Nuevo estudio: 15 años de cultivos GM en Argentina

Desde su introducción en 1996, la biotecnología agrícola le reportó al país 72.645 millones de dólares y generó más de 1,8 millones de empleos. La ventaja de haber empezado temprano y el desafío de mantenerse entre los primeros.

Desde 1996, año de la introducción de la soja tolerante al herbicida glifosato, Argentina ha sido líder en la utilización de cultivos genéticamente modificados (GM), alcanzando las 22,9 millones de hectáreas en la última campaña agrícola. El proceso de incorporación de estas tecnologías ha sido rápido y continuo, con una dinámica de adopción sin precedentes a nivel mundial, y que ha llevado a que las variedades GM hoy representen casi la totalidad del área cultivada con soja, el 86% del área total de maíz y el 99% del área de algodón.

Según un trabajo realizado por el Dr. Eduardo Trigo para el Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología, ArgenBio, este proceso de adopción le ha reportado al país, a lo largo del período 1996-2010, un beneficio bruto acumulado de 72.645,52 millones de dólares. Estos beneficios se estimaron usando un modelo matemático desarrollado por el INTA (SIGMA), que emplea datos del Estudio del Perfil Tecnológico del Sector Agropecuario Argentino (INTA), complementado con información del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, ArgenBio, el INDEC y la FAO.

Los beneficios económicos, por cultivo:

- En el caso de la soja tolerante al herbicida glifosato, los beneficios sumaron 65.435,81 millones de dólares, de los cuales 3.518,66 millones se debieron a la reducción de costos (principalmente por reducción de labores y de la aplicación de herbicidas selectivos que requiere la soja convencional) y 61.917,15 millones a la expansión del área cultivada. En cuanto a la distribución de los beneficios totales, 72,4% fue a los productores, 21,2 al estado nacional – a través de las retenciones y otros impuestos - y 6,4% a los proveedores de tecnologías (semillas y herbicidas).
- En el caso del maíz, las tecnologías de resistencia a insectos y tolerancia a herbicida aportaron beneficios por un total de 5.375 millones de dólares, de los cuales  68,2%  fueron para los productores, 11,4% para el estado nacional y 20,4% para los proveedores de tecnologías (principalmente semillas).
- Finalmente, los beneficios en el caso del algodón resistente a insectos y tolerante a herbicida fueron de 1.834 millones de dólares, y fueron mayoritariamente a los productores (96%), con un 4 % para los proveedores de las tecnologías (semillas y herbicidas).

Más beneficios
Dada la importancia del volumen de soja producido en Argentina en la producción mundial, el estudio calculó además el impacto que tuvo la adopción de esta tecnología por parte de los agricultores argentinos en el gasto de los consumidores a nivel mundial, en términos de ahorro, por disminución del precio internacional. En este sentido, el total acumulado para el periodo 1996-2010 se estimó en unos 89.000 millones de dólares. En términos de precios, el análisis indica que si este proceso de adopción no hubiese ocurrido, el precio internacional de la soja, en 2011, hubiese sido un 14% mayor de lo que fue.

En el plano social, se estimó el impacto que las tecnologías GM han tenido en términos de generación de empleo. Según las estimaciones realizadas, en los 15 años desde su adopción, podrían atribuirse a esta tecnología más de 1,8 millones de empleos generados por la economía argentina.

El trabajo de Eduardo Trigo analiza también algunos impactos ambientales relacionados con los cultivos GM, haciendo énfasis en la particular sinergia que hay entre la expansión de estos cultivos y la práctica de la siembra directa, y el impacto positivo que ésta ha tenido en la estructura de los suelos y la eficiencia energética de las labores agrícolas.

Los beneficios de lo que se viene

Mirando hacia adelante, y usando la misma metodología empleada para el análisis retrospectivo, el informe estima los potenciales beneficios que podrían generar el cultivo comercial de una soja con tolerancia a herbicida y resistencia a insectos y de un trigo tolerante a sequía, para tres escenarios posibles de precios y adopción. Los resultados indican que de contar con estas tecnologías a partir de la próxima campaña, los beneficios acumulados en los 10 años siguientes serían de 9.131 a 26.073 millones de dólares para la soja y 526 a 1.923 millones para el trigo, dependiendo de los diferentes escenarios.

“Argentina debe continuar a la vanguardia para no perder oportunidades”
“Una de las características del proceso de adopción de los cultivos GM en Argentina es el carácter de “adoptante temprano” que tuvo el país a nivel mundial”, señaló Eduardo Trigo, quien explicó que “la incorporación de la soja tolerante a herbicida a nuestra agricultura se dio casi al mismo tiempo que la tecnología se hacía disponible en el mercado norteamericano para el cual fue diseñada. Esto nos ha brindado, a lo largo de estos 15 años, un importante cúmulo de beneficios económicos y de otro tipo, tal como lo muestra este estudio.”

“Quedan claras las ventajas de estar a la vanguardia de los procesos innovativos, y por extensión, también los riesgos o costos de oportunidad que tendría para el país un proceso de incorporación de tecnologías menos dinámico del que se ha dado en el pasado. Continuar con el carácter de “adoptante temprano” es un tema estratégico de discusión en el que deberían incorporarse cuestiones clave como los procesos regulatorios, la promoción de las inversiones en el sector y la redistribución de los beneficios en áreas de innovación, crecimiento económico y bienestar social”, agregó el autor.

Las claves del éxito
“El proceso de incorporación de la biotecnología a la agricultura argentina ha sido sin duda exitoso”, comentó Gabriela Levitus, Directora Ejecutiva de ArgenBio. “Más allá de la competitividad de nuestros cultivos y los buenos precios internacionales, una de las claves del éxito fue que cuando surgió la tecnología, el país estaba preparado para recibirla. Contaba con fitomejoradores de primera línea, productores capacitados e innovadores y voluntades políticas que se plasmaron en la creación de un marco regulatorio pionero que garantizó la adopción segura de los cultivos transgénicos en nuestro país. Estas voluntades políticas, claras al comienzo pero fluctuantes a lo largo de estos 15 años, hoy vuelven a consolidarse a través de las nuevas aprobaciones y los cambios en el proceso regulatorio impulsados desde el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. A diferencia de otras épocas, la biotecnología agrícola es ahora una política de estado”, agregó Levitus.

Se puede acceder al trabajo completo en: www.argenbio.org