Producción nacional de insulina humana recombinante
Exitoso ejemplo de cooperación público-privada, una experiencia de transferencia tecnológica pionera en el país.
Exitoso ejemplo de cooperación público-privada, una experiencia de transferencia tecnológica pionera en el país.
Se presentaron los resultados del proyecto de Producción nacional de insulina recombinante humana, en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). La iniciativa, en la que participaron miembros del sistema científico público y laboratorios privados, fue de las primeras en su tipo tras la sanción de la ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica en 1990. “Aquel investigador básico, si tiene algo que pueda ser transferible, va a hacer lo imposible por hacer dicha transferencia", enfatizó el el presidente de Fundación IBYME, Eduardo Charreau.
La ceremonia contó con la presencia del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT), Lino Barañao; el presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Alejandro Ceccatto; el presidente de Fundación IBYME, Eduardo Charreau; el subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Jorge Aguado; el director del Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (IBioBA), Eduardo Arzt; la directora del IBYME, Damasia Becú; el presidente y el gerente de biotecnología de Denver Farma S.A., José Tombazzi y Néstor Anníbali, respectivamente.
En ese marco, Barañao consideró: “Hacer transferencia es realmente dificultoso, por lo que esta experiencia es tan relevante e inusual. Un logro que consolida un modelo de ciencia básica inspirada en el uso y que, de alguna manera, sustenta lo que intentamos hacer desde el Ministerio y el CONICET, algo que tiene raíces muy profundas y no es sencillo. La ciencia básica es condición necesaria para el desarrollo de un país, pero no suficiente. Si no hay un vínculo entre lo que se genera en un laboratorio y un producto que llega a la gente, el conocimiento que sirve exclusivamente para publicar trabajos contribuye a la brecha entre países, al favorecer aquellos en condiciones de aprovecharlo efectivamente”.
Por su parte, Charreau señaló: “Poder proveer al mercado nacional de insulina redunda en beneficio de sustituir importaciones, y por otro lado, la empresa en la cual se va a hacer la producción de insulina está capacitada para realizar también la exportación del producto”.
El proyecto surgió de la necesidad de motivar la transferencia de tecnologías desde la ciencia básica a la sociedad, explicaron en IBYME. Una meta que, luego de aprobarse la ley 23.877, el Instituto adoptó al convertirse en la primera Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT) de la Argentina.
Desde aquel entonces, en el IBYME se comenzó a pensar un proyecto que, a pesar de los riesgos para su implementación, fuera ambicioso en sus resultados. Finalmente, la idea de producir localmente insulina recombinante tomó forma y obtuvo financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), a través del PID 802/OC-AR Nº 167/96, instrumento que subvenciona propuestas de investigación y desarrollo.
Para llevar adelante el objetivo de manufacturar el medicamento en el país, Charreau decidió recurrir a la industria en busca de apoyo, y lo encontró en Francisco Stefano, un exintegrante del IBYME e investigador del CONICET, que en ese momento trabajaba en los Laboratorios Beta. Juntos, compartiendo un idioma y una tradición científica común, impulsaron la iniciativa que logró evitar la emigración de muchos de sus participantes, entre ellos Néstor Anníbali.
Hace dos años, la firma nacional Denver Farma S.A. adquirió la sección Biotecnológica de Laboratorios Beta y en 2016 inició la construcción de una planta biotecnológica, donde personal del IBYME involucrado en el proyecto trabaja desde marzo último.
“Aquel investigador básico, si tiene algo que pueda ser transferible, va a hacer lo imposible por hacer dicha transferencia. Para ello, debe contar con la interfase academia-empresa; con una férrea motivación; alto nivel de conocimiento; una enorme perseverancia para superar las dificultades, que no son pocas, y porque no, un poco de suerte”, concluyó Charreau.
Durante el encuentro, se prestó reconocimiento al trabajo mancomunado entre quienes hacen ciencia básica, quienes apuestan a su transferencia al sector productivo, y quienes desde el sector empresarial confían en el aporte del conocimiento para lograr los mejores resultados en beneficio de la sociedad.
