Congreso sojero organizado por ACSOJA: De porotito a porotazo

Se debatió sobre las principales líneas de investigación en genética y los nuevos desafíos de la cadena. El avance de la genética aplicada el cultivo de soja, las últimas investigaciones que se están realizando en la Argentina y en EE.UU., así como las herramientas que permitirían lograr nuevos saltos productivos, fueron algunos de los temas tratados esta semana durante una jornada desarrollada por Acsoja en Buenos Aires. Se debatió sobre las principales líneas de investigación en genética y los nuevos desafíos de la cadena. El avance de la genética aplicada el cultivo de soja, las últimas investigaciones que se están realizando en la Argentina y en EE.UU., así como las herramientas que permitirían lograr nuevos saltos productivos, fueron algunos de los temas tratados esta semana durante una jornada desarrollada por Acsoja en Buenos Aires. En la reunión, se abordó a la biotecnología con una visión amplia. Quedó clara la necesidad de seguir trabajando para desarrollar variedades transgénicas con mayor tolerancia a la sequía, la salinidad, el anegamiento o las malezas (con hincapié en la aparición del sorgo de Alepo resistente a glifosato, que en las últimas campañas se extendió en el país). En función de estos aspectos, los expertos aseguran que se puede seguir avanzando para mejorar los rendimientos del cultivo de soja y brindar más alimentos para el mundo. También se remarcó la oportunidad de generar nuevos negocios con uso de la biotecnología, como el caso de alimentos especiales que cubran las mayores demandas de los consumidores. Estos temas fueron expuestos por Grover Shannon, profesor en Mejoramiento Genético e investigador de la Universidad de Missouri, EE.UU., y Esteban Hopp, coordinador del área de Estratégica Biología Molecular, Bioinformática y Genética de Avanzada del INTA, quienes se refirieron a los avances en ambos hemisferios. En cuanto a las nuevas líneas de investigación, según Shannon, la principal en EE.UU. en materia de biotecnología apunta a mejorar los rendimientos de la oleaginosa, uno de los aspectos que en los últimos años parece más postergado en el cultivo. El científico explicó que, en la actualidad, los mayores saltos productivos se están dando por ajustes en el manejo de plagas y de enfermedades, por ejemplo, y la incorporación de tecnología como el riego. Sin embargo, advirtió que las líneas de mejoramiento genético han ido acotando la base del germoplasma y hoy existe poca diversidad para seguir creciendo. "Hay que investigar en plantas nativas para buscar una mayor diversidad genética y encontrar nuevos genes que pueden llegar a pegar saltos en los rindes, no del 2% sino del 10%, por un mejor comportamiento ante el stress o las enfermedades", aseguró. "Estos genes serán cada vez más útiles en un entorno con limitaciones para el rendimiento", añadió. Para desarrollar estas tecnologías, las investigaciones actuales trabajan sobre el mejoramiento tradicional, así como en la transgénesis. Esta última alternativa sería la más viable para lograr cultivares con tolerancia a la sequía o a inundaciones (algunos de los principales aspectos desarrollados por Shannon), pero las investigaciones en esta materia demandan inversiones cuantiosas y, en muchas ocasiones, el trabajo conjunto de los sectores público y privado. Las investigaciones más avanzadas parecen estar centradas en obtener variedades con resistencia a la salinidad. Y si bien aún queda un largo camino por recorrer, para obtener materiales más aptos para condiciones de sequía, Shannon señaló: "Creo que en los próximos cinco años vamos a ver más de estos descubrimientos y se van a transformar en una realidad". A su turno, Hopp se refirió a las fronteras de la biotecnología, una herramienta que definió como estratégica para el sector agropecuario y agroindustrial, y mucho más abarcativa que la creación de transgénicos porque incluye otras disciplinas y tecnologías novedosas. En este sentido, destacó los avances que se están registrando con el uso de marcadores moleculares, que permiten combatir al sorgo de Alepo resistente a glifosato, por ejemplo, hasta diseñar políticas de conservación de la biodiversidad, y que ya se comienzan a utilizar en muchos laboratorios del país. "Los marcadores moleculares son algo así como banderitas que se colocan en diferentes partes del cromosoma de un organismo y que sirven para detectar genes de interés agronómico", explicó Hopp. "Nos interesa encontrar genes distintos, porque la diversidad genética del germoplasma actual es muy pequeña respecto de los primeros cultivos domesticados y aún mucho menor en comparación con la de las especies salvajes emparentadas, que pueden ser utilizadas para el mejoramiento", afirmó en consonancia con las opiniones de Shannon. Así, el experto comentó el surgimiento de una nueva metodología de trabajo denominada "ecología molecular", que suma la utilización de marcadores moleculares y la genómica para la caracterización y la búsqueda de la diversidad. Uno de los proyectos en los que se está trabajando en la Argentina es en el diseño de un mapa genético del girasol, "de manera tal que, si mañana identificamos un gen de interés en una variedad salvaje, la posibilidad de trasladarlo al genoma de un híbrido comercial es muy grande", comentó. Además, señaló que existe un conjunto de tecnologías posgenómicas (trascriptómica, proteómica, y metabolómica) que hoy se está integrando en lo que se llama "tecnologías de sistemas", mediante el aporte de la bioinformática. Esas técnicas genómicas y posgenómicas son tan importantes y tan costosas que, en el caso específico de la soja, se conformó un consorcio internacional para su desarrollo, en el cual participan los distintos INTA del cono sur. Así se instaló un sistema modelo para empezar a trabajar en la creación de una plataforma genómica para la roya asiática, un problema de gran relevancia en toda la región.