Biotecnología en la farmacia: la vacuna contra la hepatitis B

La biotecnología ha contribuido enormemente al desarrollo de vacunas. Existen diferentes estrategias para producirlas e inducir una inmunidad protectora. La elección de una u otra estrategia varía caso a caso y depende, sobre todo, del tipo de patógeno, su ciclo de vida, la variabilidad de sus componentes y de qué tipo de respuesta inmunitaria se busca para lograr la protección deseada.

Así, hoy podemos encontrar tipos de vacunas desarrolladas utilizando diversos métodos, algunas más tradicionales y otras más modernas. Llevaremos nuestra atención a una vacuna moderna (aunque ya está hace mucho en las farmacias): la vacuna contra la hepatitis B.

¿Te suenan los términos “ARN” “ADN” en relación a las vacunas?

El advenimiento de la tecnología de ADN recombinante o ingeniería genética en el siglo XX ha sido clave en el desarrollo de vacunas. En particular, este conjunto de técnicas ha permitido el desarrollo de nuevas estrategias de producción de vacunas basadas en proteínas individuales, vectores virales, incluso de vacunas “genéticas”, en las que se inmuniza con ADN o ARN. Estas técnicas se apoyan, además, en los métodos que permiten la rápida secuenciación y caracterización de los genomas de los patógenos y sus variantes.

Seguramente al leer “ARN” y “ADN” estés pensando en cómo fueron desarrolladas algunas de las vacunas contra la COVID-19, pero aquí nos concentraremos en otra vacuna que venimos usando hace varios años: la vacuna contra la hepatitis B.

Esta vacuna se llama técnicamente una “vacuna de subunidades”. Suena difícil, pero la explicación es sencilla. Mediante técnicas de ingeniería genética los genes que codifican para las proteínas (antígenos) de interés se pueden introducir y expresar en bacterias, levaduras o células de mamíferos de laboratorio. Luego de insertado el gen de interés, la bacteria, levadura o célula (a partir de ahora llamada recombinante) comienza a producir dichas proteínas en grandes cantidades. Estas son recolectadas y purificadas para utilizarlas como vacunas.

Vamos a explicarlo gráficamente. En el desarrollo de este tipo de vacunas, se insertan dentro de plásmidos bacterianos (en violeta), segmentos del ADN del virus que codifican para las proteínas que provocan respuesta inmune (en rojo). El nuevo plásmido recombinante se inserta dentro de levaduras (amarillo), las cuales comienzan a sintetizar las proteínas víricas de interés (en color azul).

La vacuna “que llega a nuestros brazos” contiene estas proteínas recombinantes, que son las que provocarán la respuesta inmune.

La vacuna contra la hepatitis B fue desarrollada de esta forma y es la primera vacuna puesta en el mercado producida por este método. Se desarrolló aislando el gen del virus que codifica para la proteína (antígeno) llamada HBsAg que provoca la respuesta inmune protectora. El gen que produce esta proteína se introdujo por ingeniería genética en levaduras y el antígeno se produce en grandes fermentadores.

Te preguntarás quizás si hay más vacunas desarrolladas de esta manera. La respuesta es sí, otro ejemplo es la vacuna tetravalente contra el virus del papiloma humano.

La infección de hepatitis B, causada por el virus homónimo, es una de las infecciones virales más graves. Infecta a más de 500 millones de personas en el mundo siendo la causa más frecuente de hepatitis crónica, cirrosis y carcinoma hepatocelular[1]. ¡Qué bueno que, gracias a la ingeniería genética, se haya podido desarrollar una vacuna que prevenga esta enfermedad!

 

 


 

[1] https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/vacuna_de_hepatitis_b.pdf

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