Mini usinas de bioetanol, un sueño para el norte cañero
Una delegación de funcionarios, técnicos e industriales santafesinos tomaron contacto con fabricantes brasileños de pequeñas plantas para elaborar biocombustible y derivados de la caña, como azúcar integral y aguardiente. La idea es agregar valor en origen a la producción de los pequeños cañeros. Técnicamente es posible, pero se necesitan otros ajustes.
Una delegación de funcionarios, técnicos e industriales santafesinos tomaron contacto con fabricantes brasileños de pequeñas plantas para elaborar biocombustible y derivados de la caña, como azúcar integral y aguardiente. La idea es agregar valor en origen a la producción de los pequeños cañeros. Técnicamente es posible, pero se necesitan otros ajustes.
Agregarle valor a la caña de azúcar es el gran desafío para la cuenca santafesina (además de hacer crecer la superficie cultivada). Algunos proyectos, recostados en la producción de bioetanol, apuntan en ese sentido. Una obra de riego y la reactivación de la alcoholera de Villa Ocampo, son los principales pilares a escala industrial. Sin embargo la realidad socioeconómica de muchos pequeños cañeros -que cuentan con pocas hectáreas en producción o están lejos de los ingenios- demanda otras alternativas que les permitan captar una renta mayor.
En busca de opciones para estos actores, técnicos, autoridades y empresarios de la región realizaron a fines de octubre un viaje a Brasil, donde observaron el funcionamiento de mini usinas de etanol y pequeñas fábricas de azúcar integral.
“Técnicamente se pueden hacer, lo que falta es darle sustentabilidad al esquema, porque producir es fácil, pero después hay que vender el producto y se necesita contar con un mercado capaz de absorber esa oferta”, indicó el Secretario del Sistema Hídrico, Forestal y Minero, Roberto Tión, para advertir que hasta el momento son meras hipótesis para poner a prueba en el norte provincial. Por cuestiones legales o regulatorias, lo más complicado para los cañeros sería comercializar bioetanol. En cambio parece tener más chances, al menos en el corto plazo, la posibilidad de vender su propia azúcar integral.
Azúcar moreno
La “misión exploratoria”, conformada por técnicos, empresarios y funcionarios de la Provincia y de la Municipalidad de Villa Ocampo, consistió en entrevistas y observaciones en dos empresas de Río Grande do Sul dedicadas a la construcción de pequeñas unidades industriales para elaborar azúcar integral, alcohol, aceites esenciales, jugos y aguardientes (ron, cashasa, etc): “Limana Poliservicios”, radicada en Jaguarí, y Green Social Bioethanol de Sao Vicente Do Sul. Allí se interiorizaron sobre los procesos productivos y los aspectos comerciales y sociales que derivan de la industrialización de la producción primaria a pequeña escala en el medio rural.
Todos coincidieron en las reales posibilidades de adaptación y adopción de estas alternativas, sobre todo en cuanto a la producción de azúcar integral, jugos y bebidas espirituosas, así como un gran potencial para el desarrollo de los biocombustibles a baja escala, pero “en la medida de que la legislación existente que regula la producción de los mismos, se adecue a sus necesidades”. Es que, a diferencia de Brasil, en Argentina la normativa vigente impediría la comercialización de biocombustibles a baja escala.
“En principio el foco es apuntar a la producción de azúcar integral porque es lo más viable desde el punto de vista del mercado”, indicó el coordinador de la Cadena Sucro-Alcoholera, Duilio Santana. Una de las mini fábricas que observaron tiene capacidad para moler 10 toneladas de caña al día, por lo que en una zafra de 100 días podría producir -con un rinde industrial de 10%- unas 100 toneladas de azúcar integral. “Esa escala podría abastecerse con 30 hectáreas de caña”, señaló el funcionario. “La idea es fabricarla acá y que el pequeño productor la trabaje en forma asociativa para agregar valor y un precio diferenciado”, agregó.
La cuenca cuenta con 198 productores, la mayoría de los cuales explota pequeñas superficies que van de 5 a 10 hectáreas. En un año normal los rendimientos culturales promedio pueden rondar las 35 toneladas de caña por hectárea y en fábrica un máximo de 10/11% (100/110 kg de azúcar por tonelada de caña). El régimen de maquila en los ingenios santafesinos determina 55% para el productor, por lo que de cada tonelada de caña entregada los productores reciben -en el mejor de los casos- 55 kilos de azúcar. Por lo tanto el primer beneficio de la producción propia sería quedarse con el 100% del rinde industrial. El otro sería el precio de venta: hoy los ingenios pagan entre $2.90 y $3.10 por kilo de azúcar, pero en una dietética porteña el medio kilo de azúcar integral se paga $19, lo que elevaría considerablemente el precio a recibir por el productor. Incluso hay una tercera ventaja como el aprovechamiento del bagazo (residuo de la molienda) para alimento animal, con el diferencial respecto del obtenido en el ingenio de ser más nutritivo por mantener altos niveles de azúcar.
Héctor Solari, titular de la empresa Omega, de El Trébol, especializada en fabricar herramientas para pequeñas industrias lácteas y productores de escala reducida, también participó de la gira y en él recae la esperanza de concretar un modelo nacional. “Si bien tiene costo inicial (caldera, olla, trapiche..) que aún no calculamos, grosso modo podría estar entre $300.000 y $500.000; nosotros ya empezamos a hacer planimetría de ollas y otras herramientas con las fotos que trajimos de allá y estamos en condiciones de hacerlas; probablemente comencemos a fabricarla en lo primeros días 2013”, reveló el empresario.
