Rosario, un semillero para los investigadores científicos
Rosario es, cada vez más, un polo de atracción para estudiantes y profesionales que quieren dedicarse a la investigación científica. En esta nota, un joven investigador Lic. en Biotecnología cuenta su área de investigación.
Rosario es, cada vez más, un polo de atracción para estudiantes y profesionales que quieren dedicarse a la investigación científica. En esta nota, un joven investigador Lic. en Biotecnología cuenta su área de investigación.
Algunos jóvenes, a poco de comenzar, alcanzan a ser distinguidos. Hace pocos días se recibía una información sobre la distinción que dos jóvenes científicos del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario, que accedían a sendas becas de una organización internacional intergubernamental dedicada a promover la colaboración internacional para formar a jóvenes científicos en investigación interdisciplinaria centrada en las ciencias de la vida.
Desde la década del 80 se comenzaron a desplegar en Rosario equipos de investigación con claro sentido cooperativo. Hoy, el Centro Científico Tecnológico Rosario, perteneciente al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet Rosario) cuenta con siete institutos con casi medio millar de investigadores: el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi), el Centro Internacional Franco Argentino de Ciencias de la Información y de Sistemas (Cifasis), Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), Instituto de Física Rosario (Ifir), Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice), Instituto de Fisiología Experimental (Ifise), Investigaciones Socio-históricas Regionales (Ishir) y el Instituto de Química Rosario (Iquir).
Proliferan trabajos que han trascendido las fronteras locales, publicaciones en las revistas más destacadas del mundo y registros de patentes.
Juan Manuel Debernardi egresó como licenciado en Biotecnología, en la UNR, en 2008. En 2013 completó el doctorado en Ciencias Biológicas con los doctores Javier Palatnik y Ramiro Rodriguez. Ingresó en el laboratorio cuando Palatnik había sido distinguido por su contribución a encontrar un mecanismo regulatorio de los micro ARNs. Javier Paltnik fue uno de los primeros autores en publicar sobre los micro ARNs en plantas. “Allí comencé a estudiar una de las familias de los micro ARNs que tienen relevancia en el desarrollo de las plantas”, afirma Debernardi, Y agrega: “Estudiamos las hojas. Indagamos qué funciones regulatorias tienen esas moléculas pequeñas, los micro ARNs, para que la planta forme a las hojas”.
- Qué buscaban, ¿intervenir en el crecimiento de las hojas?
- Sí, así es. A poco de empezar a trabajar nos encontramos con un regulador muy importante del cual depende el tamaño de las hojas, las que pueden llegar hasta dos veces su tamaño normal. El año pasado publicamos un trabajo en una revista muy prestigiosa e hicimos una patente, junto con Conicet y la Universidad Nacional de Rosario.
- ¿Con qué plantas trabajan?
- Trabajamos con una planta modelo que es la arabidopsis, ya que, como tiene un ciclo de vida de un mes y medio, permite observar, en un corto lapso de tiempo, los resultados de nuestras intervenciones; lo que nos permite diseñar proyectos de desarrollo de la planta y obtener información en poco tiempo, y, así avanzar más rápido. Las plantas con flor, las angiospermas, se dividen en dos grupos mayoritarios que son las dicotiledóneas que son las que tienen hojas redondas, como las plantas de poroto, soja, papa, café; y las monocotiledóneas que tienen las hojas alargadas como vainas, como son las de los cereales: maíz, trigo, cebada. Mi intención era trabajar con las monocotiledóneas. La beca que acabo de ganar me permite trabajar en el laboratorio donde puedo desarrollarme en estos temas que hoy resultan necesarios para nuestro laboratorio.
- ¿Viajó al exterior a completar su formación?
- Dentro del proyecto de investigación en el que yo estaba, surgieron algunas preguntas que debíamos responder y en el país no había la suficiente experiencia de la técnica que necesitábamos. En el marco de un proyecto de colaboración con un grupo de Holanda que estaba trabajando con los mismos genes que nosotros, solicité una beca a la European Molecular Biology Organization (EMBO) que financia becas a nivel mundial. Accedí a una beca por tres meses para ir a trabajar a un instituto de primer nivel, con otras tecnologías y otros recursos. Intenté poner a punto nuestra técnica y hasta hoy sigo trabajando en ella. De esa colaboración ya publicamos un artículo en una revista llamada Genome Biology; además estamos mandando otro trabajo de nuestro grupo a otra revista que se llama The Plant Journal.
- ¿Puede hablarnos de la beca con la que ha sido distinguido?
