El suelo y la siembra directa

Juan Albero Galantini. Especial para La Nueva Provincia Con el Campo. Desde la época de la colonización de la región pampeana, la agricultura ha ido paulatinamente desplazando a la ganadería, pero mucho más rápidamente durante las últimas décadas. Juan Albero Galantini. Especial para La Nueva Provincia Con el Campo. Desde la época de la colonización de la región pampeana, la agricultura ha ido paulatinamente desplazando a la ganadería, pero mucho más rápidamente durante las últimas décadas. La actividad agrícola ha favorecido la descomposición de la materia orgánica del suelo, la pérdida de nutrientes y el incremento de los procesos erosivos. Algunos estudios dan cuenta de pérdidas cercanas al 50% de la materia orgánica originalmente presente en estos suelos. De esta forma, el carbono que compone la materia orgánica pasó a la atmósfera en forma de dióxido de carbono (CO2), contribuyendo al efecto invernadero y al calentamiento global. Al mismo tiempo, los nutrientes fueron llevados por el agua, el viento o pasaron al aire, siendo ahora más requeridos como fertilizante (nitrógeno, fósforo, azufre) para mantener los rendimientos. El laboreo del suelo acelera la descomposición de los residuos de cosecha, elimina malezas, acumula el agua de las lluvias y los nutrientes provenientes de la oxidación de la materia orgánica. A mayor cantidad de labranzas, mayor oxidación; por lo tanto, la pérdida es mayor. La importancia de la materia orgánica ha sido reconocida desde hace mucho tiempo, ya que modifica en forma directa e indirecta muchas de las propiedades del suelo, haciéndolo más "fértil", tanto desde el punto de vista químico y físico como biológico. Esto es porque ella participa activamente en la formación de la estructura del suelo, modificando la distribución del espacio poroso y la actividad de los microorganismos, la resistencia a la compactación, resistencia a la erosión eólica o hídrica, así como la dinámica y la retención de agua. También es determinante de la fertilidad química del suelo, ya que es un elemento clave en el ciclado de los nutrientes, influyendo sobre las propiedades químicas que modifican la disponibilidad de los macro y micronutrientes. Por lo tanto, la materia orgánica es un elemento clave a tener en cuenta para el funcionamiento sustentable de los sistemas productivos, en especial en la región semiárida y subhúmeda. En el suelo existe una enorme variedad de compuestos orgánicos de complejidad variable y en continuo estado de transformación. Este material varía desde los residuos de cultivos recientemente incorporados hasta la compleja estructura del humus alcanzada luego de siglos. Si bien todos ellos componen la materia orgánica del suelo, se diferencian por tener propiedades, dinámica y funciones diferentes. Un conocimiento más detallado del efecto de la materia orgánica sobre el funcionamiento del sistema requiere la separación y caracterización de estas fracciones orgánicas. Por ello, es importante estudiar separadamente las diferentes fracciones orgánicas para comprender su papel en el suelo. La siembra directa es un sistema extremadamente joven comparado con los siglos en que el suelo ha sido labrado. Uno de los cambios más importantes que se produce al suspender las labranzas es una relocalización de la materia orgánica y una disminución de su velocidad de descomposición. Estos cambios traen ventajas en la conservación del suelo, en la conservación de los nutrientes, en la dinámica del agua, en la biología y la biodiversidad del suelo, entre otros. Los efectos favorables pueden ser más o menos importantes, dependiendo de las características del suelo, del clima y del manejo. Evidentemente, la siembra directa tiene algunos aspectos ventajosos respecto de la labranza convencional y otros no tanto, pero todos pueden llegar a ser mejorados con un estudio más detallado y profundo del funcionamiento del sistema. Entre las ventajas más importantes, podemos mencionar que la siembra directa representa un freno a la erosión del suelo, ayuda a conservar el agua proveniente de las escasas precipitaciones y tienen un balance energético mucho más favorable. Todos estos puntos a favor son particularmente relevantes para nuestra región. En lo que a erosión se refiere, se ha medido una significativa reducción respecto de los sistemas con labranza, evitando la pérdida de 12 toneladas de suelo por hectárea cada año, equivalente a perder anualmente 700 kilogramos de materia orgánica, 73 kg de urea y 50 kg de superfosfato triple por hectárea. La siembra directa es un importante paso en la conservación de los recursos naturales, pero quedan muchos aspectos a mejorar. Frecuentemente, las regiones marginales para la producción agrícola intensiva (alta productividad con altos insumos) también son marginales en cuanto a la investigación, los proyectos y los recursos asignados. La única forma de optimizar el funcionamiento de los sistemas productivos es a través del conocimiento. En el año 2002, los productores de la Regional Bahía Blanca de Aapresid preguntaban: ¿Qué está pasando en nuestros suelos con la siembra directa? ¿Cómo podemos generar modelos de manejo adaptados a esta región, donde predominan la variabilidad y la incertidumbre climática (y económica)? Un grupo de profesionales relacionados con la investigación aceptamos el desafío de generar el conocimiento para ir respondiendo a esas preguntas. Tratamos de aunar esfuerzos (Aapresid, CIC, Conicet, UNS, INTA, etc.), integrar los estudios (química y física del suelo - cultivo - productividad) y monitorear permanentemente la evolución del proyecto (reuniones periódicas con el grupo, con otros productores, con profesionales, etc.). El objetivo principal de la actividad científica desarrollada no fue obtener una gran cantidad de resultados, sino generar información que pueda ser útil para el manejo de los sistemas productivos de la región. La difusión de las conclusiones alcanzadas es también una parte importante de este proyecto. El 7 de marzo pasado se realizó en el Cerzos, ubicado en el complejo del Cribabb, una jornada de trabajo en la que se presentó parte de los resultados obtenidos a los productores de la regional Bahía Blanca de Aapresid, a docentes y a profesionales del INTA. El objetivo fue difundir esta información, para que ayude en la interpretación del acontecer diario, promueva la discusión y sea generador de nuevas ideas, inquietudes y propuestas. Los frutos del esfuerzo realizado son muchos y no se agotan en estos cuatro años de trabajo. Es importante destacar que estos frutos son el resultado de un esfuerzo conjunto, del apoyo de los responsables de cada una de las líneas de investigación, pero también de muchos pasantes que colaboraron en las diferentes etapas del trabajo en el campo y/o en el laboratorio; de las instituciones como el Cerzos y el Departamento de Agronomía (UNS) que brindaron las instalaciones y apoyo permanente; de los productores, que abrieron generosamente las tranqueras de sus campos y brindaron apoyo e información indispensable, así como del apoyo económico brindado por Aapresid, CIC y Conicet. Es importante aunar voluntades e ideas en busca de un objetivo común. La ciencia busca responder preguntas o hipótesis. Una vez verificada, sea positiva o negativa, es un paso más en la senda del conocimiento, el que genera nuevas hipótesis, abriendo un abanico de posibilidades para el futuro cercano. Pensamos que éste es el camino hacia una agricultura sustentable y trabajar juntos es la forma de recorrerlo. El doctor Juan Alberto Galantini es investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), con sede de trabajo en el Cerzos y Departamento de Agronomía de la UNS. Para mayor información email: jgalanti@criba.edu.ar y juangalantini@argentina.com