Santana confió que -en forma muy incipiente- ya están charlando con productores de la cuenca para intentar instalar una primera planta asociativa. Según Solari, “hasta que no se haga la primer planta y se demuestre que es rentable será difícil convencerlos de hacer la inversión”; aunque estimó que se podría complementar con líneas de créditos accesibles del Banco Nación.
Una delegación de funcionarios, técnicos e industriales santafesinos tomaron contacto con fabricantes brasileños de pequeñas plantas para elaborar biocombustible y derivados de la caña, como azúcar integral y aguardiente. La idea es agregar valor en origen a la producción de los pequeños cañeros. Técnicamente es posible, pero se necesitan otros ajustes.
Agregarle valor a la caña de azúcar es el gran desafío para la cuenca santafesina (además de hacer crecer la superficie cultivada). Algunos proyectos, recostados en la producción de bioetanol, apuntan en ese sentido. Una obra de riego y la reactivación de la alcoholera de Villa Ocampo, son los principales pilares a escala industrial. Sin embargo la realidad socioeconómica de muchos pequeños cañeros -que cuentan con pocas hectáreas en producción o están lejos de los ingenios- demanda otras alternativas que les permitan captar una renta mayor.
En busca de opciones para estos actores, técnicos, autoridades y empresarios de la región realizaron a fines de octubre un viaje a Brasil, donde observaron el funcionamiento de mini usinas de etanol y pequeñas fábricas de azúcar integral.
“Técnicamente se pueden hacer, lo que falta es darle sustentabilidad al esquema, porque producir es fácil, pero después hay que vender el producto y se necesita contar con un mercado capaz de absorber esa oferta”, indicó el Secretario del Sistema Hídrico, Forestal y Minero, Roberto Tión, para advertir que hasta el momento son meras hipótesis para poner a prueba en el norte provincial. Por cuestiones legales o regulatorias, lo más complicado para los cañeros sería comercializar bioetanol. En cambio parece tener más chances, al menos en el corto plazo, la posibilidad de vender su propia azúcar integral.
Azúcar moreno
La “misión exploratoria”, conformada por técnicos, empresarios y funcionarios de la Provincia y de la Municipalidad de Villa Ocampo, consistió en entrevistas y observaciones en dos empresas de Río Grande do Sul dedicadas a la construcción de pequeñas unidades industriales para elaborar azúcar integral, alcohol, aceites esenciales, jugos y aguardientes (ron, cashasa, etc): “Limana Poliservicios”, radicada en Jaguarí, y Green Social Bioethanol de Sao Vicente Do Sul. Allí se interiorizaron sobre los procesos productivos y los aspectos comerciales y sociales que derivan de la industrialización de la producción primaria a pequeña escala en el medio rural.
Todos coincidieron en las reales posibilidades de adaptación y adopción de estas alternativas, sobre todo en cuanto a la producción de azúcar integral, jugos y bebidas espirituosas, así como un gran potencial para el desarrollo de los biocombustibles a baja escala, pero “en la medida de que la legislación existente que regula la producción de los mismos, se adecue a sus necesidades”. Es que, a diferencia de Brasil, en Argentina la normativa vigente impediría la comercialización de biocombustibles a baja escala.
“En principio el foco es apuntar a la producción de azúcar integral porque es lo más viable desde el punto de vista del mercado”, indicó el coordinador de la Cadena Sucro-Alcoholera, Duilio Santana. Una de las mini fábricas que observaron tiene capacidad para moler 10 toneladas de caña al día, por lo que en una zafra de 100 días podría producir -con un rinde industrial de 10%- unas 100 toneladas de azúcar integral. “Esa escala podría abastecerse con 30 hectáreas de caña”, señaló el funcionario. “La idea es fabricarla acá y que el pequeño productor la trabaje en forma asociativa para agregar valor y un precio diferenciado”, agregó.
La cuenca cuenta con 198 productores, la mayoría de los cuales explota pequeñas superficies que van de 5 a 10 hectáreas. En un año normal los rendimientos culturales promedio pueden rondar las 35 toneladas de caña por hectárea y en fábrica un máximo de 10/11% (100/110 kg de azúcar por tonelada de caña). El régimen de maquila en los ingenios santafesinos determina 55% para el productor, por lo que de cada tonelada de caña entregada los productores reciben -en el mejor de los casos- 55 kilos de azúcar. Por lo tanto el primer beneficio de la producción propia sería quedarse con el 100% del rinde industrial. El otro sería el precio de venta: hoy los ingenios pagan entre $2.90 y $3.10 por kilo de azúcar, pero en una dietética porteña el medio kilo de azúcar integral se paga $19, lo que elevaría considerablemente el precio a recibir por el productor. Incluso hay una tercera ventaja como el aprovechamiento del bagazo (residuo de la molienda) para alimento animal, con el diferencial respecto del obtenido en el ingenio de ser más nutritivo por mantener altos niveles de azúcar.
Héctor Solari, titular de la empresa Omega, de El Trébol, especializada en fabricar herramientas para pequeñas industrias lácteas y productores de escala reducida, también participó de la gira y en él recae la esperanza de concretar un modelo nacional. “Si bien tiene costo inicial (caldera, olla, trapiche..) que aún no calculamos, grosso modo podría estar entre $300.000 y $500.000; nosotros ya empezamos a hacer planimetría de ollas y otras herramientas con las fotos que trajimos de allá y estamos en condiciones de hacerlas; probablemente comencemos a fabricarla en lo primeros días 2013”, reveló el empresario.
Santana confió que -en forma muy incipiente- ya están charlando con productores de la cuenca para intentar instalar una primera planta asociativa. Según Solari, “hasta que no se haga la primer planta y se demuestre que es rentable será difícil convencerlos de hacer la inversión”; aunque estimó que se podría complementar con líneas de créditos accesibles del Banco Nación.