Bioemprendedores: del laboratorio a la empresa
Tienen entre 23 y 37 años. Son ingenieros, biólogos y biotecnólogos que, tras su paso por la Unidad de Bioemprendedores y Transferencia del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, dieron el salto a la gestión de un proyecto rentable. Un recorrido por las historias de estos jóvenes de ciencia que se animaron a más.
Tienen entre 23 y 37 años. Son ingenieros, biólogos y biotecnólogos que, tras su paso por la Unidad de Bioemprendedores y Transferencia del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, dieron el salto a la gestión de un proyecto rentable. Un recorrido por las historias de estos jóvenes de ciencia que se animaron a más.
¿Cómo convertir un desarrollo científico en un producto comercializable? Son muchos los investigadores que se hacen esta pregunta: el camino habitual, el más recorrido, es aplicar a una beca y esperar la aparición de algún inversor interesado; el segundo, obtener un subsidio del Estado. Sin embargo, cada vez son más los que se animan a soñar con convertirse en gestores de sus propios proyectos. Y, la mejor noticia: muchos de ellos lo logran.
Desde 2011, la doctora Liliana Haim, bioquímica posgraduada en Administración con Especialización en Evaluación de Proyectos, está al frente de la cátedra Proyectos Biotecnológicos, una materia pensada para que los alumnos del IIB se familiaricen con temas alejados del quehacer científico (planeamiento estratégico, política científica, análisis económico y financiero, regulaciones, negociación y gestión de la propiedad intelectual, entre otros), indispensables a la hora de concretar la aplicación de sus ideas y desarrollos biotecnológicos. A partir de esa experiencia, y apenas un año después a pedido del decano del IIB, Alberto Carlos Frasch, Haim fue un poco más lejos y creó la Unidad de Bioemprendedores y Transferencia. “Lo que hacemos es sobre todo una actividad inspiradora. Queremos mostrar a los estudiantes de Biotecnología que se puede, que hay personas que hicieron un trayecto diferente al de la beca, el doctorado y el viaje al exterior y se animaron a formar una empresa propia”, explica. Federico Marque, bioemprendedor y ahora también docente de la cátedra de Proyectos Biotecnológicos, coincide: “El estímulo a la innovación es fundamental, tanto en la etapa de investigación como en la de formación”.
Abierta a biólogos, biotecnólogos, veterinarios, químicos, médicos y bioquímicos, pero también a ingenieros, economistas, administradores de empresa y agrónomos, la misión de la Unidad es generar emprendimientos biotecnológicos a partir de investigaciones y desarrollos nacidos en el IIB –tanto de sus propios científicos como de proyectos gestados allí– y generar plataformas de capacitación e incubación de startups biotecnológicas. Además, promueve la transferencia al sector productivo de los avances o desarrollos y brinda servicios tecnológicos a empresas. De esta manera, con investigación básica e investigación transferida a la industria, el IIB apoya la generación de empresas que, una vez en funcionamiento, cierran el círculo con una retribución al Instituto. “Para subsistir, los desarrollos biotecnológicos necesitan apoyo del Estado y nosotros invertimos mucho de nuestro tiempo en conseguir subsidios. Pero también se necesita una contraparte, que surge del sector privado. Ambas fuentes alimentan los proyectos en capacitación, equipamiento, insumos diarios y sueldos. Es un ida y vuelta: los subsidios benefician a las empresas porque abaratan los costos del desarrollo”, explica Haim.
En esta misma línea, el IIB también impulsa a los investigadores que transfieren productos a empresas externas: así ocurrió con el proyecto de vacunas bovinas de los doctores Diego Comerci y Juan Ugalde; o con el del doctor Adrián Mutto, reconocido con el premio Bernardo Houssay por la clonación de la vaca productora de leche similar a la humana Rosita-ISA y que ahora desarrolla un servicio de análisis de semen de equinos.
La tarea del IIB tiene un interés fundamental en un contexto de inversión en aplicaciones, innovación y desarrollo de planes para la detección de áreas estratégicas, porque como consecuencia hay un aumento de la transferencia al sector privado. “Frente a los problemas energéticos, ecológicos y alimenticios, a nivel global la biotecnología puede hacer mucho”, asegura Marque y dice que hoy en la Argentina hay una visión tendiente a vincular el sector científico con el sector productivo mediante la implementación de instrumentos de financiamiento especialmente diseñados.
