Biocombustibles: un mercado de desarrollo limpio en expansión
Diversificar las fuentes de energía de manera sustentable es el desafío del milenio. Jorge Hilbert, coordinador del Programa Nacional de Bioenergías del INTA, explica el rol de la Argentina ante el nuevo escenario.
Diversificar las fuentes de energía de manera sustentable es el desafío del milenio. Jorge Hilbert, coordinador del Programa Nacional de Bioenergías del INTA, explica el rol de la Argentina ante el nuevo escenario.
La humanidad se ve enfrentada ante un cambio de paradigma que radica en la diversificación de las fuentes de energía, junto con una preocupación creciente por los aspectos ambientales. Las energías renovables constituyen la industria con mayor crecimiento del mundo, con una tasa media del 64% para los últimos cinco años e inversiones estimadas, para 2020, en 500 millones de dólares. Para la región latinoamericana, el ritmo de crecimiento es mucho más abrumador: 145% anual en el mismo período, casi el triple.
En ese escenario, la Argentina tiene una gran oportunidad, ya que posee las condiciones para producir y exportar la biomasa que demandará el mundo. En ese marco y para un aprovechamiento total de la biomasa con fines energéticos, el INTA propone un abordaje integral a partir de una visión compartida sobre metas sostenibles de producción y exportación para el sector agropecuario y agroindustrial.
En los últimos años, los biocombustibles líquidos adquirieron una importancia creciente a escala global, con una particular participación en el sector del transporte. La estimación actual de la contribución mundial es del 2% del consumo, con 10% de biodiesel y 90% de etanol. Esta difusión responde a factores económicos, ambientales y políticos, dado que su uso reduce los niveles de contaminación.
En esta línea, el biodiesel de soja representa un ahorro de hasta el 82% de gases de efecto invernadero. Además, entre los beneficios obtenidos, se destaca que el uso de aceites vegetales para la elaboración de combustibles no altera el equilibrio de dióxido de carbono y no posee presencia de azufre.
La generación y el uso del biodiesel argentino a escala mundial permitirán un ahorro anual en emisiones que oscilarían entre 3,8 y 4,1 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono. En términos del mercado de desarrollo limpio, si estimamos un valor actualizado de 17,03 dólares la tonelada, el ahorro equivaldría a entre 65 y 71 millones de dólares.
La producción de biocombustibles en la Argentina está centrada en el bioetanol a partir de caña de azúcar y el biodiesel basado en el empleo de uno de los subproductos principales de la industrialización del grano de soja como son los aceites.
En 2006 se aprobó la ley 26.093 de biodiesel en la Argentina. Su objetivo fue el desarrollo del mercado local de biocombustibles. Cuatro años más tarde, en febrero de 2010, se elevó el corte al 7%, a fin de incrementar el volumen de reemplazo de gasoil. Nuestro país tiene una cosecha anual de granos de más de 100 millones de toneladas y más de un millón de hectáreas de bosques implantados, lo que significa un gran potencial bioenergético. Además, posee la industria de biodiesel más moderna del mundo.
Las plantas instaladas son nuevas y con una escala mayor que las europeas. La industria del biodiesel argentino posee menores distancias desde la zona de producción hasta las principales plantas de transformación, modernos servicios de acondicionamiento y acopio de granos en los puertos de embarque, la industria de crushing más eficiente del mundo, reconocida por su altísima productividad por encima de cualquier otra industria similar y altos niveles de eficiencia en la etapa de transesterificación –de 1.000 kg de aceite crudo se obtienen 975 kg de biodiesel–.
Basado en derivados de materias primas de origen agropecuario, agroindustrial o desechos orgánicos, el mercado argentino de exportación de biocombustibles está entre los tres primeros del mundo, con ventas que superan el 1,4 millones de dólares.
La Argentina se ha constituido como uno de los países líderes en la producción, uso y comercialización de biodiesel. De acuerdo con las proyecciones, la capacidad productiva a fines de 2011 alcanzará 24 veces la de 2006, producto de un ritmo de crecimiento extraordinariamente alto y que, de mantenerse, podría transformar a la industria del biodiesel en el corto plazo.
La transición en estudio
La bioenergía y, en particular, el biodiesel de soja argentino, ocupan un lugar relevante entre las energías limpias de transición. Entre los motivos que impulsan su producción, se destacan la capacidad de reducción en las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global, la posibilidad de responder al agotamiento de las fuentes de combustibles fósiles frente al crecimiento continuo de la demanda y la promoción de “energías limpias de transición”, adaptadas a las tecnologías actuales, evitando grandes modificaciones en los motores que utilizan combustibles fósiles.
