Hablando de animales transgénicos...

Las técnicas más recientes han permitido desarrollar animales transgénicos, esto es, animales a los que se les ha agregado uno o unos pocos genes en su material genético. Aunque los primeros animales transgénicos fueron los ratones, sólo sirven como herramientas (¡y muy útiles!) de laboratorio. Pero más adelante se pudo incorporar la tecnología a animales de importancia económica, con distintos objetivos. Se les pueden agregar genes a los animales para que brinden productos más útiles, de mejor calidad o más saludables.

Ejemplo de ello son las vacas que dan leche con ciertas proteínas importantes para la salud y la nutrición del bebé (como la lactoferrina y la lisozima).

Estas técnicas se pueden usar también para el mejoramiento, generando animales que crezcan más rápido, como salmones y bagres, o que resistan a enfermedades, como vacas resistentes a la mastitis. Resulta muy interesante la producción de medicamentos (como la insulina y la hormona de crecimiento) en la leche de vacas y cabras, ya que estos animales dan mucha leche y se puede obtener una gran cantidad del medicamento en ella. Otro caso corresponde al desarrollo de cerdos más ecológicos genéticamente modificados. Estos animales presentan un beneficio para el medio ambiente ya que presentan en sus heces y orina menores niveles de fósforo. El fósforo excretado por los animales producen floraciones de algas, en los lagos y ríos que agotan rápidamente el oxígeno creando vastas zonas sin peces ni otros organismos acuáticos.

Hasta el momento, no hay animales transgénicos aprobados para consumo en Argentina. Existe un mito acerca del pollo, pero es sólo eso, un mito. No hay pollo transgénico ni en Argentina ni en el mundo. En Estados Unidos y Canadá se aprobó para consumo humano el salmón transgénico, modificado para alcanzar su peso final en menor tiempo. 

 

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