- Recibí una beca muy buscada. Mientras trabajaba con Javier en mi postdoctorado, pude intercambiar información con Jorge Dubcovsky, un argentino que está en UC Davis, California, Estados Unidos. El laboratorio de Jorge Dubcovsky reúne las características que se adecuan a mis proyectos. Él tiene una formación genetista; la nuestra es molecular y esto puede complementar el trabajo. Él dispone de una variedad de herramientas genéticas que nos son imprescindibles. Su laboratorio aporta desarrollos referidos a la agricultura, sobre todo en trigo y cebada, cultivos que, para nosotros, son prioritarios dado el tipo de producción que tenemos en la Pampa Húmeda. Al pedirle una pasantía por su laboratorio, se mostró interesado por lo que yo hacía y me sugirió que me anotara en una beca muy prestigiosa de los Estados Unidos: Human Frontiere. Se trata de una beca muy competitiva y muy demandada. En un principio no me vi con muchas chances.
- ¿Requisitos?
- Un proyecto de investigación que él debe avalar, además de dos cartas de referencias de lugares donde yo me desempeñé. Una del doctor Javier Palatnik y la otra de gente del laboratorio de Holanda, donde trabajé. La evaluación es muy rigurosa, presenté dos trabajos de primer autor, otros cuatro trabajos donde había colaborado. El jurado se expidió a fines de marzo.
- ¿En qué consiste la beca?
- Es por tres años. Aparte de pagarte un sueldo, suficiente como para vivir dignamente, nos dan dinero para comprar equipamiento y para viajes a congresos.
- ¿Se cumple uno de sus sueños?
- Yo llegué a estudiar a Rosario por un apoyo económico de la Municipalidad de Colón, por haber tenido un desempeño sobresaliente en el secundario. Lo destaco porque para que alguien pueda cumplir con sus sueños hay mucha gente que contribuye para que nosotros tengamos una oportunidad única que de otro modo se haría inalcanzable.
En primera persona
“Nací en Colón, provincia de Buenos Aires. Hice primario y secundario; en éste elegí la modalidad ciencias naturales; siempre sentí una atracción especial por la ciencia, física, química, biología. Estaba en pleno secundario cuando se introdujeron los transgénicos en Argentina; ahí me empecé a involucrar más con ciencia y tecnología y decidí biotecnología. Además, Alicia Vizcáino, profesora de biología en la secundaria, me ayudó a que me interesara por la biología. Con ella iba a las olimpíadas de biología. Dada las notas que obtuve en el secundario, la Municipalidad de Colón me facilitó una beca para encarar mis estudios universitarios”.
Algunos jóvenes, a poco de comenzar, alcanzan a ser distinguidos. Hace pocos días se recibía una información sobre la distinción que dos jóvenes científicos del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario, que accedían a sendas becas de una organización internacional intergubernamental dedicada a promover la colaboración internacional para formar a jóvenes científicos en investigación interdisciplinaria centrada en las ciencias de la vida.
Desde la década del 80 se comenzaron a desplegar en Rosario equipos de investigación con claro sentido cooperativo. Hoy, el Centro Científico Tecnológico Rosario, perteneciente al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet Rosario) cuenta con siete institutos con casi medio millar de investigadores: el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi), el Centro Internacional Franco Argentino de Ciencias de la Información y de Sistemas (Cifasis), Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), Instituto de Física Rosario (Ifir), Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice), Instituto de Fisiología Experimental (Ifise), Investigaciones Socio-históricas Regionales (Ishir) y el Instituto de Química Rosario (Iquir).
Proliferan trabajos que han trascendido las fronteras locales, publicaciones en las revistas más destacadas del mundo y registros de patentes.
Juan Manuel Debernardi egresó como licenciado en Biotecnología, en la UNR, en 2008. En 2013 completó el doctorado en Ciencias Biológicas con los doctores Javier Palatnik y Ramiro Rodriguez. Ingresó en el laboratorio cuando Palatnik había sido distinguido por su contribución a encontrar un mecanismo regulatorio de los micro ARNs. Javier Paltnik fue uno de los primeros autores en publicar sobre los micro ARNs en plantas. “Allí comencé a estudiar una de las familias de los micro ARNs que tienen relevancia en el desarrollo de las plantas”, afirma Debernardi, Y agrega: “Estudiamos las hojas. Indagamos qué funciones regulatorias tienen esas moléculas pequeñas, los micro ARNs, para que la planta forme a las hojas”.
- Qué buscaban, ¿intervenir en el crecimiento de las hojas?
