Crece la inversión en biotecnología
Según Clive James, la mayor competencia para Argentina en materia de ingeniería genética vendrá de India y China
La gran competencia para la Argentina en términos de avance biotecnológico no vendrá ni de Estados Unidos ni de Brasil, sino de Asia y específicamente, de China e India. Así lo afirmó Clive James, fundador y presidente del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA, por sus siglas en inglés), en una conferencia del Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (ArgenBio).
James estimó que en China se están invirtiendo unos US$1300 millones en investigación biotecnológica. Con esa cifra, ese país está liderando el ranking de inversiones en esta categoría, seguido por Brasil. Por eso, James exhortó a las autoridades nacionales a "desarrollar las regulaciones necesarias" para el estímulo del avance biotecnológico. De lo contrario, "la Argentina corre el riesgo de perder el tren", afirmó.
Según James, hoy hay una tendencia a invertir desde el sector público en investigación biotecnológica. "A muchos estados les preocupaba el monopolio de las empresas por la titularidad de los eventos biotecnológicos. Por eso, China está invirtiendo para depender menos del sector privado." James aconsejó que la Argentina recorriera un camino parecido, a través de la inversión en la investigación en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
El informe que todos los años hace el ISAAA reveló que en materia de biotecnología, los países en vías de desarrollo corren con ventaja. Argentina, Brasil, China, India y Sudáfrica poseen el 41% de la población mundial y sembraron 57 millones de hectáreas con cultivos genéticamente modificados en 2009. Según ese informe, el uso de organismos genéticamente modificados (OGM) le dio a la Argentina una ganancia de US$ 9000 millones entre 1996 y 2008. De esta forma es el tercer país en el mundo, desde el punto de vista de las ganancias por el uso de biotecnología en sus cultivos.
"El único riesgo de la biotecnología es no utilizarla", afirmó James. Al decir esto, piensa en 2015, fecha límite para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio fijados por la Organización de Naciones Unidas (ONU), que entre otras cosas proponen reducir el hambre a la mitad. El aumento de la productividad es funcional a ese propósito.
James fue discípulo de Norman Borlaug, que ganó el Nobel de la Paz en 1970, gracias al aumento de los rendimientos por hectárea que provocaron sus investigaciones en biotecnología y que, según se estima, evitaron que 2000 millones de personas padecieran hambre. "No puede haber paz con el estómago vacío", dijo James, en alusión a Borlaug.
Como su maestro, piensa que el fin de la biotecnología debe ser el aumento de la producción para mitigar el hambre y generar condiciones para la paz. Pero a ese desafío agregó otro, la sustentabilidad. En este sentido, el ISAAA calculó que desde 1996 hasta 2008, la adopción de transgénicos significó para los productores una ganancia de US$ 52 mil millones, de las cuáles el 50% se debieron a costos de producción más bajos. En este contexto, James afirmó que "los transgénicos preservan la tierra y la bioseguridad, ya que disminuye la necesidad de tener que hacer desmontes para incrementar el área sembrada.
Pero hay otros beneficios, como el ahorro de 356.000 millones de toneladas de plaguicidas entre 1996 y 2008, y que se haya evitado eliminar 14.000 millones de kilos de dióxido de carbono a la atmósfera en 2008, el equivalente a la emisión de 7 millones de autos en un año.
Si se cuentan los beneficios sociales, las cifras son aún más alentadoras. Según el ISAAA,, los OGM contribuyeron a paliar la pobreza de 13 millones de pequeños productores en China e India durante 2009.
James cree que los desafíos que giran en torno de la biotecnología ya no son respecto a la demostración de su inocuidad en el consumo humano o animal. Ahora, el desafío es lograr un mayor "apoyo político de las instituciones líderes", para acelerar los procesos de adopción de la tecnología con responsabilidad y preparar la "nueva ola de cultivos genéticamente modificados", que incluyen cultivos con tolerancia a sequía, uso más eficiente del nitrógeno o modificados en sus características nutricionales, como la soja con omega 3.