"La biotecnología es la herramienta para producir alimentos"

Entrevista a la Dra. Viviana Echenique, egresada en Biología de la Universidad Nacional del Sur (UNS), integra el cuerpo docente de la casa de altos estudios bahiense. Es profesora titular de las materias Genética y Biotecnología Agrícola. Se desempeña, además, como investigadora principal del Conicet e integrante del Cerzos (Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida).

¿Cómo se da su acercamiento a la investigación biotecnológica para el mejoramiento de cultivos?
– Tengo dos temas de investigación. Uno está relacionado con la aplicación de biotecnologías para el mejoramiento del trigo. El otro, con la dilucidación de las vías moleculares que están involucradas en un tipo de reproducción muy importante en pastos que, de poder determinarse y transferirse a especies de cultivo como el maíz, el sorgo o el arroz, tendrían un impacto impresionante en la producción de alimentos.
 
¿De qué impacto se trata: calidad o cantidad?
– Cantidad, aunque también puede ser calidad. Por ejemplo, si se compra buen maíz, éste siempre es híbrido y es necesario adquirirlo todos los años para mantener su homogeneidad y vigor. Pero si uno tuviera este tipo de reproducción podría perpetuar el vigor híbrido en el maíz. De esa manera se podrían conservar las semillas, como en el caso de la soja o el trigo. Esto sería un paso bastante importante a nivel biotecnológico.
 
Además del Centro de Recursos Renovables de la Zona Semiárida (Cerzos), ¿qué otros investigadores nacionales están abocados al rediseño genético de cultivos?
– A partir de mi tesis doctoral, siempre trabajé en el mejoramiento de este tipo de pasto, que tiene como particularidad ese modo de reproducción. Así fue como encontramos unas líneas celulares que eran muy interesantes para el estudio de este modo reproductivo. Con ese descubrimiento, nos pusimos en contacto con la doctora Silvina Pessino, de la Universidad de Rosario, y luego con un equipo de investigadores de la provincia de Corrientes. Entre todos, empezamos a trabajar juntos como una red coordinada, como una forma de maximizar los recursos. En 2003-2004 tuvimos un proyecto de área estratégica de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), y eso nos permitió potenciar esta red y empezar a sacar bastantes resultados.
 
¿Cuáles fueron los primeros visibles?
– En principio, publicamos una serie de trabajos en revistas internacionales. Después, logramos que varios becarios pudieran doctorarse con este tema. O sea que formamos recursos humanos, e incluso varios de ellos han ido a trabajar al exterior. Es decir, formamos una masa crítica de gente trabajando en esto que se denomina genómica, un tema de punta a nivel mundial y en el que seguimos trabajando hasta hoy. Ahora mismo estamos haciendo una secuenciación de transcriptos a gran escala en el Indear.
 
¿Cómo está posicionada la investigación en relación con otras partes del mundo?
– Acá hay varios grupos que también están aplicando sus estudios en distintos cultivos. El año pasado se hizo en Buenos Aires el Congreso de la Red de Biotecnología, y nos encontramos con trabajos genómicos muy interesantes que se desarrollan en Tucumán, Mendoza, Buenos Aires y Mar del Plata, donde estudian plantas, bacterias y animales. En comparación con, por ejemplo, el año 2000, se redujo muchísimo la brecha que había con los países desarrollados. Desde hace algunos años tenemos mayor accesibilidad, recursos y equipos, la posibilidad de ir a congresos, y otras ventajas que antes no teníamos.
 
Con estas nuevas ventajas, ¿ya se está aplicando algo en la práctica, aunque sea parcialmente, o todavía el trabajo está circunscripto al ámbito teórico?
– Algo se aplica, pero todavía es poco. Lo que pasa es que hay tantos nuevos equipos que permiten conocer en profundidad el genoma, el transcriptoma, el metaboloma, que es válido preguntarse por qué no usarlas para seguir profundizando en las investigaciones. A muchos de estos equipos no los tenemos, básicamente porque son plataformas que envejecen muy rápido. Entonces es mejor contratar sus servicios y utilizar esos recursos para seguir secuenciando.
 
