Transgénicos, alternativa para enfrentar el cambio climático
En unos dos o cinco años, los investigadores darán a conocer una nueva variedad de maíz genéticamente modificado resistente a la sequía.
A casi 15 años de haber iniciado el cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM) en el mundo, no se ha observado ningún riesgo para la salud de las personas ni de los animales. En cambio, representa una alternativa ante los retos que plantea el cambio climático y el rezago que aún enfrentan los países en desarrollo en materia de desnutrición e inseguridad alimentaria, aseguró Albert Sasson, consultor de la UNESCO.
En unos dos o cinco años, los investigadores darán a conocer una nueva variedad de maíz genéticamente modificado resistente a la sequía, señaló Sasson. El siguiente paso será la posibilidad de transferir 20 genes diferentes al maíz de una sola vez con igual número de nuevas propiedades.
El especialista, quien durante 20 años trabajó en la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de la que hoy es asesor, advirtió que los gobiernos del mundo tendrían que estar ocupados en el desarrollo de marcos regulatorios que den certeza al uso de OGM. Sasson participó en la bioCumbre Monterrey 2010, Congreso Internacional de Biotecnología, organizada por Luis Eugenio Todd, coordinador del Instituto de Ciencia y Tecnología de Nuevo León. Ahí el especialista recordó que una de las metas del milenio comprometidas por los países para 2015 es reducir a la mitad la cantidad de personas que carecen de alimentos para sobrevivir, mas no se logrará.
Son varias las razones –explicó–, entre ellas el olvido en que se dejó a la agricultura desde los años 60 del siglo pasado. El tema fue excluido de las agendas políticas bajo el supuesto de que había suficiente para comer. Lo que sigue – apuntó– "es retomar la actividad, con buenas prácticas de agronomía".
Es indispensable emplear técnicas efectivas de fertilización, hacer buen uso del agua (sistemas de riego por goteo), reciclar el líquido, entre otras, y echar mano de la ingeniería genética. El congreso, efectuado los días 17 y 18 de noviembre, sirvió de foro a expertos que presentaron los proyectos en que trabajan para mejorar la seguridad alimentaria. Es el caso de Embrapa Agroindustria de Alimentos de Brasil, que investiga la fortificación de cultivos como arroz, frijol, yuca, camote, calabaza y berenjena. Marillia Nutti, consejera del Comité Científico de Brasil, comentó que la finalidad es elevar los aportes en vitaminas y minerales a los alimentos de la población más desfavorecida para reducir los índices de anemia, el "hambre oculta". El proyecto empezó en 2003 y a la fecha los expertos han logrado semillas de frijol con el doble de aporte de hierro y zinc; así como camotes, cuyo contenido de vitamina A es similar al de las zanahorias, explicó Nutti.
Sasson resaltó que 60 por ciento de la población brasileña se alimenta con productos cultivados por ellos mismos. Son pequeños agricultores que en lo inmediato se benefician de los OGM, dijo e insistió en la importancia de fortalecer las investigaciones en este rubro. De otro modo, el mundo no estará en condiciones de garantizar la alimentación a las más de 9 mil millones de personas que habitarán el planeta en cuatro décadas.
En cuanto a la situación en México, Francisco Zavala García, subdirector de Investigación y Posgrado de la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, comentó que a esta institución le tocó evaluar los proyectos de investigación que se realizan en el país para obtener maíz transgénico. Expuso que los cultivos cumplen con una serie de requisitos y mecanismos de vigilancia que garantizan su seguridad y evitan cualquier riesgo. Resaltó que los mexicanos ya consumen OGM, porque el país importa 600 mil toneladas de maíz cada mes, procedentes de Estados Unidos, donde la totalidad de las siembras son cultivadas con OGM. Zavala concluyó que no hay seguimiento del maíz importado, por lo cual es probable que ya se cultive en territorio nacional. De ahí que oponer resistencia a los trabajos de investigación en México carece de razón, apuntó.