Desde el IIB, el objetivo es armar un fondo o aglomerado productivo de varias empresas biotecnológicas, con puertas abiertas a los proyectos más jóvenes. “A futuro, nuestro sueño es contar con un espacio que nuclee a todas las empresas gestadas en el IIB, una especie de parque tecnológico donde puedan tener cerca su área de investigación, con una red asociativa fuerte a mano”.
Biotecnova: insecticidas biológicos no contaminantes “Un sueño hecho realidad”
Ideado por las egresadas de la Licenciatura en Biotecnología del IIB, María Laura Marcos (23) y Yamila Cutraro (24), este proyecto de desarrollo de un insecticida que cuida el medioambiente recibió el subsidio del Programa de Acceso al Crédito y la Competencia (PACC) del Ministerio de Industria de la Nación. “Elegimos Proyectos Biotecnológicos como materia optativa, sin saber muy bien de qué se trataba. No teníamos mucha idea de qué íbamos a hacer después de recibirnos. Y la verdad es que nos ayudó muchísimo”, cuentan las novísimas emprendedoras, que diseñaron el producto inspiradas por una sugerencia del padre de Cutraro, vinculado al rubro de la fumigación: la necesidad del agro de usar pesticidas menos tóxicos. El producto al que llegaron, y que será comercializado por la empresa Biotecnova, es sanitariamente inocuo y tiene gran poder residual. “Lo que lo diferencia del resto de los insecticidas químicos de uso habitual es que es completamente biológico, hecho a base de hongos entomopatógenos, que son de fácil reproducción natural y no dañan el medioambiente ni destruyen por completo las poblaciones de insectos”, explica Marcos. El producto también podrá reemplazar a los insecticidas químicos que se rocían sobre animales de cría.
Acompañadas por la Incubadora desde el inicio del proyecto, el armado de la empresa propia es para ellas un sueño hecho realidad: “La idea es comercializarlo en los campos ganaderos y agrícolas del país. Y con los fondos del PACC vamos a comprar maquinaria, que nos va servir para mejorar la cepa del hongo y producirlo a escala industrial”, cuentan las biotecnólogas, que ya adquirieron su primer equipo: una estufa para hacer crecer los hongos.
Bioimanay: proteínas recombinantes para industrias de consumo masivo
La primera empresa gestada en la UNSAM. “El armado de una empresa supone grandes responsabilidades y desafíos. La recompensa es la posibilidad de hacer un aporte a la mejora en la calidad de vida del entorno”, dice Martín Blasco (35), doctor en Biología Molecular y uno de los creadores, junto al ingeniero industrial Federico Marque (35) y el biotecnólogo Matías Recúpero (35), de Bioimanay. Esta empresa, que desarrolla proteínas recombinantes para la salud animal y la industria alimentaria mediante ingeniería genética, es el proyecto “senior” de la Unidad porque fue el primero en nacer y forjarse, hace casi cinco años. “Hoy estamos en condiciones de ofrecer servicios biotecnológicos a PyMEs argentinas con inserción en el mercado internacional”, destacan los emprendedores. “Si una empresa quiere desarrollar una hormona, una enzima o convertir su producción, en Bioimanay analizamos el problema, formulamos una solución y realizamos el desarrollo integral que luego transferimos”.
Con el impulso de fondos otorgados por los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) y de Industria, y también del Gobierno porteño, la empresa hoy tiene un equipo de nueve personas y, además, absorbe las tesis de grado de los estudiantes de la Licenciatura en Biotecnología. “Bioimanay les interesa a los estudiantes porque saben que se desarrollan productos que van al mercado. Y algunos después se incorporan a la empresa”.
