El suero del queso se puede aprovechar en fármacos y cosméticos
Nueve empresas queseras, industrias farmacéuticas y centros de investigación de cinco países europeos trabajan en un proyecto para desarrollar nuevas técnicas para la obtención del ácido láctico procedente del suero y lograr uso como aditivo en fármacos o en materiales poliméricos biocompatibles.
Nueve empresas queseras, industrias farmacéuticas y centros de investigación de cinco países europeos trabajan en un proyecto para desarrollar nuevas técnicas para la obtención del ácido láctico procedente del suero y lograr uso como aditivo en fármacos o en materiales poliméricos biocompatibles.
En el proceso de fabricación del queso, cerca del 85% de la leche es desechada en forma de suero. Tradicionalmente, este se ha tratado como un residuo cuyo tratamiento supone costes adicionales ya que su vertido en grandes cantidades puede acarrear problemas medioambientales. No obstante, este líquido acumula el 20% de las proteínas de la leche y es rico en sales y lactosa, por lo que se ha empezado a plantear su valorización como subproducto en la industria farmacéutica, cosmética y alimentaria.
Nueve empresas queseras, industrias farmacéuticas y centros de investigación de
cinco países europeos (España, Italia, Reino Unido, Austria y Rumanía) trabajan
desde hace dos años en el proyecto del VII Programa Marco Whetlac, que tiene
como fin último el desarrollo de nuevas técnicas para la obtención del ácido
láctico procedente del suero y su uso como aditivo en fármacos o en materiales
poliméricos biocompatibles.
Los tres participantes españoles proceden de Castilla y León. La Fundación Cartif
coordina el proyecto, en el que colaboran también la empresa quesera zamorana
Hijos de Salvador Rodríguez y la farmacéutica Ragactives,
ubicada en el Parque Tecnológico de Boecillo. En total, el proyecto cuenta con
un presupuesto de 1,26 millones de euros, de los que cerca de un millón procede
de la Comisión
Europea.
Los investigadores del Área Químico-Alimentaria de Cartif
Mónica Ruiz y Francisco Javier Gutiérrez explican que la lactosa que se obtiene
del suero puede refinarse y utilizarse en campos como la industria
farmacéutica, la cosmética o como aditivo alimentario. Sin embargo, se producen
demasiados litros al cabo del año “y llega un momento en que no se acepta tanta
cantidad, tanto por el valor de la lactosa como por las necesidades del
mercado”. Así, el proyecto plantea una vía de valorización alternativa, la
posibilidad de obtener ácido láctico de este suero, un ácido que altamente
purificado se convierte en un producto de gran valor añadido.
“El ácido láctico es una molécula muy importante en el mundo de los
biopolímeros y de los nuevos materiales, es un químico base que tiene
muchísimas aplicaciones”, aseguran los investigadores. La idea del proyecto
Whetlac es, por un lado, transformar la lactosa en ácido láctico y, por otro,
purificarlo lo más posible, dos retos técnicos que los científicos del proyecto
han alcanzado.
En cuanto a la transformación de la lactosa en ácido láctico, Mónica Ruiz
detalla que el primer paso consiste en retirar las proteínas presentes en el
suero mediante ultrafiltración tangencial para darles otro uso y trabajar sólo
con la corriente de lactosa. Una vez que se tiene la corriente de lactosa, se
realiza un proceso de fermentación sumergida.
“Este proceso se ha optimizado seleccionando las cepas más eficaces, tanto en
tiempo como en rendimiento, para producir ácido láctico”, apunta la
investigadora de Cartif. Asimismo, estas cepas se han inmovilizado en un
polímero para poder ser reutilizadas, lo que evita tener que inocular
continuamente nuevas bacterias lácticas. “Supone un menor coste medioambiental
y facilita el proceso”, insiste.
Tras realizar la selección de cepas en el laboratorio y comprobar el
rendimiento de las inmovilizadas frente a las no inmovilizadas, se ha
desarrollado una segunda parte con un fermentador totalmente monitorizado de
unos cinco litros. “En ese momento lo que tenemos es un líquido que puede tener
entre un 10 y un 20 por ciento de ácido láctico y es necesario purificarlo
hasta llegar a un 80 o 90 por ciento para que sea comercializable y pueda ser
utilizado en la industria”, subraya.
Como apunta Francisco Javier Gutiérrez, tanto para la industria farmacéutica
como para la fabricación de bioplásticos es necesario lograr una alta pureza.
