En el cambio del futuro
10 años después de su primera edición, un nuevo seminario de biotecnología destacó sus aportes al sector.
Diez años atrás, el congreso de Aapresid ponía en el tapete un tema por entonces controvertido, que generaba polémicas: la biotecnología aplicada al agro. Fiel a su estilo, lo hizo con la mayor seriedad científica y académica, co-organizando con el Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard el Primer seminario de biotecnología agrícola. Hoy, diez años después de ese hito, se vuelve a enarbolar la bandera de la biotecnología para discutir sus avances, potencialidades y desafíos en la actual sociedad del conocimiento.
El segundo seminario de biotecnología destinado a repasar logros y analizar desafíos de la biotecnología en Argentina y el mundo, fue coorganizado por Aapresid, el Instituto de Agrobiotecnología Rosario (INDEAR) y la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA).
"La importancia de la biotecnología agrícola en Argentina no debe medirse sólo por la extensión del área sembrada con cultivos genéticamente modificados -que alcanzó las 20 millones de hectáreas en la campaña 2008/2009-, sino también porque la adopción se inició casi al mismo tiempo en que la tecnología estuvo disponible en el mundo, y evolucionó con tasas mucho más altas que cualquier otra tecnología incorporada al sistema agropecuario", evaluó Juan Kiekebusch, de la Asociación de Semilleros Argentinos.
"Cuando la biotecnología llegó, Argentina ya tenía un marco regulatorio para la evaluación de riesgo de los organismos genéticamente modificados, lo que garantizó la inclusión segura de todos los eventos que se fueron incorporando desde 1996. Desde ese entonces se han autorizado 14 eventos: 1 de soja, 10 de maíz y 3 de algodón", agregó Kiekebusch. Considerando estas tecnologías, "el beneficio total acumulado en los diez primeros años de uso de soja, maíz y algodón genéticamente modificados ascendió a 20.000 millones de dólares y la generación de casi un millón de empleos", graficó contundente el directivo de ASA.
Por su parte, Gustavo Grobocopatel, como director del Grupo Bioceres, recordó los inicios de Bioceres, empresa red que nació conceptualmente en ese primer seminario de biotecnología, cuando Juan Enriquez estimuló a los productores presentes a ser empresarios biotecnológicos.
"A fines del año 2001 se inició el proyecto Bioceres. En aquel momento, reuniendo a un grupo de productores consustanciados con las posibilidades de la biotecnología, de la ciencia y del campo argentino, se decidió crear una compañía virtual que posibilite la conectividad entre nodos no siempre conectados. De esta manera, Bioceres empezó a gestionar redes asociadas a proyectos biotecnológicos, identificando necesidades en el sector productivo y oportunidades en el sector científico", recuerda Grobocopatel.
En 2004 y junto a Biosidus, Bioceres decidió potenciar emprendimientos presentes y futuros y se creó el Instituto de Agrobiotecnología Rosario (INDEAR): un nodo de fuerte atractivo para la formación de nuevas redes de negocios. INDEAR es un emprendimiento único a nivel nacional y se encuadra entre las iniciativas más ambiciosas del tipo a nivel regional. En ese momento, tanto Biosidus como Bioceres reconocieron la necesidad de contar con plataformas tecnológicas propias como factor crítico para la puesta en valor de sus portfolios de proyectos. Así, se firmó un acuerdo estratégico con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el apoyo financiero del Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR)", aclaró.
Para concluir Grobocopatel, afirmó que "las redes (como Bioceres e INDEAR) están caracterizadas por parámetros que incluyen la conectividad de sus nodos, la direccionalidad, el caudal y la calidad de la información, que conjuntamente determinan su eficiencia y robustez. En un proceso de generación de valor que toma como punto de partida una hipótesis científica y como meta última la comercialización de una nueva solución tecnológica, las redes representan una fuerte evolución organizacional".
De cara al futuro, Kiekebusch destacó que a pesar de los avances, "la política agropecuaria ha acompañado sólo parcialmente las necesidades del mercado, y Argentina se está quedando atrás por falta de decisiones políticas". Para retomar el cauce inicial y ser competitivos en los nuevos escenarios mundiales, "es necesario complementar el marco regulatorio técnico con una política agropecuaria, una mayor transparencia en la protección de la propiedad intelectual y contar con políticas nacionales que permitan planificar a largo plazo", concluyó Kiekebusch categórico.