Se presentaron los resultados del proyecto de Producción nacional de insulina recombinante humana, en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). La iniciativa, en la que participaron miembros del sistema científico público y laboratorios privados, fue de las primeras en su tipo tras la sanción de la ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica en 1990. “Aquel investigador básico, si tiene algo que pueda ser transferible, va a hacer lo imposible por hacer dicha transferencia", enfatizó el el presidente de Fundación IBYME, Eduardo Charreau.
La ceremonia contó con la presencia del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT), Lino Barañao; el presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Alejandro Ceccatto; el presidente de Fundación IBYME, Eduardo Charreau; el subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Jorge Aguado; el director del Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (IBioBA), Eduardo Arzt; la directora del IBYME, Damasia Becú; el presidente y el gerente de biotecnología de Denver Farma S.A., José Tombazzi y Néstor Anníbali, respectivamente.
En ese marco, Barañao consideró: “Hacer transferencia es realmente dificultoso, por lo que esta experiencia es tan relevante e inusual. Un logro que consolida un modelo de ciencia básica inspirada en el uso y que, de alguna manera, sustenta lo que intentamos hacer desde el Ministerio y el CONICET, algo que tiene raíces muy profundas y no es sencillo. La ciencia básica es condición necesaria para el desarrollo de un país, pero no suficiente. Si no hay un vínculo entre lo que se genera en un laboratorio y un producto que llega a la gente, el conocimiento que sirve exclusivamente para publicar trabajos contribuye a la brecha entre países, al favorecer aquellos en condiciones de aprovecharlo efectivamente”.
Por su parte, Charreau señaló: “Poder proveer al mercado nacional de insulina redunda en beneficio de sustituir importaciones, y por otro lado, la empresa en la cual se va a hacer la producción de insulina está capacitada para realizar también la exportación del producto”.
El proyecto surgió de la necesidad de motivar la transferencia de tecnologías desde la ciencia básica a la sociedad, explicaron en IBYME. Una meta que, luego de aprobarse la ley 23.877, el Instituto adoptó al convertirse en la primera Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT) de la Argentina.
Desde aquel entonces, en el IBYME se comenzó a pensar un proyecto que, a pesar de los riesgos para su implementación, fuera ambicioso en sus resultados. Finalmente, la idea de producir localmente insulina recombinante tomó forma y obtuvo financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), a través del PID 802/OC-AR Nº 167/96, instrumento que subvenciona propuestas de investigación y desarrollo.
Para llevar adelante el objetivo de manufacturar el medicamento en el país, Charreau decidió recurrir a la industria en busca de apoyo, y lo encontró en Francisco Stefano, un exintegrante del IBYME e investigador del CONICET, que en ese momento trabajaba en los Laboratorios Beta. Juntos, compartiendo un idioma y una tradición científica común, impulsaron la iniciativa que logró evitar la emigración de muchos de sus participantes, entre ellos Néstor Anníbali.
Hace dos años, la firma nacional Denver Farma S.A. adquirió la sección Biotecnológica de Laboratorios Beta y en 2016 inició la construcción de una planta biotecnológica, donde personal del IBYME involucrado en el proyecto trabaja desde marzo último.
“Aquel investigador básico, si tiene algo que pueda ser transferible, va a hacer lo imposible por hacer dicha transferencia. Para ello, debe contar con la interfase academia-empresa; con una férrea motivación; alto nivel de conocimiento; una enorme perseverancia para superar las dificultades, que no son pocas, y porque no, un poco de suerte”, concluyó Charreau.
Durante el encuentro, se prestó reconocimiento al trabajo mancomunado entre quienes hacen ciencia básica, quienes apuestan a su transferencia al sector productivo, y quienes desde el sector empresarial confían en el aporte del conocimiento para lograr los mejores resultados en beneficio de la sociedad.