“Estudiando la naturaleza se descubren cosas maravillosas”

Son palabras de la Dra. Raquel Chan y su equipo, que obtuvieron un premio nacional por su trabajo en el desarrollo de la tolerancia genética a insectos en plantas. En una charla con Campo Litoral, Chan habló de transgénicos y de la investigación científica en nuestro país.

Son palabras de la Dra. Raquel Chan y su equipo, que obtuvieron un premio nacional por su trabajo en el desarrollo de la tolerancia genética a insectos en plantas. En una charla con Campo Litoral, Chan habló de transgénicos y de la investigación científica en nuestro país. 

En el laboratorio de biotecnología vegetal de la Facultad de Bioquímica de la UNL, el joven equipo de trabajo que lidera la Dra. Chan no tiene tiempo para festejar. El reciente lauro obtenido inyecta todavía más ánimo para seguir con su trabajo cotidiano. El premio es en la cuarta edición del Concurso Nacional de Innovaciones INNOVAR 2008, y está enmarcado dentro de la categoría de innovaciones al agro. "Nos presentamos y fuimos reconocidos por el trabajo que comenzamos a fines del año pasado y  que fue publicado en una prestigiosa revista inglesa, y eso es también un premio", nos cuenta la investigadora. "Se trata de descubrir el mecanismo de defensa a los insectos, logramos plantas más tolerantes al ataque de los mismos. Aclaro que no se trata de resistencia, sino de tolerancia, porque la resistencia trata de una totalidad. El Bt es una toxina que mata al insecto, lo nuestro es una modificación genética que le proporciona tolerancia a la planta frente al ataque de los insectos", agrega. 

Las plantas tienen su sistema inmunológico, que es distinto al de los animales. Al ser atacadas, despiertan un mecanismo molecular relacionado con una hormona vegetal, que a su vez en un efecto dominó produce los gases volátiles verdes, los que espantan a los insectos, ahuyentándolos sin matarlos. El cultivar entero se defiende así del insecto. El segundo efecto es el que producen los inhibidores de proteasas, que son proteínas que están encargadas de degradar los alimentos. Si el insecto no puede digerirla bien, el mismo se siente mal y no la come. Este gen incentiva también esta segunda defensa de la planta. Atípicamente, el trabajo llevó poco tiempo, ya que su descubrimiento fue casi casual. "En nuestro laboratorio, estas plantas resistían al ataque de insectos. Allí nos planteamos la decisión de ver las causas que motivaban esa defensa, y descubrimos el fundamento de esa fortaleza. En conjunto con la Universidad y el Conicet estamos trabajando en soja, maíz y trigo con los permisos correspondientes para hacer el trabajo y estamos bastante avanzados, sino habitualmente son entre 10 y 14 años de trabajo en este tipo de investigaciones. Ahora estamos en la fase regulatoria" dice Chan. 

Actualmente, el grupo está dedicado a la investigación de la genética molecular de las plantas, con trabajos destinados a girasol, Arabidopsis y leguminosas, tratando de dilucidar cómo responden las plantas a condiciones medioambientales desfavorables, las que incluyen presencia de tóxicos, salinidad, frío o calor. "Estamos identificando varios genes que pueden estar implicados en la relación con el clima, la salinidad, las bacterias, los virus o los insectos, etc.", agrega la científica. "En un mundo que requiere cada vez más alimento, se requiere el análisis de suelos salinos, secos, con regímenes pluviales insuficientes, etc. y esas condiciones requieren un estudio que permita conseguir cultivos biotecnológicamente mejorados para ser cultivados en esos suelos", dice. 

Para la Dra. Chan, la cantidad de dinero que se invierte a nivel local no es ni siquiera una porción infinitesimal de lo que gastan las grandes compañías. "A nivel de patentes, ellos patentan mucho antes de saber si el producto va a servir o no. Nosotros podemos desarrollar productos argentinos, sin duda, con mucho menos dinero pero con más esfuerzo. De hecho, estos son productos desarrollados acá. Lo que todavía no sé es si las empresas nacionales van a poder llevar adelante las últimas instancias comerciales (estamos hablando de varios cientos de millones de dólares). Si las leyes de regulación de transgénicos siguen tan estrictas, aún en nuestros países -en donde no son tan pesadas como en Europa- si no se facilitan para que los productos de origen nacional con preferencia tengan una llegada más rápida al mercado, no se podrá avanzar mucho en este sentido". 

Para la docente, por un lado está la cuestión de la percepción pública, ya que los organismos modificados genéticamente no son bien vistos, aunque estemos rodeados de ellos. "Los organismos públicos se preservan de dar la imagen de no responder a ninguna empresa. Sin embargo, habría que invertir más en educar a la población respecto a qué es un organismo transgénico. No hay ninguna comprobación que se trate de organismos perniciosos para la salud. Además trae beneficios para el hombre. A la hora de buscar un ejemplo que grafique esta realidad, Chan no duda en hacerlo con la industria automotriz. "Todos sabemos que contamina, y no por ello debemos volver a las carretas. Si cuantificáramos la contaminación de esa industria podríamos trabajar en consecuencia para reducirla. Ante la demanda de alimentos mundial podríamos producir sin transgénicos, pero se haría mucho menos cantidad de alimento. Sería más caro comer y aún más gente bajaría el nivel de la pobreza". 

Para la científica, "si hablamos de cultivos orgánicos como defienden algunos entes ecologistas (ojo que yo también estoy a favor de la defensa del medio ambiente), la ecuación sería aún más cara. Ni siquiera los europeos podrían pagarla. Si toda la población se decide a comer productos 100 % orgánicos, elaborados sin pesticida o algún agregado, comerían sólo los ricos. Ya de por sí son muy caros, pero si la demanda aumentara serían todavía más caros. Nadie puede pagar 10 dólares una manzana orgánica, tal como se venden en Europa" sostiene. "No podemos ir hacia lo orgánico, lo que podemos hacer son los controles y los estudios necesarios. Yo no sé si los insectos se van a reproducir de la misma manera con estas plantas, sólo sé que los voy a ahuyentar, pero todas esas variables también deben ser medidas". 

A manera de reflexión final, Chan cuenta el caso de Australia. "Los productos fosforados aplicados para combatir a los insectos son perjudiciales para los humanos también y son contaminantes. Sin embargo, en Australia, por ejemplo, se redujo a cero la contaminación de este tipo en los ríos al aplicar productos (cultivos) resistentes a insectos. Al estar modificados genéticamente no se precisa el uso del pesticida, por lo que se deja de contaminar de manera automática. Mucha gente se asusta hablando del peligro de los transgénicos mientras usa y abusa de los teléfonos celulares", criticó. 

"Tenemos un esquema continuo de trabajo, queremos seguir formando gente, tema que es una carencia enorme en el país, y esa es una tarea que asumimos a diario. Queremos seguir investigando. Cuando uno estudia la naturaleza descubre cosas maravillosas y este tipo de reconocimientos es gratificante. Hay un montón de cosas que todavía no hemos abarcado, como la capacidad de las plantas para limpiar suelos contaminados, y los distintos tipos de estrés que sufren las mismas, que genera el cambio climático.