"La microbiología de suelos favorece el cuidado del ambiente"
Está comprobado que con el uso de microorganismos se puede potenciar el rendimiento de cultivos como la soja. Esta práctica, además, contribuye al desarrollo de una agricultura más amigable con el medio ambiente. Investigar el uso de microorganismos para controlar plagas, enfermedades y malezas, es otra de las tareas de la microbiología.
Así lo explicó el ingeniero agrónomo Gustavo González Anta durante las jornadas de Microbiología desarrolladas en la Universidad. “Conocemos sólo una pequeña fracción de los microorganismos que viven en el suelo. Pasamos una gran cantidad de nuestra vida cotidiana sin reparar en ellos, y hay una enorme riqueza en un gramo de suelo aún por develar”. Con esta apreciación, el ingeniero agrónomo Gustavo González Anta definió el aporte de la microbiología en el desarrollo de prácticas agrarias más amigables con el medio ambiente.
La microbiología es la ciencia que estudia a los seres vivos cuyo tamaño hace que sólo puedan ser apreciados mediante el microscopio. El objeto de esta disciplina está determinado por la tecnología que permite evidenciar y estudiar a los microorganismos. Por su parte, la microbiología de suelos supone la aplicación de técnicas de biología molecular al estudio de una gran diversidad de microorganismos que resultaban totalmente desconocidos porque no se habían obtenido en cultivos de laboratorio. Mediante esta ciencia puede determinarse el papel funcional de los diferentes microorganismos que constituyen las comunidades edáficas.
En las III Jornadas Bonaerenses de Microbiología de Suelos realizadas en la UNNOBA, el docente Gustavo González Anta se refirió al proceso de fijación biológica del nitrógeno en cultivos de soja. “Cuando hablamos de soja, hablamos de proteína; cuando hablamos de proteína, hablamos de nitrógeno y, si en lugar de tomar el nitrógeno de un fertilizante de síntesis química o del suelo podemos asociar las plantas a un microorganismo fijándolo en el aire, conseguimos que la soja pueda nutrirse de modo conveniente, producir más proteína y generar más rendimiento”, indicó el profesional a InfoUniversidades.
En esta línea, destacó que la microbiología aplicada a este proceso permite reducir la polución ambiental, porque cuando se utilizan fertilizantes químicos se necesita gran cantidad de energía: “Hay un gran gasto de energía para producir el fertilizante nitrogenado por excelencia, que es la urea”. Además, el fertilizante químico no se aprovecha en su totalidad. En cambio, cuando la planta genera una simbiosis con las bacterias del género rhizobium y forma una estructura común como los nódulos, tanto el cultivo como la bacteria se nutren.
Trabajo científico
La producción de inoculantes es un proceso que resulta de un complejo trabajo científico. El productor recibe el inoculante a través de la cadena de distribución de agroinsumos tradicional y lo utiliza para tratar las semillas antes de sembrarlas. “Hablamos de soja, pero hay una gran cantidad de microorganismos específicos para otros cultivos”, aclaró Anta.
Sobre la receptividad del productor agropecuario para adoptar esta tecnología, el investigador precisó que el 90 por ciento de los productores utiliza inoculantes porque ve un beneficio de mayor rendimiento. “Tal vez, lo más importante desde el punto de vista agronómico es que la asociación de la planta a un microorganismo posibilita una estrategia biológica más saludable”, señaló y destacó la importancia del rol de la información: “Es un excelente ejemplo de cómo pueden complementarse el sector público y privado para que el productor adopte tecnología, en este caso, para una mejor nutrición de los cultivos”.
Por la sustentabilidad
La microbiología de suelos contribuye a la sustentabilidad: “Sabemos que el petróleo es un recurso finito. Por ejemplo, para producir una tonelada de amoníaco (insumo básico para la fabricación de la urea) se requiere de seis barriles de petróleo. Eso significa polución, costo y desaprovechamiento, ante una tecnología que no produce ningún tipo de contaminación y ayuda al rendimiento. Esto contribuye a la sustentabilidad del sistema y permite utilizar el nitrógeno del fertilizante en los cultivos que lo requieren, como el maíz y el trigo, que no tienen la capacidad de fijarlo como las leguminosas”, agregó.
El aporte de la microbiología no se limita a la fijación del nitrógeno sino que se traslada a otras áreas. “El otro gran tema es ver cómo podemos controlar plagas, enfermedades y malezas con el uso de microorganismos. Esto también hace a la sustentabilidad del sistema y a una producción más amigable con el medio ambiente” señaló el especialista.