En el marco del proyecto, se ha desarrollado un novedoso proceso que utiliza
reacción con fluidos supercríticos (aquellos que se encuentran en condiciones
de presión y temperatura superiores a su punto crítico, en el cual las
propiedades del fluido están a medias entre las de los líquidos y las de los
gases).
En este proyecto se ha optado por el uso de los fluidos supercríticos como
medio de reacción. Este modo de trabajo corresponde con la estrategia de diseño
de procesos basados en la denominada “química verde”. Esta filosofía, apunta
Gutiérrez, pretende ir más allá del tratamiento convencional de los residuos y
busca hacer los procesos en su conjunto más seguros y sostenibles.
En esta línea, los investigadores que participan en el proyecto desencadenan
una reacción y se llevan de manera selectiva el producto, a partir del cual
obtienen el ácido láctico. De esta manera se consiguen dos ventajas, “que en un
paso muy sencillo obtenemos un grado de pureza muy alto, muy competitivo
comparado con los métodos que actualmente se están utilizando, y que podemos
valorizar obteniendo otros derivados del ácido láctico”, precisa el
investigador.
Este último aspecto ha modificado el resultado final del proyecto, que está a
punto de concluir. Según Gutiérrez, “la idea que se tenía al principio era
aplicar este proceso como solución para los queseros, pero se ha observado que
tiene problemas de economía de escala y, si no sale económicamente rentable,
perderá su interés”.
Sin embargo, la importancia puede radicar ahora en el proceso industrial y se
están estudiando diversas patentes. “El objetivo inicial de comprobar si se puede
aplicar esta tecnología a dar un alto valor añadido al lactosuero se ha
cumplido. Los últimos datos obtenidos junto a los investigadores austriacos
determinan que el proceso funciona y que, en un paso sencillo, se depura el
ácido láctico que se obtiene por fermentación”, concluye el investigador.
Definir de forma clara cómo se van a explotar los resultados de estos proyectos
es muy importante ya que, como en este caso, pueden dar como fruto innovaciones
con gran interés industrial. En el proyecto Whetlac, “las pymes participantes
son dueñas del proceso generado y pueden hacer la explotación como consideren
oportuno, por ejemplo que una sola haga la explotación y llegue a un acuerdo
con las demás, o directamente vender el resultado del proyecto a un tercero
fuera del consorcio y beneficiarse de otra forma, al no poder implantar la
solución en una quesería pequeña”.
En los trabajos han participado todos los
agentes del sector involucrados “como una cadena de valor”, tanto las empresas
queseras que producen el residuo como las industrias farmacéuticas que podrían
llegar a utilizarlo. Asimismo, en el consorcio participa una empresa
involucrada en temas de ingeniería que podría implantar el proceso ya a una
escala real. En este sentido, las tareas del proyecto se han realizado de forma
conjunta e integrada bajo la coordinación del centro tecnológico Cartif.
Pese a que la efectividad del proceso generado para la obtención de ácido
láctico de gran pureza está contrastada, los precios de este producto en el
mercado y la forma en que está controlado a nivel mundial hacen muy difícil que
pueda implantarse en una fábrica media y que sea rentable. No obstante, en este
caso el producto final iría destinado a la industria farmacéutica, que requiere
de ácido láctico de gran pureza (ya que las restricciones en este sentido son
muy grandes) como conservante.
Del mismo modo, podría aplicarse al campo de la alimentación o como biopolímero
para la fabricación de prótesis. “En la medida en que se pueda producir una
gran cantidad a un coste eficaz, el ácido láctico será cada vez más común como
bioplástico”, subrayan los científicos de Cartif, tras recordar que existen dos
tipos de biopolímeros, los que pueden ser obtenidos de un recurso renovable y
no ser biodegradables, y los que se crean a partir de un recurso biodegradable
y también lo son. “El ácido láctico tiene las dos posibilidades, es un recurso
renovable y además puede llegar a ser un plástico biodegradable, por lo que
también es interesante en campos como el embalaje”, insisten.
El proyecto se encuentra en esta fase, decidir cuál será la salida final que se
dará a los resultados obtenidos. Una de ellas, en virtud de la situación del
mercado del ácido láctico, es patentar el proceso implementado y venderlo a
compañías especializadas en este tipo de soluciones. (Fuente: DICYT)