Hoy, está en pleno crecimiento por la demanda y la inversión en el desarrollo de áreas estratégicas, cuenta Blasco: “Si bien el sector tiene una gran potencialidad, sigue habiendo una dependencia externa grande en materia de insumos y esto es una oportunidad para desarrollar emprendimientos que satisfagan esas demandas.”
mAbia labs: biotecnología aplicada a las industrias alimenticia y vitivinícola del MERCOSUR - “Quitarse el miedo a emprender”
“El camino del científico está aceitado para el que quiere dedicarse a la investigación. Entonces, hoy son pocos los que se aventuran a iniciar una empresa”, cuenta Juan Polledo (29), licenciado en Biotecnología del IIB y creador, junto al doctor en Biología Molecular y Biotecnología, Alejandro Cassola (37), de mAbia Labs, una de las 5 iniciativas premiadas en la quinta edición del certamen “Emprendimientos Innovadores 2013” de la Fundación EMPRETEC y Banco Nación, que además obtuvo en 2013 un PICT Sart-Up del MINCyT, y recibió el subsidio del Programa de Acceso al Crédito y la Competencia (PACC) del Ministerio de Industria. “Desde que cursé la primera materia de la carrera supe que quería montar un emprendimiento como este. Estamos aprendiendo mucho y, en el camino, vemos que nuestro sueño se cumple.”
mAbia Labs desarrolla anticuerpos monoclonales, lo que sumado a un método de detección innovador, permite ofrecer productos de excelencia a precios accesibles para los productores locales. Es un kit de alta especificidad para la detección de alérgenos en alimentos. “Este dispositivo le va a servir al productor para identificar si hay o no contaminación en su lote de producción. Va a ser una herramienta de trabajo imprescindible, que si bien hoy se consigue, es importada y muy costosa”.
El área comercial está a cargo del técnico químico Joel Rotivan Contino, que se sumó al equipo este año con sus conocimientos en administración y marketing, tras conocer el proyecto en el último Launchpad para Bioemprendedores de la UNSAM. En la actualidad, el 4% de la población adulta y el 8% de la población infantil padecen de algún tipo de alergia alimentaria. “El incremento en la demanda de métodos de detección de alérgenos va a ser grande y mAbia Labs va a poder establecerse como el único proveedor regional, sustituyendo importaciones con productos de excelencia y a precios localmente competitivos”.
Sobre su experiencia como investigador de la UNSAM, Cassola dice: “El IIB es mi casa. Es el lugar que me acogió, me educó y me dio todas las posibilidades. Es un instituto de excelencia, compuesto por gente extremadamente capaz y siempre dispuesta a escuchar y dar consejos. La Unidad de Bioemprendedores ayuda mucho a tener una visión de cómo empezar, sirve para quitar el miedo a emprender”. Y Polledo coincide: “Pertenecer a la Incubadora de bioemprendedores es el ‘sueño del pibe’. Están siempre un paso adelante y son mucho más que una palmada en la espalda cuando las cosas no salen”.
¿Cómo convertir un desarrollo científico en un producto comercializable? Son muchos los investigadores que se hacen esta pregunta: el camino habitual, el más recorrido, es aplicar a una beca y esperar la aparición de algún inversor interesado; el segundo, obtener un subsidio del Estado. Sin embargo, cada vez son más los que se animan a soñar con convertirse en gestores de sus propios proyectos. Y, la mejor noticia: muchos de ellos lo logran.
Desde 2011, la doctora Liliana Haim, bioquímica posgraduada en Administración con Especialización en Evaluación de Proyectos, está al frente de la cátedra Proyectos Biotecnológicos, una materia pensada para que los alumnos del IIB se familiaricen con temas alejados del quehacer científico (planeamiento estratégico, política científica, análisis económico y financiero, regulaciones, negociación y gestión de la propiedad intelectual, entre otros), indispensables a la hora de concretar la aplicación de sus ideas y desarrollos biotecnológicos. A partir de esa experiencia, y apenas un año después a pedido del decano del IIB, Alberto Carlos Frasch, Haim fue un poco más lejos y creó la Unidad de Bioemprendedores y Transferencia. “Lo que hacemos es sobre todo una actividad inspiradora. Queremos mostrar a los estudiantes de Biotecnología que se puede, que hay personas que hicieron un trayecto diferente al de la beca, el doctorado y el viaje al exterior y se animaron a formar una empresa propia”, explica. Federico Marque, bioemprendedor y ahora también docente de la cátedra de Proyectos Biotecnológicos, coincide: “El estímulo a la innovación es fundamental, tanto en la etapa de investigación como en la de formación”.
