Cosechan energía a partir de bacterias
Estudiantes de tres escuelas técnicas construyen pilas biológicas para calculadoras o sensores. Buscan barro para volcar en un recipiente, le agregan agua y con dos minas de lápiz negro conectadas por un cable eléctrico logran producir energía para abastecer una calculadora o un pequeño motor.
Estudiantes de tres escuelas técnicas construyen pilas biológicas para calculadoras o sensores. Buscan barro para volcar en un recipiente, le agregan agua y con dos minas de lápiz negro conectadas por un cable eléctrico logran producir energía para abastecer una calculadora o un pequeño motor.
Forman parte del proyecto "Cosechando electricidad de las bacterias", del que también participan el Instituto de Investigación en Ciencia y Tecnología de Materiales, de Mar del Plata, y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA). "El objetivo es desarrollar celdas de combustible microbianas [pilas biológicas] a partir del lodo del Río de la Plata. Cosechamos parte de la electricidad que producen las bacterias al consumir la materia orgánica del lodo, para alimentar aparatos de baja potencia", dice Eduardo Cortón, del Departamento de Química Biológica de FCEN-UBA, coordinador general de este proyecto.
El experimento comienza con un día de campaña en la ribera, una gaseosa y una palita para excavar unos diez centímetros hasta dar con lodo bien negro, en el que las bacterias trabajan a sus anchas. Una pequeña muestra de este barro se vuelca en el envase vacío de la bebida y se le agrega agua del río. Una mina de lápiz negro o grafito se entierra en el lodo y la otra se sumerge en el líquido. Ambas están conectadas a un cable eléctrico, que conduce la energía producida a un aparato que mide sus características eléctricas (tester o multímetro). "En cuestión de horas se puede registrar en el tester el aumento de potencial eléctrico. Cuando los alumnos observan que la aguja del medidor se mueve, quedan impactados", describe el investigador del Conicet desde el Laboratorio de Biosensores y Bioanálisis de la Ciudad Universitaria.
Los que generan energía son chicos de las escuelas de educación técnica N° 2 Osvaldo Magnasco, N° 3 M. Sánchez de Thompson y Nº 32 Gral. José de San Martín. El objetivo es hacer, probar, experimentar, y en especial "investigar una nueva tecnología con materiales que pueden conseguirse en nuestro país", subraya el maestro Alejandro Rodríguez, impulsor de la iniciativa y coordinador del Club de Ciencias Cóndor, financiado por la Fundación YPF. En el laboratorio, esta pila biológica puede funcionar por unos meses, y cada tanto se debe renovar el lodo para que las bacterias tengan nueva materia orgánica para degradar. Esto no es necesario si el sistema se usa directamente en la naturaleza. "Se está ensayando -destaca- enterrar grafitos o electrodos en el lodo del mar, mientras que otros electrodos se encuentran en el agua, produciendo electricidad para alimentar sensores que miden propiedades del agua."
Estas celdas de combustible microbianas ya están funcionando en el mundo. "La marina de los Estados Unidos las emplea para alimentar sensores enterrados en el océano para detectar terremotos o submarinos", ejemplifica el científico, a la vez que señala: "También se pueden usar para purificar desechos cloacales y producir electricidad. Algunos cálculos establecen que el tratamiento de toda el agua cloacal producida en Estados Unidos consume el 1,5% de la energía eléctrica de ese país; la utilización de celdas de combustible microbianas permitiría producir esa electricidad al mismo tiempo que se depuran los líquidos cloacales", destaca.
El proyecto local también obtiene energía del cultivo de microorganismos, como la levadura de panadería. "Estamos trabajando en una serie de diez celdas microbianas que permita alimentar pequeños ventiladores o luces de baja potencia", indica, y enseguida agrega: "En otra línea de investigación, queremos utilizar estos sistemas no tanto para producir energía, sino como sensores o detectores de la calidad del agua".
El proyecto, que llevará seis meses más de experimentación, concluirá con la elaboración de un kit educativo. "Queremos armar una caja que contenga un manual para el profesor, otro para el alumno y los materiales que no son fáciles de conseguir en el mercado para realizar los experimentos", concluye.