¿Cuál es el máximo de productividad que podría tener esta tecnología en la producción de alimentos?
– No tengo números en la cabeza en este momento, pero la biotecnología es una herramienta muy poderosa para producir alimentos ante un mundo creciente y hambriento. Fíjese que la cantidad de tierras para cultivo ya casi no pueden incrementarse por el aumento de población y el crecimiento de las ciudades. Entonces tenemos que tratar de producir más en ambientes más marginales. ¿Cómo hacemos eso? Bueno, hay que mejorar las plantas para que puedan crecer en ambientes menos favorables, con suelos contaminados, e incluso en relación con el cambio climático. Para lograrlo hay que aplicar la biotecnología, de manera que las plantas del futuro puedan responder a las nuevas situaciones y demandas que están surgiendo. Con esta tecnología se pueden buscar genes de interés, con características que les permitan vivir en ambientes que, de otro modo, les resultarían desfavorables. O se pueden seleccionar genéticamente aquellas plantas que puedan crecer mejor según la región o el tipo de estrategia productiva que se quiera llevar adelante.

¿Cuál de estos enfoques podría ser el más apropiado para una zona como el sudoeste bonaerense?
– Si combinamos la transgénesis con la genómica, para búsqueda de genes, y con bioinformática, que son algunas de las principales herramientas con que disponemos hoy, creo que podría haber buenos resultados.
 
Al comienzo mencionó que uno de sus trabajos está enfocado sobre el desarrollo del trigo, ¿de qué se trata, específicamente?
– Trabajamos en una red internacional con europeos y norteamericanos, abordando distintos aspectos. Nuestro grupo, en particular, trabaja sobre el mejoramiento de trigo para pastas. A partir de una iniciativa de la ANPCyT, empezamos a acercarnos al sector productivo. Así nacieron los Proyectos de Area Estratégica que, en este tema, lideramos con Marcelo Helguera, del INTA Marcos Juárez, y Gabriela Tranquilli, del INTA Castelar. Juntos, tratamos de reunir toda la experiencia acumulada para nuclear a distintos grupos con el propósito de que trabajaran en la aplicación de biotecnología.
 
¿Por qué, en la era del boom de la soja, ustedes decidieron priorizar este tipo de cultivo?
– Lo que pasa es que con Helguera y Tranquilli nos conocimos en California, donde estábamos trabajando en trigo. Al volver, seguimos conectados y trabajando sobre este tipo de cultivo. Es que el trigo es “el” cultivo. Es el cereal que aporta mayor cantidad de calorías a nivel mundial, más allá de la importancia comercial que pueda tener la soja. El trigo es el alimento por excelencia.
 
Tengo entendido que se asociaron con un grupo de empresas semilleras para fomentar el proyecto.
– Sí, nos fusionamos con un grupo de compañías especializadas en trigo, como la Asociación de Cooperativas Argentinas, con las que nos reunimos anualmente para analizar las mejoras moleculares que se van obteniendo en los cultivos. A partir de este trabajo, el Ministerio de Ciencia convocó en 2009 a un proyecto de mellizado con investigadores de la Unión Europea que desarrollan técnicas similares, y así vino una investigadora francesa, Catherine Feuillet, para compartir experiencias.
 
¿Hubo buena interacción?
– Sí, totalmente, al punto que después nos invitaron a participar del consorcio de secuenciación del genoma del trigo, que es complejo y está formado por 17 megas de pares de bases. Se está haciendo algo similar a cuando se investigó el genoma humano, que se dividieron los cromosomas entre laboratorios de distintos países. En este caso en particular somos el primer país latinoamericano al que convocaron y nos tocó el cromosoma 4-D. Pero, además, esta invitación también nos da acceso a tener toda la secuencia del trigo una vez que quede completa. Es una tarea impresionante, que podría quedar finalizada dentro de unos diez años.
 
Una vez completa la secuencia, ¿qué cabe esperar?
– La idea es tratar de direccionar, a nivel mundial, los objetivos del mejoramiento del trigo en los próximos años para ayudar con la producción y dar abasto a las necesidades alimentarias de la humanidad, que cada vez son mayores. Además, nos permitirá conocer mucho más sobre cómo funcionan los genomas.
 
¿Qué se siente al espiar el tablero de dibujo de la naturaleza?
– Es muy interesante porque, de algún modo, también permite conocer mucho acerca de nosotros mismos. A medida que vamos conociendo más datos, vemos que la genética es algo sorprendente. Dan muchas ganas de seguir descubriéndola.