Biorrefinería: petroquímica sin petróleo
Al producir biodiesel, se obtiene un diez por ciento de glicerol. En grandes cantidades puede convertirse en un desecho. Investigadores trabajan junto con productores santafesinos para transformar ese desperdicio en nuevas sustancias de valor y transformarlo en el centro del sistema de la biorrefinería.
El proyecto es una apuesta al logro de nuevas alternativas de desarrollo tecnológico que apuntan a hacer sustentable la refinería.
Investigadores de la UNL y del Conicet trabajan en distintos métodos para transformar el glicerol en sustancias más valiosas y que, a la vez, reemplacen a otras originadas a partir de petróleo. El glicerol es un subproducto que, si bien tiene utilidades en la industria cosmética y farmacéutica, a causa del exceso de producción terminará convirtiéndose en un desecho. Por año, en la zona del Gran Rosario pueden producirse 1,8 millones de toneladas de biocombustible, en el proceso, el diez por ciento de esa capacidad se obtiene como glicerol.
“Así como en la refinería se forma un árbol petroquímico -debido a que a partir de un producto se generan muchos otros- de la misma manera, el glicerol podría convertirse en el centro de la biorrefinería”, explicó a InfoUniversidades el ingeniero Raúl Comelli, uno de los directores del proyecto que se desempeña como investigador del Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (Incape).
“El proyecto busca distintas variantes porque, si simplemente transformamos un desecho como puede ser el glicerol en otro producto, éste correrá la misma suerte. En este sentido entra en juego el concepto de ‘biorrefinería’; a partir de esa conversión podemos tener sustratos o materias primas para otro tipo de compuestos. En líneas generales, se trata de hacer todo más sustentable y amigable con el medio”, señaló el doctor Alberto Iglesias, investigador del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) que lleva adelante la iniciativa junto con Comelli.
Agregar valor. El glicerol es una materia prima interesante porque tiene gran potencial para convertirse en una variedad de productos. En el proyecto se focalizaron en dos compuestos: un insumo para la industria cosmética usado frecuentemente en bronceadores (la dihidroxiacetona) y una sustancia que puede utilizarse en la producción de biopolímeros de características biodegradables (el monómero 1,3-propanodiol).
De este modo se avanza en la oferta de alternativas tecnológicas que amplían las posibilidades y permiten a los usuarios de esta tecnología optar por el proceso más adecuado y eficiente. “Desde la parte catalítica, trabajamos en desarrollos innovadores porque los materiales, catalizadores, que utilizamos en el proceso para la oxidación selectiva, no han sido reportados en la bibliografía abierta ni en patentes”, destacó Comelli.
En forma paralela, se trabajó una estrategia biológica que utiliza enzimas para generar las reacciones deseadas. “Las enzimas son proteínas que tienen acción como catalizadores. Hemos avanzado en el clonado de los genes que, en la célula, dan lugar a que se sintetice esa proteína, de manera que ahora la podemos sintetizar en el laboratorio”, explicó Iglesias.
El investigador señaló, además, que una de las enzimas que obtuvieron y utilizan es capaz de actuar sobre el glicerol en las condiciones del proceso industrial, y agregó: “En este tipo de proyectos, hay que tener en cuenta que no solo tiene que funcionar a escala de laboratorio. Éstos son los primeros pasos de la investigación básica para empezar a tener las herramientas, pero hay que ir proyectándolas para generar condiciones más cercanas a la realidad que se va a tener que manejar”.
Nuevas estrategias. El cambio climático y el agotamiento de las reservas de crudo hacen necesario el desarrollo de nuevas estrategias en las que la química y los procesos de refinería empiezan a tener una concepción más biológica, con el fin de volverse más sustentables.
“La idea es agregarle valor a un desecho y vehiculizarlo para que no sea un estorbo. La necesidad de redimensionar el área de refinería plantea una oportunidad relevante a países productores de materia prima biológica como Argentina, para que impulsen el desarrollo de herramientas tecnológicas en el sector, que pueden ser críticamente importantes para reposicionarse en la economía mundial”, reflexionó Iglesias.
El trabajo comenzó en 2009, en el marco de los Cursos de Acción para la Investigación y el Desarrollo en una innovadora modalidad: CAI+D Orientados. Se trata de una iniciativa en la que se articulan los sectores académicos y productivos, a fin de afrontar los desafíos propios de la región. En 2010 el desafío es afianzar la articulación con los productores interesados.