Biocombustibles de segunda generación
Esta semana pasó por Buenos Aires André Faaij, experto holandés en biocombustibles, especialmente en los denominados de segunda generación (aquellos generados a partir de residuos y materiales lignocelulósicos).
Esta semana pasó por Buenos Aires André Faaij, experto holandés en biocombustibles, especialmente en los denominados de segunda generación (aquellos generados a partir de residuos y materiales lignocelulósicos).
Aunque es joven, Faaij es uno de los más antiguos estudiosos de las energías renovables especialmente la generada en biomasa: su primer libro sobre la cuestión ya tiene una década.
Miembro del Instituto Copérnico para el Desarrollo Sustentable de la Universidad de Utrecht, el especialista fue el orador principal en el seminario Biocombustibles de segunda generación: perspectiva global y oportunidades para la Argentina, organizado esta semana por la Cámara de Comercio Argentino Holandesa y auspiciado por la embajada de Holanda en Buenos Aires.
Es que la visita de Faaij se inscribe en una serie de actividades promovidas por el gobierno holandés para fomentar alianzas público privadas en este ámbito. De hecho, en el seminario se distribuyó un muy completo trabajo sobre biocombustibles elaborado por el especialista Margo Verhagen, por encargo de la embajada. El estudio, titulado Allies in biofuels, opportunities in the Dutch-Argentiniean biofuels trade relation, está disponible en inglés, fue terminado en noviembre pasado. Por otro lado, institutos científicos de ambos países –el INTA, por la Argentina– ya cooperan en esta área.
En su disertación, Faaij analizó varios escenarios posibles en materia energética para los próximos años y su impacto en la agricultura, especialmente en la superficie destinada a la producción agrícola. Y planteó un panorama difícil pero conocido: una mayor demanda de alimentos (especialmente proteínas) por el crecimiento sostenido de la población mundial; escasez de tierra cultivable; agricultura y ganadería entre los principales emisiones de gas de efecto invernadero; pobreza rural (el 70% de los pobres del mundo vive en el campo); producción agrícola ineficiente, erosión y pérdida de bosques...
El momento de las buenas noticias llegó cuando dio vuelta la página y comenzó a hablar de los biocombustibles de segunda generación que, a diferencia de sus predecesores no tienen la limitación de la tierra cultivable y, sobre todo, no compiten con los alimentos.
Para Faaij, la energía generada a partir de biomasa es una gran oportunidad que combina beneficios energéticos, económicos, ambientales y de desarrollo de los países.
Incluso, afirmó que el recurso a la biomasa (residuos lignocelulósica, agrícolas, maderas de árboles caducos y coníferas, residuos de la industria foertal y hasta cierto tipo de basura, entre otras cosas) permitiría reducir en el futuro la presión sobre la extensión de la frontera agrícola, y se entusiasmó al afirmar que podría liberar algunas áreas actualmente dedicadas a cultivos.
Según Faaij, la bioenergía representaría un negocio global de entre 1000 y 3000 billones de dólares con un mercado casi ilimitado. Una torta de la que las regiones más pobres podrían obtener una buena tajada, según entiende el académico.
El experto holandés llegó a la Argentina integrando una misión de del consorcio holandés Biopec, que impulsa un programa de introducción de esquemas de certificación para biocombustibles, particularmente la certificación de sistemas de biomasa sustentables.
Biopec (cuya sigla significa Biomass Production Export and Certification) es integrado por el Instituto Copérnico de la Universidad de Utrecht, RaboBank, Essent y la Fundación Solidaridad, y cuenta con el auspicio del gobierno holandés.
Aunque es joven, Faaij es uno de los más antiguos estudiosos de las energías renovables especialmente la generada en biomasa: su primer libro sobre la cuestión ya tiene una década.
Miembro del Instituto Copérnico para el Desarrollo Sustentable de la Universidad de Utrecht, el especialista fue el orador principal en el seminario Biocombustibles de segunda generación: perspectiva global y oportunidades para la Argentina, organizado esta semana por la Cámara de Comercio Argentino Holandesa y auspiciado por la embajada de Holanda en Buenos Aires.
Es que la visita de Faaij se inscribe en una serie de actividades promovidas por el gobierno holandés para fomentar alianzas público privadas en este ámbito. De hecho, en el seminario se distribuyó un muy completo trabajo sobre biocombustibles elaborado por el especialista Margo Verhagen, por encargo de la embajada. El estudio, titulado Allies in biofuels, opportunities in the Dutch-Argentiniean biofuels trade relation, está disponible en inglés, fue terminado en noviembre pasado. Por otro lado, institutos científicos de ambos países –el INTA, por la Argentina– ya cooperan en esta área.
En su disertación, Faaij analizó varios escenarios posibles en materia energética para los próximos años y su impacto en la agricultura, especialmente en la superficie destinada a la producción agrícola. Y planteó un panorama difícil pero conocido: una mayor demanda de alimentos (especialmente proteínas) por el crecimiento sostenido de la población mundial; escasez de tierra cultivable; agricultura y ganadería entre los principales emisiones de gas de efecto invernadero; pobreza rural (el 70% de los pobres del mundo vive en el campo); producción agrícola ineficiente, erosión y pérdida de bosques...
El momento de las buenas noticias llegó cuando dio vuelta la página y comenzó a hablar de los biocombustibles de segunda generación que, a diferencia de sus predecesores no tienen la limitación de la tierra cultivable y, sobre todo, no compiten con los alimentos.
Para Faaij, la energía generada a partir de biomasa es una gran oportunidad que combina beneficios energéticos, económicos, ambientales y de desarrollo de los países.
Incluso, afirmó que el recurso a la biomasa (residuos lignocelulósica, agrícolas, maderas de árboles caducos y coníferas, residuos de la industria foertal y hasta cierto tipo de basura, entre otras cosas) permitiría reducir en el futuro la presión sobre la extensión de la frontera agrícola, y se entusiasmó al afirmar que podría liberar algunas áreas actualmente dedicadas a cultivos.
Según Faaij, la bioenergía representaría un negocio global de entre 1000 y 3000 billones de dólares con un mercado casi ilimitado. Una torta de la que las regiones más pobres podrían obtener una buena tajada, según entiende el académico.
El experto holandés llegó a la Argentina integrando una misión de del consorcio holandés Biopec, que impulsa un programa de introducción de esquemas de certificación para biocombustibles, particularmente la certificación de sistemas de biomasa sustentables.
Biopec (cuya sigla significa Biomass Production Export and Certification) es integrado por el Instituto Copérnico de la Universidad de Utrecht, RaboBank, Essent y la Fundación Solidaridad, y cuenta con el auspicio del gobierno holandés.