Biotecnología de alto nivel
Entrevista a la joven biotecnóloga Julieta Cabello, premiada como Santafesina del Año 2013, galardón que entrega el diario El Litoral. Se desempeña en uno de los laboratorios del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral. Fue reconocida por la prestigiosa MIT Technology Review por sus investigaciones. Cuenta en esta entrevista su área de trabajo.
Entrevista a la joven biotecnóloga Julieta Cabello, premiada como Santafesina del Año 2013, galardón que entrega el diario El Litoral. Se desempeña en uno de los laboratorios del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral. Fue reconocida por la prestigiosa MIT Technology Review por sus investigaciones. Cuenta en esta entrevista su área de trabajo.
Mejor con las plantas. “Ingresé al Laboratorio de Biotecnología Vegetal de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas en el 2004, para colaborar con un investigador que estaba haciendo su doctorado. Desde ese entonces, el laboratorio se dedica a caracterizar un tipo de proteínas que está involucrada en los mecanismos de respuestas de las plantas a las condiciones medioambientes desfavorables, como el frío o la sequía. Cuando empecé a hacer esto, me encantó el trabajo. Hice cursos para probar si me interesaba más la biotecnología aplicada a la parte animal o humana, pero no me gustó. Además, me dan mucha pena los animales de laboratorio. Trabajar con las plantas es otra cosa y decidí quedarme en el Laboratorio de Biotecnología Vegetal, donde me desempeño como investigadora del Conicet”.
El descubrimiento. “En el laboratorio hice mi tesis de doctorado en el estudio de un tipo de proteínas del girasol -llamadas técnicamente factores de transcripción- y de uno en particular, el HaHB1, que es con el que gané el premio del MIT (Instituto de Tecnología Massachusetts). Para decirlo sencillamente, nosotros hacemos modificaciones transgénicas a plantas que usamos como modelos de laboratorio. A estas plantas, que se llaman Arabidopsis thaliana, le insertamos un gen de girasol que su genoma habitual no contiene. Después, hay que ver qué le causa a esta planta tener este gen de más. El HaHB1 resultó que hace a la planta más resistente a distintos tipos de estrés relacionados con condiciones del medio ambiente y que pueden afectar a su desarrollo, como el frío, la sequía y el exceso de salinidad del suelo. Respecto al descubrimiento de la tolerancia al frío, el primer ensayo fue en el congelador de una heladera común donde teníamos semillas. Puse las plantas por unas horas, y cuando las saqué, las dejé recuperar y al día siguiente vimos que todas las plantas transgénicas sobrevivieron, mientras que todas las plantas controles, no. Nos pusimos contentos porque nunca habíamos trabajado con este tipo de estrés en nuestro laboratorio, sí con estrés hídrico y de salinidad. Luego nos dispusimos a hacer de nuevo el ensayo, comprar los medidores especializados; me gustó muchísimos ese desafío porque era todo nuevo”.
Posibilidades abiertas. “Hay muchas investigaciones a nivel mundial relacionadas con la tolerancia de las plantas a los estrés. Pero lo que nosotros desarrollamos en cuanto a investigación es el tema de la mayor productividad, es decir, lograr una mayor cantidad de semillas por planta. Vimos que las transgénicas HaHB1, tenían más semillas que las plantas sin modificación. Esa combinación de resistencia a distintos estrés y mayor productividad, convirtió al gen en una tecnología con un alto potencial biotecnológico y con posibilidades de patentarlo. Así, se interesó una empresa inglesa de vinculación tecnológica, llamada PBL (Plant Bioscience Limited), que se encargó de ponerse en contacto con multinacionales para transformar los cultivos de interés agronómicos, como soja, trigo o maíz. Justamente lo que gustó a los jueces del MIT es el interés agronómico de estos cultivos que funcionaron muy bien en los ensayos de campo. Ahora, las empresas van a continuar con los pasos siguientes hasta poder lanzar las semillas al mercado. Falta mucho camino por recorrer todavía, pero este tipo de descubrimiento podría ayudar en un futuro a paliar los problemas de alimentación de la población mundial ya que posibilitaría la siembra de cultivos en suelos que, hasta hoy, no pueden ser utilizados agronómicamente por problemas de sequía o salinidad”.
Hacer ciencia en Santa Fe. “Cada vez se nota más el apoyo a la ciencia y la tecnología de parte del gobierno nacional y provincial. Por supuesto que no es una tarea fácil, por el hecho de depender de la asignación de subsidios o de estar limitado si no tenés dinero para comprar los equipos. No es fácil todo lo que rodea a ser investigador, pero desde que empecé hasta ahora, hay más apoyo del Estado. Todavía se podría hacer muchísimo más a favor de la ciencia, pero estamos bien encaminados. Ahora, estoy trabajando en la caracterización de otros genes, siempre buscándole la aplicación al agro. A mí me interesa más la ciencia aplicada. También estamos viendo si podemos obtener plantas de las cuales sea más fácil y rentable la producción de biodiesel”.
