Discuten los efectos de los biocombustibles sobre el suelo y el agua

Expertos de Argentina, Brasil y Estados Unidos debatieron qué tan sustentable es esta energía renovable y consensuaron líneas de trabajo. Un investigador de la UNL fue invitado a participar.

Expertos de Argentina, Brasil y Estados Unidos debatieron qué tan sustentable es esta energía renovable y consensuaron líneas de trabajo. Un investigador de la UNL fue invitado a participar.

Cambios en los usos del suelo, disponibilidad de agua, emisiones contaminantes, eficiencia en los procesos industriales son algunos de los ejes del debate que implica el desarrollo de biocombustibles. Unos 40 especialistas tan diversos como agrónomos, sociólogos, economistas y químicos de Argentina, Brasil y Estados Unidos se reunieron para discutir estas cuestiones con el fin de identificar los desafíos y establecer redes de trabajo.

Un investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Carlos Querini, integró la comitiva argentina que participó del “Workshop de tecnologías de biocombustibles y sus implicaciones para el uso del agua y la tierra” que se celebró en San Pablo entre el 10 y 13 de agosto.

Según contó Querini al regreso, el eje del análisis estuvo puesto en cómo impacta el cambio del uso de la tierra. “Si un suelo es usado para una determinada aplicación, por ejemplo ganadería, y luego se lo empieza a usar para la agricultura, la pregunta es qué impacto tiene ese cambio”, detalló.

Sin embargo, como advirtieron los investigadores, medir ese efecto implica una gran dificultad por la cantidad de factores y variables a tener en cuenta. “Se concluyó que uno de los proyectos que deberían encararse de forma conjunta es elaborar indicadores que cuantifiquen ese parámetro de uso de la tierra que sean aceptados internacionalmente, no sólo para el comercio sino también para tomar decisiones sobre los usos más convenientes”, sintetizó el investigador de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la UNL.

¿Cómo medir?

Renovables, alternativas, sustentables, verdes; en las últimas décadas se amplió el vocabulario y nuevas palabras ingresaron a las discusiones sobre política energética. Pero, más allá de lo limpia que pueda ser una fuente energética -como el sol, el viento o la biomasa- analizar las ventajas y desventajas de cada opción implica considerar todo lo que entra en juego para que la energía pueda ser generada.

“El índice de análisis de ciclo de vida, como se lo denomina, da un número sobre la eficiencia energética pero teniendo en cuenta todo: la erosión, la energía que se gana sobre la energía gastada, factores económicos y sociales, entre otros tantos. Es sumamente complejo porque, por ejemplo, si se usó un fertilizante en el cultivo del que después se va a extraer el aceite para elaborar biodiesel hay que considerar con qué se hizo ese fertilizante, cuanta energía implicó producirlo, y así. En la fabricación hay un costo energético y un problema ecológico que hay que tener en cuenta cuando se hace el análisis de ciclo de vida y que permite comparar diferentes fuentes energéticas”, comentó.

Esta forma de medir la eficiencia debe ser coherente entre los distintos países porque es un factor cada vez más importante en el comercio internacional. Como explicó Querini, la forma en que se produce determina la apertura de mercados. “No se puede vender la producción si hay un alto costo por el cambio de uso de la tierra”, detalló.

Mayor eficiencia

Desde la ingeniería de procesos, área en la que se destaca el trabajo del grupo liderado por Querini, el desafío es aumentar la eficiencia. El objetivo es lograr disponer de tecnología que permita aprovechar biomasa que hoy no se puede transformar en combustible líquido.

“Para todo lo que sea material orgánico de origen de la actividad agropecuaria que no tiene un uso directo, como los desechos de cosechas de la caña de azúcar o de la madera, o subproductos de industrias como por ejemplo la del papel. Esta es una alternativa para transformarlos en combustibles líquidos que hoy tienen una alta demanda por parte del transporte automotor”, adelantó el experto.

Se trata de alternativas que hay que explorar para mejorarlas, desarrollar la tecnología de procesos, catalizadores y otras necesarias- e implementarlas a mayor escala. Esta manera de aprovechar la materia orgánica que actualmente es un desecho -e incluso genera un problema ambiental- permite un mejor balance en la producción de energía, con un menor costo.

“Esto en la Argentina está siendo estudiado por algunos grupos, en Brasil por varios y en Estados Unidos, por muchos”, indicó Querini.

Desde Argentina la lectura más evidente de este camino, según el experto, es que si nuestro país hubiese empezado antes estaría mejor posicionado. “Hoy en Brasil el 46% de toda la energía que se consume es renovable. Es una cantidad enorme y el volumen de etanol que produce Brasil con caña de azúcar es el doble del gas oil que produce Argentina”, señaló.

“Eso lo lograron invirtiendo en tecnología y manteniendo la política a mediano y largo plazo. Argentina y Brasil empezaron su plan de etanol al mismo tiempo, en la década del “70. Argentina lo discontinuó mientras que en Brasil el etanol hoy es más barato que la nafta y se está haciendo cada vez mejor”, continuó.

“El estado actual de la energía en cada país es directamente proporcional a los recursos que han invertido en investigación y desarrollo, y las decisiones políticas que se tomaron para apoyar esas líneas”, reflexionó Querini.