Abierta a biólogos, biotecnólogos, veterinarios, químicos, médicos y bioquímicos, pero también a ingenieros, economistas, administradores de empresa y agrónomos, la misión de la Unidad es generar emprendimientos biotecnológicos a partir de investigaciones y desarrollos nacidos en el IIB –tanto de sus propios científicos como de proyectos gestados allí– y generar plataformas de capacitación e incubación de startups biotecnológicas. Además, promueve la transferencia al sector productivo de los avances o desarrollos y brinda servicios tecnológicos a empresas. De esta manera, con investigación básica e investigación transferida a la industria, el IIB apoya la generación de empresas que, una vez en funcionamiento, cierran el círculo con una retribución al Instituto. “Para subsistir, los desarrollos biotecnológicos necesitan apoyo del Estado y nosotros invertimos mucho de nuestro tiempo en conseguir subsidios. Pero también se necesita una contraparte, que surge del sector privado. Ambas fuentes alimentan los proyectos en capacitación, equipamiento, insumos diarios y sueldos. Es un ida y vuelta: los subsidios benefician a las empresas porque abaratan los costos del desarrollo”, explica Haim.
En esta misma línea, el IIB también impulsa a los investigadores que transfieren productos a empresas externas: así ocurrió con el proyecto de vacunas bovinas de los doctores Diego Comerci y Juan Ugalde; o con el del doctor Adrián Mutto, reconocido con el premio Bernardo Houssay por la clonación de la vaca productora de leche similar a la humana Rosita-ISA y que ahora desarrolla un servicio de análisis de semen de equinos.
La tarea del IIB tiene un interés fundamental en un contexto de inversión en aplicaciones, innovación y desarrollo de planes para la detección de áreas estratégicas, porque como consecuencia hay un aumento de la transferencia al sector privado. “Frente a los problemas energéticos, ecológicos y alimenticios, a nivel global la biotecnología puede hacer mucho”, asegura Marque y dice que hoy en la Argentina hay una visión tendiente a vincular el sector científico con el sector productivo mediante la implementación de instrumentos de financiamiento especialmente diseñados.
Desde el IIB, el objetivo es armar un fondo o aglomerado productivo de varias empresas biotecnológicas, con puertas abiertas a los proyectos más jóvenes. “A futuro, nuestro sueño es contar con un espacio que nuclee a todas las empresas gestadas en el IIB, una especie de parque tecnológico donde puedan tener cerca su área de investigación, con una red asociativa fuerte a mano”.
Biotecnova: insecticidas biológicos no contaminantes “Un sueño hecho realidad”
Ideado por las egresadas de la Licenciatura en Biotecnología del IIB, María Laura Marcos (23) y Yamila Cutraro (24), este proyecto de desarrollo de un insecticida que cuida el medioambiente recibió el subsidio del Programa de Acceso al Crédito y la Competencia (PACC) del Ministerio de Industria de la Nación. “Elegimos Proyectos Biotecnológicos como materia optativa, sin saber muy bien de qué se trataba. No teníamos mucha idea de qué íbamos a hacer después de recibirnos. Y la verdad es que nos ayudó muchísimo”, cuentan las novísimas emprendedoras, que diseñaron el producto inspiradas por una sugerencia del padre de Cutraro, vinculado al rubro de la fumigación: la necesidad del agro de usar pesticidas menos tóxicos. El producto al que llegaron, y que será comercializado por la empresa Biotecnova, es sanitariamente inocuo y tiene gran poder residual. “Lo que lo diferencia del resto de los insecticidas químicos de uso habitual es que es completamente biológico, hecho a base de hongos entomopatógenos, que son de fácil reproducción natural y no dañan el medioambiente ni destruyen por completo las poblaciones de insectos”, explica Marcos. El producto también podrá reemplazar a los insecticidas químicos que se rocían sobre animales de cría.
Acompañadas por la Incubadora desde el inicio del proyecto, el armado de la empresa propia es para ellas un sueño hecho realidad: “La idea es comercializarlo en los campos ganaderos y agrícolas del país. Y con los fondos del PACC vamos a comprar maquinaria, que nos va servir para mejorar la cepa del hongo y producirlo a escala industrial”, cuentan las biotecnólogas, que ya adquirieron su primer equipo: una estufa para hacer crecer los hongos.