Julieta Cabello tiene 31 años y es oriunda de General Ramírez, provincia de Entre Ríos. Cuando tenía 17 años cruzó el río para estudiar la Licenciatura en Biotecnología en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL.
Mejor con las plantas. “Ingresé al Laboratorio de Biotecnología Vegetal de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas en el 2004, para colaborar con un investigador que estaba haciendo su doctorado. Desde ese entonces, el laboratorio se dedica a caracterizar un tipo de proteínas que está involucrada en los mecanismos de respuestas de las plantas a las condiciones medioambientes desfavorables, como el frío o la sequía. Cuando empecé a hacer esto, me encantó el trabajo. Hice cursos para probar si me interesaba más la biotecnología aplicada a la parte animal o humana, pero no me gustó. Además, me dan mucha pena los animales de laboratorio. Trabajar con las plantas es otra cosa y decidí quedarme en el Laboratorio de Biotecnología Vegetal, donde me desempeño como investigadora del Conicet”.
El descubrimiento. “En el laboratorio hice mi tesis de doctorado en el estudio de un tipo de proteínas del girasol -llamadas técnicamente factores de transcripción- y de uno en particular, el HaHB1, que es con el que gané el premio del MIT (Instituto de Tecnología Massachusetts). Para decirlo sencillamente, nosotros hacemos modificaciones transgénicas a plantas que usamos como modelos de laboratorio. A estas plantas, que se llaman Arabidopsis thaliana, le insertamos un gen de girasol que su genoma habitual no contiene. Después, hay que ver qué le causa a esta planta tener este gen de más. El HaHB1 resultó que hace a la planta más resistente a distintos tipos de estrés relacionados con condiciones del medio ambiente y que pueden afectar a su desarrollo, como el frío, la sequía y el exceso de salinidad del suelo. Respecto al descubrimiento de la tolerancia al frío, el primer ensayo fue en el congelador de una heladera común donde teníamos semillas. Puse las plantas por unas horas, y cuando las saqué, las dejé recuperar y al día siguiente vimos que todas las plantas transgénicas sobrevivieron, mientras que todas las plantas controles, no. Nos pusimos contentos porque nunca habíamos trabajado con este tipo de estrés en nuestro laboratorio, sí con estrés hídrico y de salinidad. Luego nos dispusimos a hacer de nuevo el ensayo, comprar los medidores especializados; me gustó muchísimos ese desafío porque era todo nuevo”.
Posibilidades abiertas. “Hay muchas investigaciones a nivel mundial relacionadas con la tolerancia de las plantas a los estrés. Pero lo que nosotros desarrollamos en cuanto a investigación es el tema de la mayor productividad, es decir, lograr una mayor cantidad de semillas por planta. Vimos que las transgénicas HaHB1, tenían más semillas que las plantas sin modificación. Esa combinación de resistencia a distintos estrés y mayor productividad, convirtió al gen en una tecnología con un alto potencial biotecnológico y con posibilidades de patentarlo. Así, se interesó una empresa inglesa de vinculación tecnológica, llamada PBL (Plant Bioscience Limited), que se encargó de ponerse en contacto con multinacionales para transformar los cultivos de interés agronómicos, como soja, trigo o maíz. Justamente lo que gustó a los jueces del MIT es el interés agronómico de estos cultivos que funcionaron muy bien en los ensayos de campo. Ahora, las empresas van a continuar con los pasos siguientes hasta poder lanzar las semillas al mercado. Falta mucho camino por recorrer todavía, pero este tipo de descubrimiento podría ayudar en un futuro a paliar los problemas de alimentación de la población mundial ya que posibilitaría la siembra de cultivos en suelos que, hasta hoy, no pueden ser utilizados agronómicamente por problemas de sequía o salinidad”.
Hacer ciencia en Santa Fe. “Cada vez se nota más el apoyo a la ciencia y la tecnología de parte del gobierno nacional y provincial. Por supuesto que no es una tarea fácil, por el hecho de depender de la asignación de subsidios o de estar limitado si no tenés dinero para comprar los equipos. No es fácil todo lo que rodea a ser investigador, pero desde que empecé hasta ahora, hay más apoyo del Estado. Todavía se podría hacer muchísimo más a favor de la ciencia, pero estamos bien encaminados. Ahora, estoy trabajando en la caracterización de otros genes, siempre buscándole la aplicación al agro. A mí me interesa más la ciencia aplicada. También estamos viendo si podemos obtener plantas de las cuales sea más fácil y rentable la producción de biodiesel”.
Julieta Cabello tiene 31 años y es oriunda de General Ramírez, provincia de Entre Ríos. Cuando tenía 17 años cruzó el río para estudiar la Licenciatura en Biotecnología en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL.