Aporte Argentino para un Logro Científico Clave
Un investigador de Agronomía de la UBA, junto a otros científicos locales y de Estados Unidos, aportó su experiencia en biotecnología para permitir conseguir células madre.
Un investigador de Agronomía de la UBA, junto a otros científicos locales y de Estados Unidos, aportó su experiencia en biotecnología para permitir conseguir células madre. El equipo logró desencadenar el desarrollo de óvulos congelados sin la intervención de espermatozoides Por primera vez en el mundo, investigadores argentinos que trabajan en los Estados Unidos y en el país lograron inducir el desarrollo de óvulos congelados de mujeres, sin utilizar espermatozoides. El experimento estuvo liderado por la Dra. Ester Polak de Freid, del CER Instituto Médico y otro científico argentino, José Cibelli -uno de los pioneros mundiales de la técnica de clonación-, quien investiga en la Universidad de Michigan, Estados Unidos. Pero además entre los científicos locales participaron el médico veterinario Daniel Salamone, que desde el Laboratorio de Biotecnología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aportó su trabajo y experiencia junto con el del equipo integrado por Gisela Zang, Andrea Divita, Flavia Denaday que trabajan en el CER y Pablo Ross, Kerriane Cunnif del grupo del Dr Cibelli. Para lograr esta fecundación artificial se utilizó una técnica de reproducción asexual llamada partogénesis, cuyo resultado podría ser una fuente futura de células madres, que servirían como "autorreparadoras" para mujeres que padecen enfermedades como los males de Alzheimer y de Parkinson, o diabetes. En este caso, no se utilizó la discutida técnica de clonación, sino que se aplicó la partogénesis, proceso de reproducción asexuada que ocurre en la naturaleza en varias especies de insectos (y en modo análogo en plantas) y que tiene la particularidad de que el óvulo activado -llamado partenote- empieza a desarrollarse sin llevar cromosomas masculinos. El proceso comenzó con la descongelación de óvulos criopreservados de mujeres, que en promedio tenían 32 años. Luego fueron activados o artificialmente inducidos a desarrollar con sustancias químicas y se los mantuvo a una temperatura adecuada en una incubadora, con lo cual se logró la división celular con la formación de blastocisto. Salamone explicó que con la partogénesis estos óvulos responden como si hubieran sido fecundados por los espermatozoides, es decir que `creen` que han sido activados por ellos, aunque no es así". Por eso un blastocisto obtenido por esta técnica, nunca podría dar lugar a un ser humano, ya que carece de los cromosomas masculinos. Cuatro de estos blastocistos fueron colocados sobre un colchón de células umbilicales, para provocar su adhesión a ellas y el desarrollo de células madres. Si se encontrasen células madres como conclusión del proceso de partogénesis y esas células se constituyeran en tratamientos efectivos para distintas enfermedades transmisibles, las mujeres podrían guardar sus óvulos como un seguro para eventualmente cuidar su salud a futuro. Otra línea de aplicación es la regeneración de células del músculo cardíaco, línea de investigación que en la Argentina está probando el Dr. Carlos Trainini, del Hospital Presidente Perón de Avellaneda, Buenos Aires. Allí, pacientes con el Mal de Chagas, recibieron un autotrasplante de células de la médula ósea para tratar sus problemas cardíacos.