Bioimanay: proteínas recombinantes para industrias de consumo masivo
La primera empresa gestada en la UNSAM. “El armado de una empresa supone grandes responsabilidades y desafíos. La recompensa es la posibilidad de hacer un aporte a la mejora en la calidad de vida del entorno”, dice Martín Blasco (35), doctor en Biología Molecular y uno de los creadores, junto al ingeniero industrial Federico Marque (35) y el biotecnólogo Matías Recúpero (35), de Bioimanay. Esta empresa, que desarrolla proteínas recombinantes para la salud animal y la industria alimentaria mediante ingeniería genética, es el proyecto “senior” de la Unidad porque fue el primero en nacer y forjarse, hace casi cinco años. “Hoy estamos en condiciones de ofrecer servicios biotecnológicos a PyMEs argentinas con inserción en el mercado internacional”, destacan los emprendedores. “Si una empresa quiere desarrollar una hormona, una enzima o convertir su producción, en Bioimanay analizamos el problema, formulamos una solución y realizamos el desarrollo integral que luego transferimos”.
Con el impulso de fondos otorgados por los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) y de Industria, y también del Gobierno porteño, la empresa hoy tiene un equipo de nueve personas y, además, absorbe las tesis de grado de los estudiantes de la Licenciatura en Biotecnología. “Bioimanay les interesa a los estudiantes porque saben que se desarrollan productos que van al mercado. Y algunos después se incorporan a la empresa”.
Hoy, está en pleno crecimiento por la demanda y la inversión en el desarrollo de áreas estratégicas, cuenta Blasco: “Si bien el sector tiene una gran potencialidad, sigue habiendo una dependencia externa grande en materia de insumos y esto es una oportunidad para desarrollar emprendimientos que satisfagan esas demandas.”
mAbia labs: biotecnología aplicada a las industrias alimenticia y vitivinícola del MERCOSUR - “Quitarse el miedo a emprender”
“El camino del científico está aceitado para el que quiere dedicarse a la investigación. Entonces, hoy son pocos los que se aventuran a iniciar una empresa”, cuenta Juan Polledo (29), licenciado en Biotecnología del IIB y creador, junto al doctor en Biología Molecular y Biotecnología, Alejandro Cassola (37), de mAbia Labs, una de las 5 iniciativas premiadas en la quinta edición del certamen “Emprendimientos Innovadores 2013” de la Fundación EMPRETEC y Banco Nación, que además obtuvo en 2013 un PICT Sart-Up del MINCyT, y recibió el subsidio del Programa de Acceso al Crédito y la Competencia (PACC) del Ministerio de Industria. “Desde que cursé la primera materia de la carrera supe que quería montar un emprendimiento como este. Estamos aprendiendo mucho y, en el camino, vemos que nuestro sueño se cumple.”
mAbia Labs desarrolla anticuerpos monoclonales, lo que sumado a un método de detección innovador, permite ofrecer productos de excelencia a precios accesibles para los productores locales. Es un kit de alta especificidad para la detección de alérgenos en alimentos. “Este dispositivo le va a servir al productor para identificar si hay o no contaminación en su lote de producción. Va a ser una herramienta de trabajo imprescindible, que si bien hoy se consigue, es importada y muy costosa”.
El área comercial está a cargo del técnico químico Joel Rotivan Contino, que se sumó al equipo este año con sus conocimientos en administración y marketing, tras conocer el proyecto en el último Launchpad para Bioemprendedores de la UNSAM. En la actualidad, el 4% de la población adulta y el 8% de la población infantil padecen de algún tipo de alergia alimentaria. “El incremento en la demanda de métodos de detección de alérgenos va a ser grande y mAbia Labs va a poder establecerse como el único proveedor regional, sustituyendo importaciones con productos de excelencia y a precios localmente competitivos”.
Sobre su experiencia como investigador de la UNSAM, Cassola dice: “El IIB es mi casa. Es el lugar que me acogió, me educó y me dio todas las posibilidades. Es un instituto de excelencia, compuesto por gente extremadamente capaz y siempre dispuesta a escuchar y dar consejos. La Unidad de Bioemprendedores ayuda mucho a tener una visión de cómo empezar, sirve para quitar el miedo a emprender”. Y Polledo coincide: “Pertenecer a la Incubadora de bioemprendedores es el ‘sueño del pibe’. Están siempre un paso adelante y son mucho más que una palmada en la espalda cuando las cosas no salen”.