- Sí, así es. A poco de empezar a trabajar nos encontramos con un regulador muy importante del cual depende el tamaño de las hojas, las que pueden llegar hasta dos veces su tamaño normal. El año pasado publicamos un trabajo en una revista muy prestigiosa e hicimos una patente, junto con Conicet y la Universidad Nacional de Rosario.
- ¿Con qué plantas trabajan?
- Trabajamos con una planta modelo que es la arabidopsis, ya que, como tiene un ciclo de vida de un mes y medio, permite observar, en un corto lapso de tiempo, los resultados de nuestras intervenciones; lo que nos permite diseñar proyectos de desarrollo de la planta y obtener información en poco tiempo, y, así avanzar más rápido. Las plantas con flor, las angiospermas, se dividen en dos grupos mayoritarios que son las dicotiledóneas que son las que tienen hojas redondas, como las plantas de poroto, soja, papa, café; y las monocotiledóneas que tienen las hojas alargadas como vainas, como son las de los cereales: maíz, trigo, cebada. Mi intención era trabajar con las monocotiledóneas. La beca que acabo de ganar me permite trabajar en el laboratorio donde puedo desarrollarme en estos temas que hoy resultan necesarios para nuestro laboratorio.
- ¿Viajó al exterior a completar su formación?
- Dentro del proyecto de investigación en el que yo estaba, surgieron algunas preguntas que debíamos responder y en el país no había la suficiente experiencia de la técnica que necesitábamos. En el marco de un proyecto de colaboración con un grupo de Holanda que estaba trabajando con los mismos genes que nosotros, solicité una beca a la European Molecular Biology Organization (EMBO) que financia becas a nivel mundial. Accedí a una beca por tres meses para ir a trabajar a un instituto de primer nivel, con otras tecnologías y otros recursos. Intenté poner a punto nuestra técnica y hasta hoy sigo trabajando en ella. De esa colaboración ya publicamos un artículo en una revista llamada Genome Biology; además estamos mandando otro trabajo de nuestro grupo a otra revista que se llama The Plant Journal.
- ¿Puede hablarnos de la beca con la que ha sido distinguido?
- Recibí una beca muy buscada. Mientras trabajaba con Javier en mi postdoctorado, pude intercambiar información con Jorge Dubcovsky, un argentino que está en UC Davis, California, Estados Unidos. El laboratorio de Jorge Dubcovsky reúne las características que se adecuan a mis proyectos. Él tiene una formación genetista; la nuestra es molecular y esto puede complementar el trabajo. Él dispone de una variedad de herramientas genéticas que nos son imprescindibles. Su laboratorio aporta desarrollos referidos a la agricultura, sobre todo en trigo y cebada, cultivos que, para nosotros, son prioritarios dado el tipo de producción que tenemos en la Pampa Húmeda. Al pedirle una pasantía por su laboratorio, se mostró interesado por lo que yo hacía y me sugirió que me anotara en una beca muy prestigiosa de los Estados Unidos: Human Frontiere. Se trata de una beca muy competitiva y muy demandada. En un principio no me vi con muchas chances.
- ¿Requisitos?
- Un proyecto de investigación que él debe avalar, además de dos cartas de referencias de lugares donde yo me desempeñé. Una del doctor Javier Palatnik y la otra de gente del laboratorio de Holanda, donde trabajé. La evaluación es muy rigurosa, presenté dos trabajos de primer autor, otros cuatro trabajos donde había colaborado. El jurado se expidió a fines de marzo.
- ¿En qué consiste la beca?
- Es por tres años. Aparte de pagarte un sueldo, suficiente como para vivir dignamente, nos dan dinero para comprar equipamiento y para viajes a congresos.
- ¿Se cumple uno de sus sueños?
- Yo llegué a estudiar a Rosario por un apoyo económico de la Municipalidad de Colón, por haber tenido un desempeño sobresaliente en el secundario. Lo destaco porque para que alguien pueda cumplir con sus sueños hay mucha gente que contribuye para que nosotros tengamos una oportunidad única que de otro modo se haría inalcanzable.
En primera persona
“Nací en Colón, provincia de Buenos Aires. Hice primario y secundario; en éste elegí la modalidad ciencias naturales; siempre sentí una atracción especial por la ciencia, física, química, biología. Estaba en pleno secundario cuando se introdujeron los transgénicos en Argentina; ahí me empecé a involucrar más con ciencia y tecnología y decidí biotecnología. Además, Alicia Vizcáino, profesora de biología en la secundaria, me ayudó a que me interesara por la biología. Con ella iba a las olimpíadas de biología. Dada las notas que obtuve en el secundario, la Municipalidad de Colón me facilitó una beca para encarar mis estudios universitarios”.