Un reciente estudio del INTA, centrado en el impacto del reemplazo del gasoil por biodiesel, determinó que la eficiencia energética entre el combustible fósil y el biocombustible, que lo suplanta, es equivalente. De esta manera, para recorrer una distancia arbitraria es necesaria la misma cantidad de biocombustible que de combustible de origen fósil.
La humanidad se ve enfrentada ante un cambio de paradigma que radica en la diversificación de las fuentes de energía, junto con una preocupación creciente por los aspectos ambientales. Las energías renovables constituyen la industria con mayor crecimiento del mundo, con una tasa media del 64% para los últimos cinco años e inversiones estimadas, para 2020, en 500 millones de dólares. Para la región latinoamericana, el ritmo de crecimiento es mucho más abrumador: 145% anual en el mismo período, casi el triple.
En ese escenario, la Argentina tiene una gran oportunidad, ya que posee las condiciones para producir y exportar la biomasa que demandará el mundo. En ese marco y para un aprovechamiento total de la biomasa con fines energéticos, el INTA propone un abordaje integral a partir de una visión compartida sobre metas sostenibles de producción y exportación para el sector agropecuario y agroindustrial.
En los últimos años, los biocombustibles líquidos adquirieron una importancia creciente a escala global, con una particular participación en el sector del transporte. La estimación actual de la contribución mundial es del 2% del consumo, con 10% de biodiesel y 90% de etanol. Esta difusión responde a factores económicos, ambientales y políticos, dado que su uso reduce los niveles de contaminación.
En esta línea, el biodiesel de soja representa un ahorro de hasta el 82% de gases de efecto invernadero. Además, entre los beneficios obtenidos, se destaca que el uso de aceites vegetales para la elaboración de combustibles no altera el equilibrio de dióxido de carbono y no posee presencia de azufre.
La generación y el uso del biodiesel argentino a escala mundial permitirán un ahorro anual en emisiones que oscilarían entre 3,8 y 4,1 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono. En términos del mercado de desarrollo limpio, si estimamos un valor actualizado de 17,03 dólares la tonelada, el ahorro equivaldría a entre 65 y 71 millones de dólares.
La producción de biocombustibles en la Argentina está centrada en el bioetanol a partir de caña de azúcar y el biodiesel basado en el empleo de uno de los subproductos principales de la industrialización del grano de soja como son los aceites.
En 2006 se aprobó la ley 26.093 de biodiesel en la Argentina. Su objetivo fue el desarrollo del mercado local de biocombustibles. Cuatro años más tarde, en febrero de 2010, se elevó el corte al 7%, a fin de incrementar el volumen de reemplazo de gasoil. Nuestro país tiene una cosecha anual de granos de más de 100 millones de toneladas y más de un millón de hectáreas de bosques implantados, lo que significa un gran potencial bioenergético. Además, posee la industria de biodiesel más moderna del mundo.
Las plantas instaladas son nuevas y con una escala mayor que las europeas. La industria del biodiesel argentino posee menores distancias desde la zona de producción hasta las principales plantas de transformación, modernos servicios de acondicionamiento y acopio de granos en los puertos de embarque, la industria de crushing más eficiente del mundo, reconocida por su altísima productividad por encima de cualquier otra industria similar y altos niveles de eficiencia en la etapa de transesterificación –de 1.000 kg de aceite crudo se obtienen 975 kg de biodiesel–.
Basado en derivados de materias primas de origen agropecuario, agroindustrial o desechos orgánicos, el mercado argentino de exportación de biocombustibles está entre los tres primeros del mundo, con ventas que superan el 1,4 millones de dólares.
La Argentina se ha constituido como uno de los países líderes en la producción, uso y comercialización de biodiesel. De acuerdo con las proyecciones, la capacidad productiva a fines de 2011 alcanzará 24 veces la de 2006, producto de un ritmo de crecimiento extraordinariamente alto y que, de mantenerse, podría transformar a la industria del biodiesel en el corto plazo.
La transición en estudio
La bioenergía y, en particular, el biodiesel de soja argentino, ocupan un lugar relevante entre las energías limpias de transición. Entre los motivos que impulsan su producción, se destacan la capacidad de reducción en las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global, la posibilidad de responder al agotamiento de las fuentes de combustibles fósiles frente al crecimiento continuo de la demanda y la promoción de “energías limpias de transición”, adaptadas a las tecnologías actuales, evitando grandes modificaciones en los motores que utilizan combustibles fósiles.
Un reciente estudio del INTA, centrado en el impacto del reemplazo del gasoil por biodiesel, determinó que la eficiencia energética entre el combustible fósil y el biocombustible, que lo suplanta, es equivalente. De esta manera, para recorrer una distancia arbitraria es necesaria la misma cantidad de biocombustible que de combustible de origen fósil.