Buscando la vaca perfecta

Sin dudas que la unión hace la fuerza. Esta es una de las frases que Daniel Salamone, director del laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, recuerda al momento de referirse al proyecto, que él junto a su equipo técnico lograron. Sin dudas que la unión hace la fuerza. Esta es una de las frases que Daniel Salamone, director del laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, recuerda al momento de referirse al proyecto, que él junto a su equipo técnico lograron.

Ellos demostraron que pueden generar animales transgénicos de distintas especies domésticas (principalmente bovinos, porcinos y ovinos) en el laboratorio. Esta labor nació como fruto de varios proyectos en los que intervinieron, tanto desde la investigación como de la financiación, íntegramente instituciones públicas. Entre ellas, la Facultad de Agronomía (UBA), la estación experimental Bariloche de Inta y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Durante esta primera instancia del proyecto demostraron, a través del nacimiento de un ovino gestado en Inta Bariloche, que los embriones producidos en el laboratorio son viables. A pesar que este animal no portaba en su genoma un transgén, sí llevaba un gen marcador que dio la pauta a los especialistas del éxito de esta primera parte. Un embrión transgénico es una unidad biológica formada en el laboratorio luego de la fecundación del óvulo, que en este caso llevará a nivel de su genoma una alteración genética introducida por el espermatozoide. Será transgénico ya que la célula reproductora masculina tendrá un fragmento de ADN exógeno, construido en el laboratorio y con genes de un hongo saprófito de residuos vegetales. Una vez comprobada la factibilidad que permite incluir una porción de genoma exógeno, la segunda parte de esta ambiciosa investigación se propone incluir en el genoma de la especie, una construcción génica que permita que se exprese una nueva enzima digestiva en la saliva del animal. Esta enzima es una cutinasa que rompe las estructuras moleculares de la cutícula vegetal. Esta se comporta como una barrera infranqueable para los microorganismo y restringe el acceso a ciertas porciones del alimento. De esta manera, la acción sinérgica de la masticación y la cutinasa aumentará los sitios de contacto alimento y microorganismos ruminales (vacas y ovejas) y enzimas digestivas y alimento (cerdos). Así, con un alimento más degradado, existirá mayor pasaje al tracto digestivo inferior, lo cual afectará indirecta pero positivamente el consumo de forraje. El objetivo de este desarrollo en el corto plazo es mejorar la productividad de los animales, ya que consumiendo la misma cantidad y calidad de materia seca producirán mayor cantidad de kilos de carne o leche. Este propósito no dista de la realidad de la producción ganadera, porcina y ovina que, paulatinamente, se fortalece en zonas marginales donde el alimento es en menos digerible. Por lo tanto, el desafío es obtener animales que hagan eficiente el aprovechamiento de un recurso ofrecido. "Conocer que la expresión del gen es loable en distintas especies minimiza la posible injerencia sobre las distintas razas, aunque puede existir variabilidad", de acuerdo con lo explicado por Salamone. Actualmente ya se encuentra aislada la enzima destinada a la construcción, y los investigadores se encuentran en la búsqueda de un promotor que permita su aparición en la saliva del animal. El especialista detalló aún más sobre el propósito global de esta investigación: "El objetivo más importante no sólo es obtener animales transgénicos que mejoren la productividad, sino conseguir el método para generarlos". La importancia de la contribución hecha por el equipo radica en que con una técnica sencilla se puede introducir en el embrión genes modificados, subrayó el director del laboratorio de biotecnología El desarrollo de la técnica comienza con la incubación conjunta del ADN exógeno que contiene genes del hongo junto con el espermatozoide durante cinco minutos. Aunque se encuentra bajo estudio el mecanismo preciso de incorporación del transgén, la sola exposición al espermatozoide permite la unión a la membrana de la célula. Luego la célula reproductora masculina se microinyecta en el ovocito y finalmente requerirá de una semana de desarrollo in vitro para ser luego implantada en los animales.A nivel poblacional, con la incorporación de un animal transgénico en el rodeo bastará para que la modificación se disperse en la población por mecanismos de herencia simple. A su vez, Salamone destacó que esta transgénesis, a diferencia de la vegetal o bien de la investigación que encaran los países desarrollados, no supone la incorporación un nuevo insumo a la producción, es decir, recayó en que lo interesante de este proyecto se basa en que el animal con los mismos requerimientos aprovecha más, lo cual es atractivo para zonas con menos posibilidades económicas. Este tipo de desarrollo científico ya registra antecedentes en bovinos en el campo de la veterinaria. La empresa biotecnológica Biosidus desarrolló terneras, por clonación y por transgénesis, las cuales expresan en el contenido de la leche la hormona de crecimiento bovino. Una vez ordeñado el animal, la leche atraviesa un proceso de purificación mediante el cual se obtiene el producto inyectable. Este producto impactará mayormente en la producción lechera.