticos no son aplicables a los hongos. Durante dos años investigadores han estado trabajando con nuevos candidatos y presentarán sus resultados en la Cuarta Conferencia Internacional sobre el Código de Barras de la Vida, que se celebra en Australia esta semana (28 de noviembre a 3 de diciembre).
Los hongos son fuente de alimento y antibióticos, pero también de muchas enfermedades, como la aspergilosis invasiva, originada por un hongo del género Aspergillus, y una importante causa de mortalidad en los países en vías de desarrollo. Los expertos creen que la taxonomía basada en el ADN conducirá a un mejor entendimiento de su diversidad y ayudará a mejorar los tratamientos.
De acuerdo con Jesse Ausubel, director del programa de medio ambiente humano de la Universidad Rockefeller, Estados Unidos, y presidente del proyecto internacional Código de Barras para la Vida, contar con el código de barras genético de los hongos también ayudará a generar información más precisa sobre los organismos presentes en el agua cuando se evalúa su calidad.
La región genética del código de barras de los hongos es una de las muchas aplicaciones novedosas de esta tecnología que se discutirán en la conferencia.
La técnica también puede ser utilizada para cartografiar la biodiversidad y para identificar especies de mosca tse-tse, mosquitos y garrapatas. Algunos países están generando bibliotecas de códigos de barras genético para identificar estas especies y crear mapas de las áreas que corren el riesgo de ser afectadas por la enfermedad del sueño, malaria y leishmaniasis.
Otros están levantando bibliotecas para especies de plantas con posible valor medicinal, con el objetivo de identificar rápidamente el fraude dentro de la industria herbaria.
Otro uso novedoso de la técnica es la identificación de plagas agrícolas, como bacterias y moscas de la fruta, en los puntos fronterizos. “Las plagas constituyen un gran problema y son difíciles de identificar”, señaló Ausubel. “Sólo algunos expertos son capaces de diferenciarlas, pero a veces no tienen ni siquiera el insecto completo, sino solo un bicho aplastado; pero incluso de allí se puede obtener ADN”.
En los últimos años, algunos países en vías de desarrollo se han mostrado renuentes a adoptar la tecnología del código de barras genético, alegando que el envío de muestras a otros países podría favorecer la biopiratería.
Según Ausubel, estos países están empezando a superar sus miedos y la participación de naciones de África y América del Sur en el movimiento del código de barras ha sido “excelente”.
En el último año, agregó, ha habido un aumento de capacidad en Kenia y China, mientras que investigadores de Bolivia han participado por primera vez en una expedición para recolectar especímenes para generar bibliotecas.
Ausubel reconoce que los aproximadamente US$5.000 que se necesitan para montar un laboratorio básico para trabajar con códigos de barras genéticos todavía es “mucho dinero para un investigador en Botsuana, pero ya hay laboratorios e institutos en los países en vías de desarrollo que pueden pagarlo”.
“A grandes rasgos, esta es una forma de ciencia asequible”, concluyó. “No se necesita un millón de dólares para participar en el juego”.