El docente planteó la importancia de formar recursos humanos para intervenir en escenarios científicos y tecnológicos complejos: “Duplicamos nuestro conocimiento en cinco años y en el campo de la microbiología agrícola necesitamos equipos interdisciplinarios. Las nuevas generaciones tienen un ámbito de desarrollo profesional extraordinario, con una potencialidad infinita”.
Así lo explicó el ingeniero agrónomo Gustavo González Anta durante las jornadas de Microbiología desarrolladas en la Universidad. “Conocemos sólo una pequeña fracción de los microorganismos que viven en el suelo. Pasamos una gran cantidad de nuestra vida cotidiana sin reparar en ellos, y hay una enorme riqueza en un gramo de suelo aún por develar”. Con esta apreciación, el ingeniero agrónomo Gustavo González Anta definió el aporte de la microbiología en el desarrollo de prácticas agrarias más amigables con el medio ambiente.
La microbiología es la ciencia que estudia a los seres vivos cuyo tamaño hace que sólo puedan ser apreciados mediante el microscopio. El objeto de esta disciplina está determinado por la tecnología que permite evidenciar y estudiar a los microorganismos. Por su parte, la microbiología de suelos supone la aplicación de técnicas de biología molecular al estudio de una gran diversidad de microorganismos que resultaban totalmente desconocidos porque no se habían obtenido en cultivos de laboratorio. Mediante esta ciencia puede determinarse el papel funcional de los diferentes microorganismos que constituyen las comunidades edáficas.
En las III Jornadas Bonaerenses de Microbiología de Suelos realizadas en la UNNOBA, el docente Gustavo González Anta se refirió al proceso de fijación biológica del nitrógeno en cultivos de soja. “Cuando hablamos de soja, hablamos de proteína; cuando hablamos de proteína, hablamos de nitrógeno y, si en lugar de tomar el nitrógeno de un fertilizante de síntesis química o del suelo podemos asociar las plantas a un microorganismo fijándolo en el aire, conseguimos que la soja pueda nutrirse de modo conveniente, producir más proteína y generar más rendimiento”, indicó el profesional a InfoUniversidades.
En esta línea, destacó que la microbiología aplicada a este proceso permite reducir la polución ambiental, porque cuando se utilizan fertilizantes químicos se necesita gran cantidad de energía: “Hay un gran gasto de energía para producir el fertilizante nitrogenado por excelencia, que es la urea”. Además, el fertilizante químico no se aprovecha en su totalidad. En cambio, cuando la planta genera una simbiosis con las bacterias del género rhizobium y forma una estructura común como los nódulos, tanto el cultivo como la bacteria se nutren.
Trabajo científico
La producción de inoculantes es un proceso que resulta de un complejo trabajo científico. El productor recibe el inoculante a través de la cadena de distribución de agroinsumos tradicional y lo utiliza para tratar las semillas antes de sembrarlas. “Hablamos de soja, pero hay una gran cantidad de microorganismos específicos para otros cultivos”, aclaró Anta.
Sobre la receptividad del productor agropecuario para adoptar esta tecnología, el investigador precisó que el 90 por ciento de los productores utiliza inoculantes porque ve un beneficio de mayor rendimiento. “Tal vez, lo más importante desde el punto de vista agronómico es que la asociación de la planta a un microorganismo posibilita una estrategia biológica más saludable”, señaló y destacó la importancia del rol de la información: “Es un excelente ejemplo de cómo pueden complementarse el sector público y privado para que el productor adopte tecnología, en este caso, para una mejor nutrición de los cultivos”.
Por la sustentabilidad
La microbiología de suelos contribuye a la sustentabilidad: “Sabemos que el petróleo es un recurso finito. Por ejemplo, para producir una tonelada de amoníaco (insumo básico para la fabricación de la urea) se requiere de seis barriles de petróleo. Eso significa polución, costo y desaprovechamiento, ante una tecnología que no produce ningún tipo de contaminación y ayuda al rendimiento. Esto contribuye a la sustentabilidad del sistema y permite utilizar el nitrógeno del fertilizante en los cultivos que lo requieren, como el maíz y el trigo, que no tienen la capacidad de fijarlo como las leguminosas”, agregó.
El aporte de la microbiología no se limita a la fijación del nitrógeno sino que se traslada a otras áreas. “El otro gran tema es ver cómo podemos controlar plagas, enfermedades y malezas con el uso de microorganismos. Esto también hace a la sustentabilidad del sistema y a una producción más amigable con el medio ambiente” señaló el especialista.
El docente planteó la importancia de formar recursos humanos para intervenir en escenarios científicos y tecnológicos complejos: “Duplicamos nuestro conocimiento en cinco años y en el campo de la microbiología agrícola necesitamos equipos interdisciplinarios. Las nuevas generaciones tienen un ámbito de desarrollo profesional extraordinario, con una potencialidad infinita”.